Ortega y Maduro siguen el modelo cubano contra la prensa

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COSTA RICA.- Cuando el periódico Prensa Libre, de Cuba, protestó en 1960 en sus páginas por el cierre del Diario de la Marina, principal rotativo cubano y con 128 años de existencia, una enardecida turba revolucionaria llegó sin invitación a sus instalaciones en La Habana, por orden del régimen de Fidel Castro, y las tomó para consumar la desaparición del medio.

Como líder de la Revolución que triunfó en 1959, Castro (1926-2016) asestó así uno de los golpes finales al libre ejercicio del periodismo en la isla, donde los medios de prensa quedaron sometidos, hace más de 60 años, al régimen gobernante y, a partir de 1965, al control del Partido Comunista de Cuba (PCC), único partido legal en ese país.

Acusado de defender a la dictadura del presidente derechista cubano Fulgencio Batista, que gobernó vía golpe de Estado desde 1952 y fue depuesta por Castro, y de desprestigiar al movimiento revolucionario, el Diario de la Marina, que nació en 1832, feneció en 1960 con Prensa Libre, fundada en 1941. La receta cubana, que obligó a numerosos medios independientes de Cuba a cerrar y, ante el riesgo de cárcel, empujó a los periodistas a migrar al exterior, ya se aplicó en Venezuela y Nicaragua: exilio y cierre también signan a medios y periodistas nicaragüenses y venezolanos.

Los periódicos La Prensa, de Managua y fundado en 1926, y El Nacional, de Caracas y nacido en 1943, perdieron sus instalaciones por orden de los cuestionados presidentes de Nicaragua, Daniel Ortega, y de Venezuela, Nicolás Maduro. Managua y Caracas son más sólidos aliados de Cuba en América Latina y el Caribe al consolidar un bloque radical de la izquierda hemisférica en choque con Estados Unidos. Una frase que la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, deslizó esta semana en una arenga propagandística pronosticó nubarrones para el libre ejercicio del periodismo en ese país.

Tras apoderarse hace un año de la sede de La Prensa, el principal de Nicaragua, por supuesta defraudación aduanera y lavado de dinero, Murillo y Ortega iniciaron el martes anterior su desmantelamiento para convertirlas en centro cultural. Orgullosa de esa medida, Murillo alertó que “marca el camino del futuro” y “los días finales del odio”.

La junta directiva de La Prensa —con dos de sus integrantes en arresto domiciliario y uno carcelario— contestó el miércoles que ese medio “en sus 96 años de vida ha sufrido cierres, encarcelamientos de directivos y periodistas, el asesinato de su director, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, el 10 de enero de 1978”.

“Bombardeo y quema de sus instalaciones, asedio de turbas fanatizadas, censura, bloqueo aduanero a los suministros (…) y, finalmente, la ocupación y robo de su propiedad inmueble, sus instalaciones y equipos de trabajo”, recordó.

“Podrán confiscar nuestros equipos y nuestras instalaciones, pero no podrán contra los valores que sustentan nuestro trabajo. Otra vez nos quieren enterrar y, como ha sucedido en otras ocasiones, los enterrados serán ellos”, pronosticó.

“La usurpación” con “gran descaro” de La Prensa “corrobora la evidente persecución oficial” sobre el periodismo independiente en Nicaragua, denunció el periodista hondureño Jorge Canahuati, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que reúne a mil 500 periódicos americanos. “Estamos ante el régimen” que es “el mayor represor de las Américas”, recalcó.

Un destino similar sufrió El Nacional, el más importante de Venezuela. El Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, leal a Maduro, condenó al matutino el 16 de abril de 2021 a pagar al político y militar en retiro Diosdado Cabello (número dos del régimen) unos 13.3 millones de dólares por daño moral. Cabello demandó a ese medio por difamación en abril de 2015 por reproducir un reporte del diario ABC, de España, de que comenzó a ser indagado en Estados Unidos por presuntos nexos con el narcotráfico.

“Nosotros venceremos”, prometió Cabello al conocer el fallo y en febrero de 2021 lanzó un amenazante mensaje por televisión al periodista venezolano Miguel Henrique Otero, presidente y director de El Nacional: “Con el valor de El Nacional no me pagaste, creo que ahora voy a ir por la página [digital]” (…) Me estás provocando a que vaya un paso más adelante”.

Con el fallo del Tribunal, la sede de El Nacional quedó ocupada desde hace 14 meses por tropas del ejército venezolano, informó ayer Otero a El Universal. “Ortega y Maduro siguen el modelo cubano. Es un proceso para ir destruyendo a las empresas noticiosas y a la democracia. Es muy grave”, dijo desde su autoexilio en Madrid.

“Lo que está sucediendo en Nicaragua y en Venezuela es similar a lo que ocurrió en Cuba [hace más de 60 años], para acabar con la libertad de expresión. Lo que Ortega y Maduro quieren es silenciar a los periodistas y a la prensa e ir arbitrariamente en contra de la propiedad privada”, afirmó.

Por el bloqueo gubernamental a sus importaciones de papel y otros materiales, los dos diarios —El Nacional, en 2018 y La Prensa, en 2021— dejaron de circular en impreso. Ambos se caracterizaron por cuestionar con severidad periodística a Maduro y Ortega en países que en hondas crisis políticas e institucionales y con mandatarios que, tildados de dictadores, defienden su legitimidad.

El acorralamiento del libre ejercicio del periodismo en Cuba, Nicaragua y Venezuela expuso una parte de la hostilidad a la prensa que recrudeció con asesinatos, encarcelamientos y ataques en 2022, casi sin excepciones, en el resto de América Latina y el Caribe. Con 15 periodistas asesinados este año, México se afianzó como el más peligroso para los reporteros.

Ortega cerró este año 15 radioemisoras y canales televisivos. Las oficinas en Managua del diario digital Confidencial y del canal 100% Noticias fueron confiscadas en 2018, tras estallar la crisis política interna con masivas protestas antigubernamentales: la de Confidencial es casa materna y la 100% es centro de atención para adictos.

Acusados de difundir propaganda enemiga e intentar desestabilizar a la Revolución, los arrestos de periodistas “no oficialistas” en Cuba son frecuentes.

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