“Trump, Chavez,el Bronco… Y otras chachalacas del imperialismo”

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Hoy las contiendas electorales son igualmente divertidas y dramáticas como lo fueron en su entonces las obras de Esquilo y Sófocles en el fastuoso teatro griego.

Hace algunos años y en la teatralidad de nuestro país nos divertía oír a un López Obrador expresando sin decoro que Vicente Fox no era más que una inquieta chachalaca y que únicamente él era el indicado para darle vida a un país devastado por un vaquero que había pasado por México sin pena ni gloria. En su momento y en tiempo y forma les dio batalla a sus entonces contrincantes a la presidencia de la República, Felipe Calderón y a Peña Nieto al perder, según él, a mano negra.

En la actualidad los Estados Unidos presumen su propia chachalaca en la persona del virtual ganador de las recientes elecciones, el dandy neoyorquino, Donald Trump, un hombre versado en los negocios, pero reprobado e inútil en gobernabilidad. Su actuación representa a la perfección el parloteo del ave puesta muy en boga por el entonces líder perredista.

Hoy por hoy se escucha un clamor desde el Congo hasta Groenlandia y desde Tokio hasta Tierras de Fuego a causa de los recientes resultados de las elecciones presidenciales de ese país del norte. Todo el orbe chilla, patalea, hace berrinches al pensar prejuiciosamente en lo que va a pasar apenas el señor Trump se siente en la brillante silla presidencial de la ya mítica Casa Blanca. Más de la mitad de los humanos están espantados de que de un momento a otro el rubio ganador corra al botón rojo, lo oprima y que en un santiamén desaparezca de la faz de la tierra a sus non gratos. En sí el mundo entero está llorando antes de que le peguen pues, aún y con todas las amenazas que hasta ahora ha lanzado contra toda diversidad humana, ya sean chinos, húngaros, negros, rusos, chiitas y hasta zetas, son sólo palabras. Ha jurado y prometido obras aborrecibles, desde elevar una muralla, echar fuera a todo musulmán y correr a puntapiés a todo mexicano que insista en quedarse en su patria ¿pero saben una cosa? hasta hoy son sólo palabras.

Si bien es cierto que por su forma tan despótica de ser en él encaja a la perfección la frase de que todo está dicho, al mismo tiempo aparece otra rebatiendo a la primera y que sabiamente dice que nada está escrito. El republicano habló mucho durante su tiempo de campaña, tanto que hasta podría decirse que su lengua y sus promesas fueron tantas y tan desatinadas que muchos estadounidenses hoy por hoy tendrán que llevar encima la vergüenza de ser gobernados por un personaje cuya ignorancia e impiedad son evidentemente muy notables.

Ser deslenguado y hablar como merolico de carpa le ha traído problemas a más de un político ya sea nacional o internacional. Sin complicaciones el tema nos lleva de lleno al caso de Hugo Chávez y aquella ocasión en la que en una reunión de líderes el mismísimo rey de España lo paró en seco con un “¡Ya cállese!” cuando el venezolano no paraba de decir sandeces… ¿Qué tal el Bronco? Daba miedo de solo verlo en escena. Su presencia era tal en campaña que sin duda los neoloneses ni dudaron ni un tantito en votar por él. No había candidato de izquierda tan poderoso. Prometía casi literalmente quitar de los aros de Saturno uno que otro anillo para colocarlo en la torre láser de la macro plaza en la ciudad de Monterrey. La gente abarrotó las casillas el día de la elección y ¡¡cataplum!! El Bronco ya era gobernador de Nuevo León. Prometió que liberaría a un estado oprimido por la mala administración de un Medina corrupto que los había dejado sumidos en la miseria y en la pudrición. A voz en cuello anunció que lo refundiría en las más oscuras de las cloacas de la prisión de san Juan de Ulúa si así fuera posible. Juró y perjuró tantas cosas que la algarabía de tanta promesa mesiánica hizo que el comercio volviera a tomar auge y la economía comenzara a prosperar a tal grado que muchos ciudadanos de otros estados volvieron la vista a ese territorio en el que la prosperidad estaba asegurada… pero, ¡¡sorpresa!! Apenas fue vestido con todas las galas del poder y como niebla ante los primigenios rayos del sol, todos y cada uno de sus juramentos fueron desvaneciéndose en unos cuantos meses.

Sin duda alguna las promesas de campaña suenan tan emotivas y brillantes que por más incrédulo o apolítico que se sea, hay un cierto sentimiento de fe que hace que se pase por unos segundos de ateo anti votante a pensar en un ¿por qué no? Ni los muchos años de mal gobierno nos han enseñado a ver que la democracia que se ejecuta en muchas naciones es un liberalismo en embrión. Podrán tener un alto grado de magma incendiario y positivo, pero en la acción no es más que ceniza. Nuestra constitución podrá tener esa sabiduría expuesta por un radiante Venustiano Carranza deseoso de liberar humanamente al pueblo, pero en manos de la reinante mediocridad gubernamental se desangra ante la ausencia de la verdadera savia que tanto proclamaron Voltaire, Robespierre, Diderot y otros creadores de la democracia.

Por eso es que aún y cuando Trump ha pataleado a los mexicanos, a los musulmanes y cubanos en sus discursos, hasta el día de hoy son sólo palabrerías para alentar al espíritu bélico de cientos de racistas estadounidenses que desean un territorio cercado en el que únicamente ellos puedan compartirse su corrupción. Palabras más, palabras menos. Así que Donald Trump, Fox, Chávez, El Bronco y otros cientos de chachalacas mundiales más con todo y sus dos mil lenguas de promesas, no fueron o son más que parte de una obra teatral en la que en su papel de merolicos de fiesta se hacen pasar por sabios algunos y tiranos otros. No lloremos antes de que nos den la tunda, porque probablemente ni llegue y si llega, igual y la soportaremos como hemos soportado la azotaina que nuestro mismo gobierno nos ha estado dando por más de sesenta años con tanto aumento a los servicios básicos… Adieu.

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