La pluma profana de El Markés

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“Impunidad migratoria”

El sol se cernía sobre el estado de Tamaulipas haciendo de las carreteras un comal del asfalto. La ruta de la policía estatal vislumbró a lo lejos un camión a la vera del camino. Al acercarse a interrogar al chofer de la unidad se dan cuenta que no existe tal conductor o que este simplemente ha huido. Las razones de su fuga podrían ser muchas, sin embrago, el leve clamor que se escucha al interior de la caja del camión alertan a los uniformados al grado de llamar a más unidades policiacas y a la cruz roja, pues todo apunta a que aquello es un caso más de trata de personas.

Tras romper la seguridad de la caja, el lamento aumenta y la cajón vomita a un centenar de indocumentados sudamericanos que en medio de haces fecales, orina y desperdicios de comida, desfallecen. Hay hambrientos, sedientos y hasta actos canivalescos. Tanto la policía como la cruz roja hacen lo propio. Desafortunadamente al interior encuentran a dos mujeres embarazadas muertas y a cinco niños con muy pocas probabilidades de vida. Los hombres miran desesperados y agradecidos a quienes han llegado. Ya no les importa ni la frontera ni el llamado sueño americano, ellos solo desean agua, comida y vida, más vida, mucho más vida. Otros sólo piden que atiendan a sus esposas, hijos, o a ellos mismos. Es justo en ese momento cuando la vida toma una relevancia vital, importante, básica sobre muchas otras cosas. Si son deportados, no importa, piensan en que es mejor vivir en carencia que estar sin agua, alimentos y su familia. Los hombres se arrepienten mil veces de haberse atrevido a meter a su esposa y a sus hijos a ese lugar de muerte. Entonces se les revela la visión de la pesadilla, de las veces que fueron bajados a media noche y que fueron objeto de iniquidades y estafas; recuerdan a sus mujeres ser abusadas por extraños, a ellos mismos amenazados y golpeados… pero también se ven en Guatemala, en Honduras, en Nicaragua, en la tierra amada. Recuerdan sus  campos y sus frágiles tierras infértiles, pero con todo y eso había vida y amigos, familia y diversiones. México es la muerte, México no es lo que se presume y se anuncia en televisión. México no es cariñosos ni amigable, mentira, México es criminal, abusivo y estafador.

Luego de ese hallazgo, la gran mayoría fue repatriada y los muertos fueron puestos en fosas comunes. Nadie les lloró, porque a los maridos se les deportó. Hoy las carreteras de México son senderos de muerte. Las desapariciones se multiplican por miles a lo largo de territorio nacional al grado de normalizarlo. La desaparición de uno no es importante, es noticia cuando desaparecen diez de un solo golpe, así de insensible se ha tornado el corazón y el ánimo de los mexicanos.

La muerte de indocumentados a manos de traficantes es escandaloso. Ver morir a sudamericanos es algo que ha dejado de dolerle a los mexicanos ¿suena raro no? Pero es una verdad que no se puede ocultar por más que queramos. El mexicano evita abruptamente al sudamericano cuando va y toca a su puerta para pedir algo de comida para su familia; lo rechaza si le pide limpiar su patio; le niega un vaso con agua y si es posible, lo denuncia a las autoridades. Nuestra actitud en territorio nacional no es muy diferente a la que tienen los mexicanos que viven legal o ilegalmente en los Estados Unidos. Nadie desconoce que a la llegada a territorio de Biden, es un paso directo a la discriminación. Sólo un porcentaje muy mínimo recibe ayuda, pero es algo muy minúsculo. Una gran mayoría son deportados, aunque usted no lo crea, a causa de denuncias hechas por otros mexicanos. El mexicano es cruel aquí o donde se encuentre.

El migrante debería tener derechos, claro, siempre y cuando este respete el territorio que va pisando. La medicina debería ser una prioridad para ellos como seres humanos. Es triste saber que la impunidad ha ido tan lejos al grado de negarles a estos viajeros cualquier tipo de ayuda. Muchos son retornados a sus naciones mutilados y llevando consigo un odio muy profundo hacia nuestros compatriotas, y creo que es un odio bien ganado pues como ya lo escribí antes, el mexicano posee esa actitud azteca, violenta y sanguinaria… ¿Qué somos del tercer mundo? Creo que es un título que no merecemos, un cuarto mundo sí, o un quinto, pero tercero es una presea muy alta para un corazón vandálico que nos hace parte de esa impunidad migratoria, porque no podemos culpar  a las autoridades de todo, pues cada uno como ciudadanos somos parte de esta terrible situación.

Miremos dentro de nosotros, analicemos y veamos qué es lo que podemos cambiar como seres humanos. Si lo analizamos, nos daremos cuenta que efectivamente, hay algo, por mínimo que esto sea, que nos hace ser parte de esa mafia malévola contra nuestros hermanos sudamericanos. Adieu.

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