La pluma profana de El Markés

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“Despreciados y abandonados”

¿Qué edad tiene usted que ahora lee? ¿Treinta, cuarenta, cincuenta? Si todavía tiene la capacidad de leer y entender este texto, quiere decir que está en una edad madura, en un tiempo en el que todavía puede salir a caminar, divertirse y andar en bicicleta… pues ahora yo le digo que mientras usted ahora lee, su padre o su madre, no desean otra cosa que verlo a usted, sí,  a usted que ahora lee, aunque sea un rato… ¿hace cuánto que no los ve, visita o les demuestra su amor? Seguro ya hasta olvidaste todo lo que te dieron durante tu infancia y cómo se preocuparon y ocuparon por ti y de ti cuando en la pubertad y adolescencia cometiste tantas estupideces. Los padres son iconos sagrados, sin embargo, eso no lo entenderemos sino hasta que seamos padres, pero padres adultos. Hoy nadie se ocupa de los viejos, esos sabios errantes y miradas tristonas sentados en los parques. Es una curiosidad verlos sentados conversando entre ellos y siempre sobre “Aquellos tiempos”, así es, aquellos tiempos que a nosotros no nos importa al estar siempre embutidos en un trajín de actividades que nos consumen la vida.

Mateo Cibrián fue encontrado por su propio hijo tras los corrales de las gallinas. Su estado de descomposición era tan avanzado que hasta a las mismas autoridades encargadas de recoger el cuerpo se les dificultó levantarlo sin que se quedaran parte de el en el suelo. A su alrededor no sólo había rastros de que las ratas habían estado degustando del cuerpo por algún tiempo, también las moscas y los gusanos se habían ido a hospedar en ese lugar de muerte.

Según las investigaciones, don Mateo tuvo cinco hijos al lado de su difunta esposa Candelaria Campos. Cuatro de sus vástagos viven en estados unidos y uno más, a sólo tres cuadras de su casa. Todos los vecinos sabían que el septuagenario no sólo padecía de soledad, también de un profundo gusto por la bebida. Los hijos ausentes hacía mucho que se habían destetado y ni un dólar partido por la mitad le enviaban. La casa en la que vivía era tan indigna para un hombre que por años había vivido trabajando como almacenista en una industria de refrescos en la ciudad.

Según los últimos datos, el hijo más cercano fue a buscar a su padre luego de tres semanas y tras tocar la puerta y gritarle  para que le abriera, este se desesperó y rodeó la casa. Se asomó por las ventanas y nada. Entonces se encontró con la puerta trasera abierta. Ya en casa recorrió la pequeña y humilde estancia sin buenos resultados. Luego de un rato de búsqueda, terminó por encontrarlo tirado boca abajo a un costado de los corrales de gallinas. Al míralo llegar tan repentinamente, las ratas chillaron y se escabulleron entre las yerbas y hojas de calabaza. Igualmente las moscas huyeron sin alejarse demasiado. El muchacho se atajó por un momento la peste tan intensa sin dejar de ponerse de rodillas. Al volver el cuerpo. Este estaba en un avanzado estado de descomposición. Entonces se echó a llorar y a sentir la conciencia carcomerle.

Este es un caso que en nada es aislado. El abandono de los adultos mayores es una problemática sin atender y que a decir verdad, nada o casi nada se hará al respecto.

La ilusión de todo padre, es llegar a viejo bajo el amparo de los hijos y el dulce correteo de los nietos. Es una visión que aunque perfecta, en muchos casos no llega a realizarse. Los problemas maritales alcanzan tanto a la descomposición de los hogares que estos terminan desterrándose de la casa de los abuelos y durar larga temporadas sin asistir. Es así como los nietos, amantes de los abuelos como algo muy natural, van despegándose cada vez más al grado de que llegada la adolescencia, estos no tienen ni el menor deseo de visitarlos.

Ya lo dijimos al inicio, el caso de don Mateo Cibrián no es para nada un caso aislado. El alto índice de abandono de niños y ancianos es tan escalofriante que lo único que podemos descifrar de todo esto es la alta peligrosidad del ser humano en su edad consiente, en su edad madura, es su edad resplandeciente. Y es que al vivir la etapa de la sensatez, de la inteligencia y de la prosperidad, pensamos que estamos tan ocupados con nuestras cosas que no nos ocuparemos ni de niños ni de ancianos; sin embargo, la sabiduría del tiempo es ejemplar, y todos llegamos a esa etapa en la que alguien tiene que velar por nosotros. Don Cibrián tuvo cinco hijos, cuatro viviendo prósperamente en la Unión Americana y uno más que laboraba como químico laboratorista aquí en México… ¿en qué falló don Mateo para terminar así? Quizá nunca tengamos una respuesta acertada sobre el cómo fue su muerte, aunque lo imaginemos, pero de una cosa sí podemos estar seguros, la ingratitud de los hijos es algo incuestionable. Adieú.

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