Brasil, dividido al iniciar campaña presidencial

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BRASIL.- El exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva y el presidente Jair Bolsonaro arrancaron ayer la campaña para las elecciones presidenciales que puede ser la más polarizada en la historia de Brasil, con actos de enorme simbolismo en los que volvieron al pasado para pedir el voto.

Bolsonaro, de 67 años, inició su carrera hacia la reelección en la ciudad de Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais, donde un enfermo mental lo apuñaló en 2018 cuando faltaba apenas un mes para la celebración de los comicios que lo llevaron al poder.

Lula, de 76 años, revivió su pasado metalúrgico. Volvió a “donde todo comenzó”, a las puertas de una fábrica de Volkswagen en Sao Bernardo do Campo, su cuna política y donde lideró protestas masivas durante la década de los 70, en plena dictadura militar (1964-1985).

La batalla presidencial, que cuenta con 12 aspirantes, prácticamente se reduce a Lula y Bolsonaro, que concentran 80% de las intenciones de voto, según los sondeos, que también prevén un triunfo holgado del exlíder sindical el próximo 2 de octubre.

No quiere retrocesos
Bolsonaro, capitán retirado del Ejército, apeló al voto religioso y agitó el fantasma del “comunismo” contra Lula en su primer día de campaña. Aunque las encuestas le siguen dando la espalda, el gobernante aún lidera entre el electorado evangélico, que comparte la misma agenda ultraconservadora a la que ayer volvió a referirse en sus discursos.

“Este país no quiere retrocesos, no quiere la ideología de género en las escuelas, no quiere liberar las drogas. Este país respeta la vida desde su concepción y no quiere el comunismo”, indicó en su primer acto en Juiz de Fora, la ciudad de su “renacimiento”.

“¡Mito, mito, mito!”, le corearon centenares de seguidores. Su esposa, Michelle Bolsonaro, suscitó igual o incluso más entusiasmo. “Ella es la persona más importante aquí”, dijo el mandatario sobre la primera dama, una ferviente evangélica.

Bolsonaro volvió al mismo punto del ‘lugar del crimen’, donde fue apuñalado en el abdomen el 6 de septiembre de 2018. Ahí le esperaban cientos de partidarios vestidos con los colores de la bandera brasileña: “Brasil es una gran nación, un gran país, pero hasta hace poco era robado por la izquierda que había en el poder. Este país no quiere más corrupción”, manifestó Bolsonaro, en alusión a los escándalos que aparecieron durante los gobiernos de Lula (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011-2016).

Vuelve a sus raíces
El expresidente Lula buscó captar en su primer discurso de campaña a los más pobres y a la clase obrera, en un acto en una fábrica automotriz en Sao Bernardo do Campo, en la región metropolitana de Sao Paulo donde se forjó como líder sindical.

“Fue aquí que todo ocurrió en mi vida, donde aprendí a ser persona, adquirí conciencia política y creo que fue por ustedes que fui un buen presidente”, dijo.

Desde ahí lideró manifestaciones masivas en pleno régimen militar y se transformó en un dirigente sindical reconocido nacionalmente. Esa fue la semilla que le llevó a fundar el Partido de los Trabajadores (PT) en 1980 y que le llevó a la Presidencia entre 2003 y 2010.

El acto se desarrolló bajo un notable dispositivo de seguridad, con tres filas de vallas metálicas de distancia con los periodistas, y en un momento alguien desde la carretera llegó a lanzar un huevo. En su discurso, que pronunció subido a una Ford Ranger roja, Lula arremetió contra la gestión económica de Bolsonaro.

“No habrá mentiras, ni fake news que le mantengan gobernando este país”, sentenció entre gritos de “Lula, guerrero del pueblo brasileño”.

También calificó a Bolsonaro de “fariseo”, por manipular la fe de las personas, en respuesta a mensajes que circulan en grupos bolsonaristas que aseguran que cerrará las iglesias si vuelve al poder, y “genocida” por “no derramar una sola lágrima” por los 700 mil fallecidos que deja el Covid-19.

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