Una fiesta con glamour… y tacos al pastor

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CALIFORNIA.- “Estamos fuera del aire, gracias. Un aplauso para todos”, dice una voz en el teatro Dolby anunciando así que la ceremonia número 95 del Oscar ha concluido.

La gente aplaude y aprovecha para tomarse fotos antes de dirigirse a la salida, mientras los famosos aguardan en una zona exclusiva. Algunos, en especial los ganadores de la noche, deberán subir un elevador especial que los llevará a la parte más alta, en donde se llevará a cabo el tradicional Governors Ball, la fiesta oficial de la Academia.

Este año han querido retomar lo clásico. En 2022, cuando esta celebración regresó luego de la pandemia (sólo en dos ocasiones se ha interrumpido la reunión en 63 ediciones), era evidente que la idea fue festejar el retorno a la vida con muchos DJ, baile y cierta euforia. Pero en esta ocasión, se dijo, habría que apostar al glamour.

El diseño de este año se inspiró en el Hollywood de los años 30, con una suerte de bar circular al centro con pequeños asientos que resguardaba una brillante y fastuosa estatua del Oscar.

El suave color champagne de la alfombra iba bien con las luces tenues y las cientos de rosas rojas que hacían un spot perfecto para los tuxedos y vestidos, y esos peinados pulcros o estilizados.

Guillermo del Toro, el mexicano ganador del Oscar por su animación “Pinocho”, es imposible de obviar. Está sentado en la primera mesa de la izquierda en la entrada principal, sin soltar ni la gran sonrisa, ni su Oscar.

“Retomaron la idea de lo clásico”, dice a El Universal en referencia a la ceremonia y la propia fiesta.

Pero aunque la decoración y el ambiente inspiraban el glamour, y como estamos en 2023, la música, el ambiente y la comida armaron el pachangón.

Primero, Guillermo, hablando de lo importante que para él era ganar este premio y poner en alto el nombre de México, en especial de su tierra, Jalisco.

“Yo estoy contento. Este puede y debería ser un punto de partida”, aseguró emocionado.

Luego, en una suerte de plataforma/escenario en donde los ganadores del Oscar acudían para que les grabaran su nombre, estaba una figura peculiar, el otro Guillermo, del programa Jimmy Kimmel, dando más selfies que el propio Del Toro.

La música incluyó de todo, más pop, pero también algunos ritmos tropicales, incluida la salsa, pero aunque nadie bailó bien ese ritmo, se alzó por casualidad justo cuando el personal mostraba charolas con tacos al pastor.

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Sí, el menú fue creado por Wolfgang Puck y Eric Klein, vicepresidente culinario de Wolfgang Puck Catering; incluyó este platillo mexicano, además de otros informales como los fish and chips británicos o las hamburguesas locales.

Fue un buen aviso de que el glamour no lo es todo, o sí, pero, como dice el nombre de la gran película: Hay de “Todo en todas partes al mismo tiempo”.

Fueron los actores de esta cinta quienes, por mucho, se llevaron la velada, mientras que Steven Spielberg charlaba amenamente con su equipo de Los Fabelmans, incluida una amable Michelle Williams, del otro lado había una fiesta propia con Ke Huy Quan, el actor de reparto que resultó ganador de la película, y su hermano David.

Provocaron una bulla que llamó la atención del más serio: el actor brincaba y se subía a la barra para alzar su premio y explicarle a los presentes que de eso va la vida, con o sin lujos.

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Luego hicieron lo propio los premiados a mejores actores, Michelle Yeoh y Brendan Fraser, ambos con personajes que lidian con problemas de la vida cotidiana; una los evade y el otro los padece. Ni la champagne, ni la alfombra de ese color o las miles de rosas, sino el abrazo de ambos fue, por mucho, lo más especial de la velada… Ah, y los tacos al pastor.

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