Opioides, el asesino de Estados Unidos

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CIUDAD DE MÉXICO.- El Informe Mundial de Drogas de Naciones Unidas, con cifras de 2015, reporta que el consumo de opioides crece a una velocidad escalofriante y es la principal causa de muertes por sobredosis. Alrededor de 250 millones de personas consumieron por lo menos en una ocasión drogas, es decir, 5% de los adultos en el mundo, según el documento.

En Estados Unidos suman 65 mil las personas que murieron por sobredosis de droga, en su mayoría opioides. Son más que los que mueren por VIH, accidentes viales o armas de fuego. En el mundo, 190 mil hombres y mujeres —en su mayoría jóvenes— fallecen por sobredosis y los opioides y sus derivados son los principales responsables.

De acuerdo con el informe de la ONU, en Estados Unidos se disparan las muertes por sobredosis de drogas que agudizan tensiones sociales.

El crecimiento exponencial del consumo de drogas requiere de atención médica urgente que sobrepasa escasos presupuestos de salud frente a las urgencias, la atención permanente y la rehabilitación.

Aunque no hay datos oficiales, se prevé que el número de muertes por sobredosis en 2016 se ubique entre 59 mil y 65 mil, según cálculos preliminares de The New York Times basándose en registros de los departamentos de salud de varios estados y condados del país. En conjunto se recogieron datos de estados y condados donde ocurrieron 76% de las muertes por sobredosis en 2015, estima New York Times en el reportaje Las muertes por droga en Estados Unidos aumentan más rápido que nunca.

Los Centros para Enfermedades, Control y Prevención tendrán los números finales en diciembre de 2017.

West Virginia es el estado que ocupa el primer lugar en muertes por sobredosis y donde sus habitantes luchan por salvar a sus vecinos y sus ciudades.

Otro reportaje de The New York Times, firmado por Margaret Talbot, relata un caso en Hedgesville, cuando una pareja joven quedó inconciente por una sobredosis durante una práctica del equipo de softbol de niñas. Cuando llegaron los paramédicos la hija de 13 años, lloraba en una banca rodeada por sus amigas mientras sus hermanos mejores, de siete y 10 años, gritaban a sus padres: “¡Despierta! ¡Despierta!”.

Los paramédicos les administraron Narcan, una droga que revierte la sobredosis de heroína, en la mayoría de los casos. Después de varios minutos la pareja comenzó quejarse, a respirar y revivió. Los padres de otros niños estaban desconcertados y enojados, uno de ellos dijo: “Esto es una mierda, ¿por qué mi hija tiene que ver algo así?”.

En el Condado de Berkley, la epidemia de opioides llegó a convertirse en algo al mismo tiempo dramático y cotidiano: muchos adictos se colapsan en público, en estaciones de gasolina, en baños en los restaurantes, en pasillos en tiendas, en sus vehículos manejando. ¿Ocurren más colapsos por sobredosis porque los adictos consideran que alguien los podrá encontrar y revivir? El jefe de los Servicios de Emergencia así lo considera. La comunidad sufre mientras el consumo de opioides se expande. West Virginia tiene la tasa más elevada de muertes por sobredosis, el mayor presunto responsable es fentanyl y sus potentes derivados.

El informe de la ONU considera que 60% de esas muertes es imputable a medicamentos antidolor, porcentaje que se duplicó desde 1999, cuando representaba 30%. Un número cada vez mayor de adictos se iniciaron con píldoras para aliviar el dolor, de manera destacada con fentanyl, las utilizaron después en fiestas o para satisfacción personal, como algo que hacía olvidar los problemas y angustias, eran más baratas que la heroína, luego no pudieron vivir sin ella.

A propósito de prescripciones e industria farmacéutica, Nicholas Kristof en un artículo en el New York Times titulado Opioides, un asesino de masas que estamos recibiendo con un abrazo advierte que “como una nación estamos aún atorados con las prescripciones para eliminar el dolor. El año pasado hubo más de 236 millones de prescripciones escritas para opioides en Estados Unidos, esto es alrededor de una botella de opioides para cada adulto americano”.

El mayor aumento de muertes por sobredosis se produce en estados a lo largo de la costa este, particularmente en Maryland, Florida, Pennsylvania y Maine, de acuerdo con datos preliminares.

El número de muertos por sobredosis crece aceleradamente acompañado por innumerables tragedias personales, familiares, comunitarias, humanas. Se calcula que hubo más muertos por sobredosis de drogas que el total de muertos estadounidenses en las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán juntas.

Año con año las cifras crecen dramáticamente. Los opioides sintéticos, la heroína y sus derivados están diezmando la población. En su mayor parte afecta a estadounidenses blancos entre los 20 y 50 años de edad, de ingresos medianos y bajos, desempleados o subempleados que se endeudan, venden sus pertenencias, pierden el control de su vida.

Un caso que con variantes se repite por cientos o miles, es el que recoge el New York Times en Akron, Ohio, conocida como “la capital mundial del hule”, donde muchos empleos manufactureros se perdieron en la crisis de 2008. Ahí las muertes por sobredosis se han disparado y las historias de fracasos se repiten, como la de Cliff Parker: buen estudiante, atleta y obtuvo una beca para la universidad. Se inició con medicamentos prescritos para el dolor y lo perdió todo. Tras seis tratamientos de rehabilitación, está limpio pero vive en las calles.

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