“Los niños, ¿futuro de México?”

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Nosotros, los que ahora leemos, somos indudablemente el futuro que un día quisieron nuestros padres cuando en medio de la carestía que había dejado el gobierno de Echeverría y otros, no deseaban otra cosa que el bienestar para México.

Podría hasta decir que nuestros padres nos enseñaron lo básico para sobrevivir en un mundo que pintaba desastroso. Veían venir los ochentas y noventas como algo adverso y los dos miles ni mencionarlos cuando todos sabían que a su llegada se acabaría el mundo.

Bajo esa estela de desamparo vivimos los que ahora brincamos los cuarenta años. Con todo y eso  nueve de diez podemos decir que vivimos una infancia de felicidad que hoy podemos contar con una amplia sonrisa. Nunca se oía de sacerdotes manoseando a los niños ni de padres acarreando a sus hijos para que no se mojaran apenas comenzaba a llover. Jamás oímos hablar de drogas ni atentados contra la humanidad, mucho menos que los nietos golpearan a su abuelos o que a la hora de la comida estuviéramos viendo la televisión porque hasta eso, muchos no teníamos y los que beneficiados eran con tenerla, era a blanco y negro. Nosotros éramos el futuro de un México que apenas empezaba a desmoronarse.

Los niños son el recurso más significativo del globo y el mejor anhelo para el devenir de los tiempos, pero ¿qué sucede cuando en dicha esperanza se ha puesto muy poca inversión? Obviamente que se habla de una inversión cien por ciento emocional. Una inversión en la que el amor es lo más importante. El brindarles amor implica por consiguiente toda esa gama de principios morales que harán de ellos seres humanos y por ende ciudadanos de calidad.La única riqueza en este mundo son los niños, más que todo el dinero y el poder. Lo son porque serán quienes velarán nuestra vejez.

Hoy pulula por el planeta una generación robótica, una generación estúpida y sumergida en pantallas adictivas. Esa es la generación que gobernará al mundo en un futuro no muy lejano. Nuestra vejez está literalmente en sus manos. Demos por hecho que de seguir inyectándoles una tecnología sin instructivos y ese odio por nuestros semejantes, una muy buena parte de nosotros terminaremos recluidos en asilos o en casa de asistencia.

Pareciera que no, pero siempre se ha dicho que los niños ven a conciencia lo que los adultos hacen y por ende terminan llevándolo a cabo como si fuera un orden natural. Hoy nosotros hacemos los que nuestros padres hacían y por ello muchas de esas acciones son buenas. Todavía muchos de nosotros tenemos muy arraigados esos principios que hoy la juventud considera anticuados y obsoletos. ¿Qué harán nuestros hijos en el futuro que hoy ven ennosotros?

Estamos literalmente espantados por lo que a últimas fechas Donald Trump hizo separando a los hijos de los migrantes. No es cosa rara, durante la persecución contra los japoneses pasó lo mismo. Hitler hizo lo mismo, tambiénMussolini y hasta Napoleón. Lo inhumano no es algo nuevo, pero nada de eso ocurriría si durante la infancia se inculcaran el principio de la bondad y el respeto en el corazón de nuestros hijos.

La guerra inicia cuando en el hogar los hermanos pelean por apoderarse de un juguete; cuando inicia una guerra entre padres e hijos por los permisos o llegadas tarde a casa. Los principios familiares que los convierten en más humanos es la base para la paz en el futuro. Si se inculcara el amor por la familia y por cada uno de sus integrantes, hoy no existieran las prisiones, ni los reformatorios, mucho menos los asilos, sitios de vergüenza en los que en una gran mayoría los humanos de la tercera edad son abusados y tratados muchas veces como esclavos.

La naturaleza quiere que los niños sean niños antes dellegar a ser hombres. Para cuando se es hombre, el que antes fue niño debe poseer todas aquellas cualidades mezcla de lo divino y de lo mortal que lo llevarán en línea recta hacia el éxito. El éxito sin mucho preámbulo es ser un bien a la sociedad que lo educó y lo versó en lo necesario para su felicidad.

La gran pregunta en pleno 2018 es ¿es en realidad la infancia el gran futuro para nuestro país? Así de golpe bien podríamos decir que no. Pero a lo que bien podríamos decir que sí es al que aún hay tiempo para enderezar la senda. Dicha senda es sin duda una buena ley educativa que incluya las ciencias sociales, la educación cívica y las relaciones familiares. Es tiempo de volver a sano catecismo, a la educación en casa eliminando únicamente la violencia que imperaba en tiempos pasados.

Preguntémonos si hoy estamos enseñando lo primordial para que nuestros hijos nos amen cuando ya no podamos dar ni un paso. Si lo hacemos hoy que todavía hay tiempo, bien podríamos ir pensando en una reposada vejez y en un país en paz. Adieu.

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