La pluma profana del Markés

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“Sangre de Venus”

Si México se pudiera escanear para ver en qué regiones se ha disparado la violencia de género a raíz de la contingencia del Covid 19, seguramente las manchas marcando la evidencia sumarían todo territorio nacional.

Hoy el terrorismo contra la mujer no es nada oculto. El delito se revela desde los techos de las casas, por las ventanas, por las puertas. Pareciera imposible de creer, pero hoy, en pleno 2020, la violencia ha crecido tanto, que ahora la intimidación ya no sólo viene de manos del cónyuge, ahora las estadísticas han comenzado a develar que son también los hijos varones y los abuelos quienes se han agregado al terror.

Lejos de la terrible pandemia que padecemos por el virus que ya todos conocemos, se ha revelado que cada vez son más los casos de violencia en el seno del hogar a raíz del confinamiento al que se nos ha destinado para protegernos del coronavirus. Y es que lejos de lo que muchos pensaron, es decir, que este tiempo de reclusión podría ayudar a mejorar las relaciones familiares al convivir en el encierro, todo fue al revés al marcar las encuestas un elevado número de crímenes en el país.

Dicen que la mano que mece la cuna es la mano que gobierna al mundo, bueno, esa era una frase muy elegante y dulzona que bien podría quedar como anillo al dedo en décadas anteriores a la que actualmente vivimos.

En la década de los ochenta, noventa y obviamente, atrás de estas, hablar de la madre era hablar casi de Dios mismo. El respeto que se le profesaba no tenía vuelta de hoja, se era, porque así se debía de ser. Mucho se ha hablado de patriarcados o regímenes masculinos, sin embargo, necio es el hombre que no acepte el hecho de que el género femenino es una parte preponderante en el diario vivir.

Los años en que actualmente navegamos nos han mostrado que la masculinidad se ha venido al suelo de una manera catastrófica. Su caída ha consistido justamente al tratar de gobernar el mundo bajo su propia sabiduría y sin la ayuda idónea de una mujer. Hoy en día la violencia contra dicho género se ha disparado de un modo alarmante. Las redes sociales se han encargado de evidenciar la enorme cobardía que existe en el hombre. Este ha dejado de respetar ya no sólo a las mujeres mayores, contendedores de amor y sabiduría. El hombre ha arrasado en su estúpida violencia contra niñas indefensas, jovencitas en la flor de su edad y hasta de mujeres maduras que ya poseen un hogar.

En un significativo discurso en una de los salones más elegantes de la ONU, la bellísima actriz Nicole Kidman, Embajadora de la Buena Voluntad de las Naciones Unidas, expuso abiertamente que una de cada tres mujeres padece abuso y violencia durante su vida. Agregó que tal cosa era una violación a los derechos humanos y que era una de las pandemias más invisibles y poco conocidas de nuestros tiempos.

El Salvador, Honduras y Sudáfrica encabezan la vergonzosa lista de los veinticinco países con la tasa más alta en feminicidios en el orbe. México se coloca en esta penosa lista en el número veintitrés. Ya dentro de nuestro seno, son Zacatecas, Colima, Baja California, Guerrero, Chihuahua, Morelos y Tamaulipas, los que engalanan la lista de los más violentos.

MalalaYousafzai, activista paquistaní, ha ido acumulando a lo largo de su carrera como guerrera feminista una serie de rencores por parte de una sección de hombres a lo ancho del mundo a causa de sus continuas expresiones en contra del manejo que éste le ha dado al mundo y a la mujer. En uno de sus muchos discursos expuso que los hombres creían que por ganar dinero y dar órdenes, los hacía ser la base del poder. Añadió igual que éstos demeritaban la capacidad femenina para tenerlo, siendo que éstas cuidaban de todos durante el día y aparte, poseían el don del alumbramiento.

Hoy la ayuda idónea que los dioses crearon del costado de Adán, según la mitología hebrea, padece los horrores de su compañero. Hoy su lecho está manchado de sangre y vituperios. Hoy Venus llora junto al mar casi casi inmediatamente luego de haber nacido de la espuma de su espuma. Marte parece haberla golpeado casi hasta la muerte.

Con una evidente injusticia, el hombre se ha afanado en arrebatarle mucho de los méritos que por derecho le pertenecen. No parece entender que un día, siendo polluelo, estuvo bajo sus alas cuando el enemigo parecía venírsele encima y esta, con su poderío protector, hacía cuanto podía por ponerlo a salvo. Hoy el polluelo ha crecido y piensa que ostenta el poder y el derecho a dañarle la cresta a quien sigue siendo capaz y en medio del abuso, dar su vida por él. Adieu.