La pluma profana de El Markés

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“La boda”

Aparte de ser amanuense igualmente soy camarero, mesero en eventos en los que he aprendido tantas cosas de la actividad humana, que no me ha costado trabajo recaudar algunas historias. Esto viene justamente a lo que viví hace unos días en una boda verificada en un poblado cercano a mi ciudad. Fue justo ahí donde pude ver a una pareja de novios echar todo a perder a causa de la vanidad, orgullo, y sadismo clasista de uno de ellos. Quise entonces recrear esta historia y mostrárselas… ¿me acompañan?

“─Nomás no quiero ver a tu mamá queriendo echar doblete en la boda, Julián, porque esa maña tiene tu gente- me dijo Zulma mientras salíamos de casa de Lupita Leyva, que como experta banquetera había formado parte de otros eventos como la pedida de mano en un hermoso jardín en la colonia Americana, y la despedida de soltera─. Y pues, ya sabes, amor, hemos invertido tanto en la fiesta que, claro, ambos queremos que todo salga bien bonito.

─Lo sé, lo sé, mis ahorros de dos años se fueron ahí, pero esa era la idea─ le dije.

─Ni tanto, Julián, la mayor parte la pagamos entre papá y yo. Lo tuyo muy apenas cubrió los meseros y la cerveza.

Para nuestra mala suerte ese sábado de diciembre amaneció frío y con amenaza de aguanieve. Tuve miedo de que mamá no pudiera ir a la boda porque sacar a Pili así era un riesgo.

Pili, mi hermana, tenía veinticinco años, yo los mismos. Éramos gemelos y hablar de nuestra infancia es algo sagrado. Lo llamaría felicidad porque creo no hubo algo que soñáramos, con todo y que fuéramos pobres, que no cumpliéramos, bueno, en nuestra inocente imaginación.

La familia de Zulma era enorme, la lista de invitados se elevaba a doscientos noventa y ocho por parte de ella y dos restantes que eran mamá y mi hermana.

La ceremonia en el templo del Sagrado Corazón en Nueva Rosita fue hermosa, pero al salir y sentir los pétalos y vivas caer sobre nosotros, no vi en momento alguno a mi familia.

Club México quedaba cerca y la casa de mamá en la Morelos, algo lejos. Estaba aparentemente tranquilo, pero no era así. Los invitados más fieles y encumbrados, amigos de mi suegro, deambulaban encopetados y altivos. Sus trajes brillaban tanto que opacaban al mío que, a leguas se veía haber sido alquilado muchas veces. Miraba a Zulma tan hermosa que había valido la pena trabajar en cosas extras para poder darnos ese lujo de fiesta, aunque ella dijera que su padre había sido el bueno.

Entrar al salón fue penetrar a un túnel de fantasía. La decoradora, que venía de Torreón, había creado un ambiente tan impactante que creí ser parte de una película de Hollywood. Cada mesa tenía el nombre de la familia y estaba abastecida de una botella de whisky y repostería fina, y claro, un enorme arreglo de flores naturales.

La tormenta se vino encima y los invitados llegaron sin problema en sus autos. Entonces me di un espacio y salí al patio, llamar a mamá y preguntar qué había pasado. El auto de tío Gimeno se había averiado y se habían quedado vestidas. Los hermanos de Zulma me pusieron excusas y tras llamar a un taxi para que las trajeran, empezaron los juegos nupciales.

En pleno vals se escuchó un alboroto en la entrada del salón y Erick, de Massore, paró la música.

La parálisis de Pili había dificultado la entrada de la silla especial por todos los arreglos que había en la entrada. Emocionado de verlas llegar dejé por un momento la pista y fui a ayudar. Le di su beso a mamá que se veía bonita con su rebozo artesanal que ella misma se había tejido para esa ocasión. Ordené fueran llevadas a su mesa y yo volví al centro de baile. Todos aplaudían, Zulma ya estaba seria. Los Herrera, fotógrafos del evento volvieron a tomar sus lugares y la música se reanudó.

─ ¿Por qué mamá está hasta allá, Zulma?─ Le pregunté mientras me vestía luego de que sus amigos me habían elevado, desnudado, embarrado de pastel y dejado en el baño.

─Julián, esa fue la mesa que quedó, ¿qué querías? ¿Qué pusiera a los Z Cruz junto al baño o a los Nissino junto a las bocinas? Además, estuvo bien porque la silla de tu hermana es muy larga, estorbosa y no da buena apariencia. Aprecio mucho a mi suegra, Juli, pero no venía vestida para la ocasión.

─Zulma, estás hablando de mamá y de mi hermana. Te desconozco y…

─Toma, ponte el moño y no me hagas berrinches. Nomás falta que me arruines el día más importante de mi vida.

─Caray, pensé que era de nuestra vida.

─Pues tu madre casi lo arruina llegando así, a medio vals, a propósito y llamando la atención de todos. Mínimo le hubieras dicho que venía a la boda de su hijo y no de compras al mercado.

Furioso y humillado salimos del sanitario.

─Sonríe─ me dijo al oído… y gracias por no meter a tu hermana a atrapar el ramo.

Sonreímos al tiempo que todos aplaudían. Las luces, la música y la decoración hicieron del evento algo fastuoso y fuera de serie. Erick tocaba y bailaba lleno de energía y cuando el Oso polar comenzó a sonar, traje a mamá a la pista. Estaba feliz de verme contento. A lo lejos miraba a mi hermana en su lecho y riendo medio retorcida. Ella había nacido así, con una parálisis que los tres habíamos aprendido a sobrellevar del modo más positivo. Sonreía a lo lejos al vernos bailar ante la mirada asqueada de los invitados. Creyendo que mi mundo era el de ellos y al finalizar la canción, volví a mamá a la silla y cuando el Popurrí Sabanero comenzó a inundarlo todo, tomé los manubrios de la silla y traje a mi hermana al baile. Sentía las miradas encima pero me importaba más pasarla bien. En un momento Zulma se me acercó y me dijo, Estás haciendo el ridículo. La ignoré y seguí bailando. Pili estaba feliz y yo también.

La mala organización en la cocina y el que mi suegra quisiera quedar bien con los suyos poniéndole más comida de lo debido a los platillos, derivó que al final cinco mesas quedaran sin servir, entre ellas la de mi familia.

─Le completamos veinte bien servidos- dijo amabilísima doña Lupita. Yo siempre traigo extra para casos como este.

─Por favor llévenle a los Yeverino, a los Villarreal y a los Long, dijo mi suegra.

─Mamá y mi hermana, sólo son dos─ Le dije a Zulma.

─Son dos, pero como si fueran cuatro, además tu hermana ni come, parece de biberón- expuso burlona ante la mirada de los presentes. Callé y me fui. Le expliqué a mamá lo que pasaba y tan noble como era me dijo que no me preocupara, que no pasaba nada.

El baile siguió y justo a las doce de la medianoche, cuando los meseros repartían el pastel, mi prima Eloísa ya iba entre las mesas dejando una bolsita lindamente decorada en cuyo interior había cinco buñuelos. Aquello era obra de mamá. Era experta en buñuelos y los invitados quedarían encantados.

Al ver que Zulma conversaba con mi prima tomándola raramente del brazo, me acerqué.

─Juli, obvio que no pondremos eso en la mesa. Conozco reposteras de Monterrey, Monclova o Torreón que me hubieran hecho buenos buñuelos, obvio que esto no va a estar en las mesas…¡¡mesero!!─Alzó el brazo llamando al camarero─ por favor, retire todos los buñuelos de las mesas y entrégueselos aquí a la señorita.

Volví a callar ante la mirada enfurecida de Eloísa. Mamá, que se encontraba cerca, esquivó mi mirada para no hacerme sentir mal.

─De las mesas no se quita nada, los hizo mamá y están muy bien- defendí.

─¿Y dónde los hizo? ¿En la mesa panda de aserrín que tienen en la cocina?… mírame, Juli, mírame y léeme los labios, ¡¡Obvio que eso no va en las mesas de mi boda!!

Los invitados más cercanos me miraban. Mi cara estaba roja más de vergüenza que de coraje. Lupita Leyva, que me conocía desde niño entró al quite cuando una de sus hijas le dijo lo que pasaba.

─Perdón que me entrometa, Zulmita, pero te puedo asegurar que mi amiga Brígida es de las mejores reposteras y en cuestión de buñuelos, la mejor.

Zulma me miró encolerizada y ahora respaldada por sus papás tras de ella:

─Harán lo que yo digo, Julián. Esas cosas no echarán a perder la decoración.

Sentí entonces la mano de mamá en mi hombro y callé. Viré mi cara y mi hermana lloraba en silencio. Caminé hacia ella y le besé la frente.

─ ¿No quieres aplausos por hacerte la víctima, Julián?─ Dijo Zulma.

Sin poder entender tanta humillación a mi familia me saqué el saco, se lo lancé en la cabeza ante la impresión general, tomé los manubrios de la silla y me abrí paso rumbo a la salida.

Alcancé a oír un ¡¡Estúpido, arruinaste mi tocado!!

No sé cuántas veces me buscó Zulma en casa bañada en lágrimas. Culpaba al whisky, a las cervezas y a lo cansado del día. Nada era cierto. Cuando se es orgulloso, racista, clasista y egoísta, aunque no tomes más que té, seguirás siendo así. La amaba, pero ella nunca cambiaría. Había visto señales en el noviazgo pero me había hecho el desentendido.

Mi boda, la más anunciada, la más esperada, la más vergonzosa y humillante. Zulma se casó al año con un carbonero que al acabarse el mineral, la convirtió en prostituta de muchos. Se tiró al vicio y terminó siendo una madre desobligada de más de cinco chamacos.

Lo que mi ex nunca había entendido era que primero tuve una madre y una hermana, después una novia. Eso siempre lo tuve bien claro. Siempre fui noble y honesto. Tuve una carrera universitaria que me dio logros, pero nunca vanidad. Mamá siguió echándose dobletes cuantas veces quiso estando conmigo; ella era la cocinera y se lo merecía porque había dado la buena batalla amándonos como hijos.

Pili murió a los treinta y mamá a los ochenta. Las echó de menos porque éramos un trío indivisible y cargado de amor. Hoy solo me resta recordar y sentirme en paz por haber defendido la única cosa de valor que Dios me había dado hasta ese momento.”

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