La pluma profana de El Markés

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“Blue Demon”

¿Qué tanta importancia tiene el perdón en la vida del ser humano? Si algo hace falta al día de hoy en la humanidad, es precisamente la valorización de esas actitudes que sin duda nos llevarán a un buen puerto.

No hace ni 24 horas una mujer me comentaba que guardaba en su corazón un rencor muy grande hacia su hijo. Me pregunté entonces cómo era posible que una madre le guardara resentimiento a su propio hijo, pero cuando me contó su historia puede compenetrarme un poco con ella y en cierto modo hasta ponerme de su parte. Esta historia que viene a continuación no es la que escuché de una mujer llorosa y dolida, pero su revelación me inspiró a traerles a ustedes esta que ahora les ofrezco, y que mucho me gustaría comentaran líneas abajo, ¿listos?

“Mi hermano se llevó mi Blue Demon, pero mamá mi vida feliz. Llovía como si Dios hubiera estornudado sobre el pueblo y las pajas del techo se volaban como hojas arrancadas de un cuaderno. ¡¡No me dejes mamita, no te vayas!! Le gritaba en un lloro sin que ella quisiera o pudiera oírme por lo estruendoso de la tormenta. Tres días de lluvia me anegaron la casa y el corazón. Sin comida y sin compañía salí a mis siete años a pedir de limosnas, tenía que ganar como Demon en sus luchas, pero cada quien tenía sus miedos y pedideras. De mí se ocupó doña Fermina, pero sólo por un año porque murió de viejita. Enseguida me agarró Amada Faz que me llevó hasta Valladolid y tuve que olvidarme de Motúl. Ella me vendía por unos pesos y así, desde niña, aprendí a soportar a los hombres al grado de odiarlos a muerte. A los dieciocho hui a Tizimín y fue peor. La mujer que me había llevado allá y supuesta amiga mía, me entregó a unos gringos y ahí sí sufrí de infierno. Me daban droga, me amarraban, golpeaban y todos me abusaban. Mi belleza me condenó desde niña. Mis ojos jade, cabello rizado y líneas bonitas en mi cuerpo me arrebataron la paz.

A los veinte me fui a Mérida y fue ahí que luego de conocer a unos cristianos evangélicos me entregué a Cristo. A partir de ahí mi alma de Blue Demon comenzó a ganar sus peleas. A los veinticinco me armé de valor y quise volver a mi pueblo. Seguro el terreno estaría solo o en el peor de los casos alguien se hubiera apoderado, pero sólo quería volver para luchar contra la nostalgia.

El bus me dejó en Motul y cosa curiosa, estaba diluviando. La casa estaba intacta, es más, un poco mejorada. Seguro alguien la ocupaba y quise saber quién. Tras tocar agazapada cubriéndome la lluvia y sin ser atendida empujé con suavidad la puerta. Todo estaba en penumbras. La humedad lo llenaba todo y ahí, en una vieja hamaca, estaba mamá siendo atormentada por una embolia que le había arrebatado toda movilidad. Junto a ella, mi hermano Julián, sin piernas y sentado en su silla de ruedas, le daba un seco panucho que alguien le había llevado. Atontada miré la escena como quien ve a la muerte echada en la cama. La casa seguía sin piso y las llantas de la silla de mi hermano atascadas. Miré a mi alrededor y sólo exhalé un ¡¡Ayúdame Jesús!!

Tenía muchos motivos para odiar a mamá, muchos, hartos, bastantes, pero al verla ahí con sus ojitos hundidos en su cráneo y a mi hermano amputado, Cristo entró de lleno en mí y de inmediato busqué ayuda con mis hermanos en Mérida.

Mamá murió dos años después, pero la vi muchas veces sonreír en muecas. Mi hermano se ve hermoso con corbata y más cuando otros hermanos empujan su silla cuando van por él a la casa para llevarlo al templo. Ambos hacemos hamacas y nos va bien. Dios nos ha bendecido mucho. La venta del terreno en Motul nos ayudó a invertir y cambiar el rumbo. Jesús nunca nos abandona, siempre está ahí, asomándose curioso y cuando ve que estamos yendo a pique, aparece.

Un día mi hermano me regaló una Biblia y un paquete extra. La Biblia era hermosa, pero amé más el paquete extra que era ese Blue Demon ya gastado y masticado de las manos que un día se había llevado. Lo abracé fuerte y lloramos mucho más que ese día de diluvio en que los había visto irse.

Ahora vuelvo a preguntar, queridos lectores, ¿Qué tanta importancia tiene el perdón en la vida del ser humano?

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