La pluma profana de El Markés

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“Vitíligo”

La lámpara Wood es una de las peores pesadillas para quien teme tener vitíligo. Este es un padecimiento dérmico que rompe de golpe la estética del ser humano y se tiene que llevar por el resto de la vida. El cincuenta por ciento de quienes la padecen comenzaron su sintomatología cruzados los veinte años.

Esto me trajo a la inspiración, la siguiente historia. Disfrútenla.

Emocionada y con lágrimas chorreando por sus mejillas, mamá abrió el sobre kodak… ¡¡¡Tengo las fotos de la boda, mija!!!, me dijo tomándome del brazo para que la acompañara a la sala. Nos sentamos lado a lado y fue sacando una a una las treinta y seis imágenes que nos había tomado un amigo con su cámara. Habíamos esperado una semana para que nos las revelaran y teníamos la emoción al tope.

La inicial sonrisa de mamá fue desvaneciéndose cuando en ninguna de ellas aparecía. Con premura abrió el segundo sobre de veinticuatro exposiciones y el de doce y nada. Ella no lo sabía pero yo misma le había dicho a Raulín, que tuviera la precaución de que en ninguna de sus tomas saliera, y que cuando ella se acomodara para la foto, fingiera tomarla.

Cuando era niña y vivía en mi mundo de fantasía, mamá era la reina de mi castillo. Hacíamos tantas cosas juntas que hacer una lista me costaría mucho papel y tinta. Me había enseñado a pintar con acuarela, bordar, hacer múltiples adornos de Navidad y día de muertos. Los días de Pascua eran mis favoritos porque con todo y que nunca tuve papá, ella se encargaba de prepararlo todo para esas salidas al campo y la consiguiente búsqueda de huevos… pero un día se me puso pinta, sí, tan manchada de vitíligo y de un color rosado, yogurt fresa que hacía un horrible contraste con su aperlada piel. Tan activa como era, mamá siempre estaba metida en eventos escolares y actividades de la iglesia y lejos de preocuparle lo que le pasaba, decía que ser hija de dios la reconfortaba. Que mis malos compañeros me dijeran que era hija de una payasita mal pintada o que si no sabía mugir por ser hija de una vaca, me ponía histérica. Lloraba en mi cuarto y mamá sólo tenía estúpidas frases de consuelo que tenían más que ver con un “De jóvenes todo tenemos altibajos”, y me abrazaba. Lo que ella no sabía era que yo vivía en un bajo y no en un alto.

El día de las madres la mía fue coronada como mamá simpatía en la secundaria. La mamá de Perlita Jara había perdido por dos votos y eso desató la furia de mi compañera. El evento todo muy bien. Compañeros cantaron, hubo poesía y artesanías hechas por nosotros. Me acuerdo que llevaron a un trío para alegrar a las mamás y mucha comida.

Al día siguiente apareció un dibujo en el pizarrón que representaba a mamá pintada como una vaca. Le habían puesto cola y una leyenda que decía:

¿Mamá bella o mamá Clarabella?

Sabía que había sido Perla y sin pensarlo me le fui encima apenas la vi entrar. Le torcí un brazo, le dejé arañada la parte derecha de su cara y le aflojé un colmillo. Media hora después yo estaba en la dirección escolar y mamá por llegar.

Tras contar lo sucedido mamá aceptó que me castigaran sin clases un par de semanas. No entendía su posición de perdonar todo y así y a partir de ahí, odiaba que hiciera acto de presencia en cualquier parte donde yo estuviera.

Cuando me gradué de primaria fingí estar enferma pa secundaria para no ir al evento y cuando salí de la prepa volví a hacerlo, nomás por eso entre todos los papeles que hay por la casa ninguna imagen de esos días existe.

Toda la prepa convencida estaban de que vivía con mi madrastra y que mi madre había muerto muchos años atrás. Eso me quitaba vergüenza cada que iba a la escuela a tal o cual cosa.

Mamá supo que la negaba cuando por preparativos para mi graduación de Cirujano dentista, fue a la UNI a ofrecerse a decorar el recinto. Era buena para eso, qué digo, perfeccionista, y más si se trataba del evento más importante de mi vida hasta ese momento.

─No tienes nada que hacer aquí, mamá, ya basta de meterte en mi vida. Déjame andar sola, me avergüenzas, ¿de qué te sirve tanto espejo en la casa? Date cuenta mamá que estás pinta, estás jodidamente tan fea y eso me ha hecho vivir miserable y objeto de burlas. No hagas las cosas más peores, no aquí en la universidad.

Mamá salió del lugar con una sonrisa, atajando el destrozo que llevaba dentro. Al llegar a casa la encontré llorando y tras preguntarme un ¿Porqué, hija? Se desató una nueva batalla en la que yo la llevé de ganar por mi amplia artillería verbal… Y te aviso, me caso en tres meses todo está listo e irás a la fiesta nada más porque Julio me convenció de que tenías que estar ahí.

─¡¡Te casas!!Qué emoción, hay que ver lo del vestido, hija; el banquete, la música y los invitados, tus tíos…

─Mamá, te acabo de decir que todo está listo. Los invitados son selectos y ya te conseguí una maquillista que te deje guapa.

─Yo sé maquillarme, hija…

─Mamá, mira, te lo dejo bien claro, o aperlada o blanca, no hay de otra, pero pinta, ni lo creas. Lo tomas o lo dejas, a mi boda no vas como payaso de carpa.

No sé qué pasó ese día pero el clima era tan asqueroso que el calor en el salón hizo que mamá perdiera su maquillaje antes de que empezará la fiesta. Julio me dijo que yo era cruel, que dejara a mamá maquillarse como ella quisiera y tuve que acceder presionada por el momento. Juro que se veía horrible, más que eso, despreciable.

Mamá murió, gracias a Dios ocho meses después. No conoció a su nieto. Lo confieso, fui feliz por muchos años, por lo menos hasta que a mis sesenta me detectaron cáncer y perdiera mi cabello.

Sobreviví alentada y ocupada en cuidar a mi nieto y gozar de mi vejez honorablemente. Eso me llenaba. Mi relación con él era de un tremendo amor de abuela nieto. No salía de casa si no era con él y cuidarlo mientras mi hijo y nuera trabajaban me ayudaba a enfrentar mi enfermedad.

─No quiero que mi abuela vaya por mí a la escuela- escuché a mi nieto llorar en la cocina. Curiosa me acerqué. Mi hijo le preguntaba,

─Pero qué es lo que pasa, Rawy, si tu abuela es muy buena contigo…

─Sí, pero a ella le falta su pelo y mis amigos me dicen que si es gitana, o cosas así. No me gusta se burlen de mí. Mejor que ya no vaya por mí, ya no quiero que mi abuela vaya a la escuela.

Me tapé la boca para evitar un sollozo que casi se me escapa. Corrí al baño y cerré la puerta. Me arrinconé y miré el techo. Lloré dolida porque Rawy era mi todo. Yo, su abuela, le había enseñado desde caminar, hablar y comer cuando sus padres ocupados estaban en trabajar.

Al día siguiente mi hijo no me llamó por teléfono, tampoco el otro y cuando fui a su casa me dijo, Mamá, ya ocupamos a alguien que lleve y cuide a Rawy. Te visitaremos los fines de semana.

─Pero qué pasa, mijo.

─Ande, cosas de niños.

─ ¿Es por mi calvicie?

─No diga eso mamá.

─Rawy se avergüenza de mí, hijo. Enséñale respeto, virtud, no lo vuelvas malcriado.

─ ¿Está diciendo mamá, que estoy malcriando a mi hijo? Usted sabe que no.

─Pues mira, yo sé que no me quiere por mi calvicie, Enséñale y dile que estoy enferma. Tú nunca fuiste mal educado, no te equivoques.

─ ¿Cómo usted, mamá? Yo no conocí a la abuela Fanny, aunque me hubiera gustado conocerla, muchos me han dicho que era un alma de Dios, buena, bondadosa, pero que tenía su piel manchada… ¿te recuerda algo?

Entonces supe que las cartas estaban echadas y que Dios, la vida o no sé quién carajos, me estaba dando una bofetada que me ardía, me dañaba y me volvía triste y miserable.

《Mamá, ya sé que de nada me sirve traerte flores al panteón, tal vez ni existes ni en espíritu como nos han hecho creer, pero Rawy, tu bisnieto no me quiere… hasta tu nieto sabe de mi vida pasada que creía enterrada… ahora sé lo feo que se siente ser despreciado. Si te pido perdón sonaré ridícula, pero segura estoy que de verme así, tú sí me abrazarías, estarías y padecerías conmigo…. No te veías tan mal con tu piel diferente, ¿pero cómo me veo yo, mamá? ¿Cómo hacías para aparentar seguridad? Yo no puedo hacerlo. No puedo.

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