La pluma profana de El Markés

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La pluma profana

“La evolución de la educación”

Si has saltado la valla de los cuarenta años, sabrás de lo que hablo cuando digo que la evolución de la educación en México sí que ha sido una real adelantamiento. Para mal o para bien, solo usted podrá definirlo. En lo personal me agradaba mucho más la educación de los tiempos idos cuando todo era más recio, fiero, y penetrante como una espada de doble filo. En el pasado los profesores tenían una ética bien establecida, y eso era, hacer que el alumno supiera sumar, restar, multiplicar y dividir. No se podía graduar, ni mucho menos ir a la secundaria, si no sabía estas reglas básicas de conteo. La historia y el civismo se nos metía hasta el meritito corazón. Se aprendía desde muy niños que ser cívicos era parte de una sociedad que así lo requería. Se saludaba con orgullo lunes a lunes a la bandera y se entonaba el himno nacional degustando cada una de sus estrofas. No faltaba el chamaco que ese día lunes se levantaba tan mexicano, que se echaba su lagrimita en esa estrofa que lo mencionaba como un buen mexicano… Patria, patria, tus hijos te juran, y es que sin exagerar, en realidad lo jurábamos cuando al cumplir los dieciocho, se visitaba el cuartel militar para solicitar la cartilla militar que te brindaba un número de soldado y que te hacía mención de que dada la necesidad, se te requeriría para luchar por la patria. Era una sociedad distinta, es verdad, no había tantas leyes regulando el comportamiento como las hay hoy y que claro, se valoran y se agradecen. Podríamos mencionar el hecho de que antes si se violentaba a un animal, no pasaba nada, porque era eso, un animal. La violencia contra las mujeres y los niños no era tan penado, o al menos no como lo es ahora.

Volviendo al tema de la educación, esta se impartía, muchas veces, desde las mismísimas empresas. Empresas refresqueras, panaderas, galleteras y otras, se aliaban a campañas que hacían que los niños se interesaran en la historia. Y vuelvo a decir que si has saltado la barda de los cuarenta y mejor aún, de los cincuenta, seguro te brillaran los ojos y se respingará el corazón si te recordara que durante una muy buena época, la empresa de frituras de la carita sonriente sacó una campaña de ilustración histórica en la que su producto contenía pequeños bustos de los diversos héroes nacionales. En lo personal me tocó tener una vasta colección de personajes que presumía con mis amigos. A veces me los llevaba a la escuela para intercambiar los repetidos y poder tener así una colección más completa. Me gustaba tener en una repisa y bien acomodados a Miguel Hidalgo, Nicolás Bravo, Cuauhtémoc, Francisco Villa, Emiliano Zapata, Benito Juárez y claro, mi favorita, la de Nezahualcóyotl, el poeta prehispánico. La pregunta es ¿Por qué esta empresa tan poderosa le apostaba a la educación? ¿Por qué incluir este tipo de personajes si tal vez a la niñez de aquellos tiempos no les interesaba la historia? La realidad era que una muy buena parte de la población infantil sí estaba interesado en la historia y eso venía porque el tronco común de materias escolares tenía esta materia. Dicha campaña de distribución de bustos fue todo un éxito, tanto así que duró una muy buena temporada. Cosa curiosa, no sabíamos que mientras nos ilustrábamos con un poco de historia, al mismo tiempo asesinábamos nuestro estómago consumiendo productos chatarra; pero eso no importaba cuando apenas timbraba la campanilla para la hora del recreo, salíamos para lonchar y preguntar ¿tienes el de Lázaro Cárdenas? ¿Y el de Moctezuma? No, ese no es Moctezuma, ese es Ahuizotl.

La empresa productora de pan fue un poco más al futuro cuando sus productos comenzaron a incluir colecciones de barajitas donde la misión era llenar un álbum de historia natural con una enorme y extensiva colección de plantas, animales y culturas universales. Era algo en realidad precioso, claro, sin demeritar el que vino después, allá por los noventa en el que el siguiente cometido era coleccionar estampitas auto adheribles de satélites, planetas y fotos de astronautas. Por su parte la empresa galletera nos ponía en sus Gansitos, Pingüinos y Submarinos, pequeñas armazones desprendibles de autos, aviones y hasta animales. Era toda una aventura sacar la pieza de entre la mermelada, desprender las llantitas, el chasis, la puertitas y armar un mini auto de lujo, una avioneta o una vaca verde.

Tenemos que aceptar que México, como un país tercermundista, a cómo según nos han llamado los poderosos, en aquellas épocas una enorme cantidad de mexicanos no contábamos con televisión, de modo que la lectura y otro tipo de entretenimientos era lo nuestro. La llegada de la televisión evolucionó todo y de pronto, para mediados de los noventa, todo vino al traste con la llegada de los tazos. Los niños se olvidaron de la historia y las caricaturas de moda como Bugs Bunny, El Pato Lucas y otros más comenzaron a aparecer en la empresas de las frituras y así, por más de treinta años la empresa se dedicó a meterles en la cabeza y en estómago ya no 50% de basura, ahora era el 100%.

Hoy todo ha cambiado. Hoy nadie reprueba y si reprueba es culpa del maestro. Las llamadas de atención de un profesor, por más suave que esta sea, es violencia. Hoy los chamacos empujan y golpean al maestro y está permitido porque son niños en aprendizaje. Así tal cual

La educación en México, en el pasado, venía auspiciada por las empresas. Lo fue hasta que estas comenzaron a prostituirse con lo comercial, con lo nuevo, lo que venía. «Ahí que la SEP se ocupe de la educación de sus güercos, porque a nosotros lo que nos importa es vender tazos, aire embolsado y dos o tres frituras». Adieu.

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