“Hecho en México”

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Hace unos días, mientras leía la vida y obra de Adolfo Hitler, uno de los más nefastos dictadores que ha abortado nuestro planeta, me topé con una de sus frases fechada en el año de 1928 y que tiene qué ver con el nacionalismo por el que siempre luchó para convertir Alemania en una potencia mundial.

“Nuestro pueblo primero tiene que ser liberado de la confusión desesperada del internacionalismo y ser educado deliberada y sistemáticamente en un nacionalismo fanático. Hay un solo derecho en el mundo, y este derecho está en la propia fuerza de uno”

Ni los muertos pueden descansar en paz en un país oprimido, dijo en una ocasión el ahora extinto Fidel Castro cuando luchaba tenazmente por convertir a Cuba en una nación independizada de cualquier red extranjera… la verdad es que a estas alturas del partido en el que como mexicanos estamos siendo abatidos, pisoteados y burlados por las nuevas leyes que el país norteamericano y sus dirigentes están intentando poner sobre nuestros hombros, debemos dejar de ser unos necios y pesimistas ante esa ola de calamidades que parecen venir muy en serio.

El regulador de la diputación del partido Encuentro Social, Alejandro González Murillo, planteó establecer nuevas designaciones de origen para que más productos nacionales puedan dar un importante salto a otros mercados internacionales y aminorar esa penosa dependencia mercantil con los yanquis… en sus propias palabras expuso que debemos reconocer que no hemos podido, que no hemos tenido la capacidad suficiente para potenciar todo lo que nuestro “Cuerno de la abundancia”, como se ha dado a llamar a México por su diversidad natural, tiene. Se refirió, claro, a esa diversidad natural, económica y cultural que mucho llama la atención a los extranjeros al hablar de México. Opinó que intentar nuevas denominaciones de origen bien podría dar un salto definitivo y más firmas en las allende los mares.

Son muchos los productos con los que nuestro país lidera en el mundo. Podríamos citar la plata, el café, la cerveza, el aguacate, el tequila, las limas y limones y pantallas planas. El tope con el que nos hemos encontrado con el inicio de la nueva administración Norteamericana nos ha hecho tambalear, pero no caer. Es tiempo en el que debemos adaptar un real nacionalismo y ser liberados a base de esfuerzo de esa confusión desesperada del internacionalismo, de ese temor de quedar a la deriva si los del norte le cierran las puertas a nuestros productos.

Ciegos no estamos y por estos días hemos visto las nuevas negociaciones que nuestro país ha empezado a tener con otras naciones. Se ha dado suma importancia al llamado Triángulo Norte, conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador, así como con Argentina y Perú. Las alianzas con países de Europa y Asia son una base importante en nuestra economía y reforzarla es una tarea sobre la cual ya se está trabajando.

Como patada de mula ante su abusador, es tiempo que nuestro país se desembarace de quién cree que dependemos de él para sobrevivir.  Es cierto que por años la relación comercial que teníamos con los vecinos nos mantuvo en una zona de confort que llevó a convertirnos en algo parecido a una raza perezosa… pero ahora y a ojos vistos eso parece estar llegando a su fin y ante el mal tiempo no hay más que lavarnos la cara y mirar al frente.

Es curioso que a la hora de que nuestra selección nacional de futbol tiene un encuentro mundial, nuestros ánimos se elevan de un modo tan glorioso que nuestro pecho casi estalla. Es un sentimiento tan patriotaque nos hace ponernos felices y orgullosamente mexicanos… es un nacionalismo muy noble al que siempre debemos aspirar… las palabras del orador y militar Adolfo Hitler tienen mucho de razón. Aún y cuando no congeniaríamos con sus ideas racistas, su meta de lograr una Alemania pura es algo que Donald Trump ha adoptado para su nuevo gobierno. Para él sería genial tener única y exclusivamente gente de linaje cien por ciento norteamericano. Lo cierto es que ese país es una mezcla nata de todo el orbe, ya sea chinos, japoneses, mexicanos, hindúes, africanos, cubanos, etcétera. Tal diversidad es lo que ha hecho a ese país lo que hoy es… Es muy claro, entendible y comprensible que Donald Trump busque a toda costa consolidar a su país como el mejor de la esfera llévese a quien se lleve entre los pies en su intento por lograrlo. Ser nacionalista no es ninguna cosa que tenga falta de honor, al contrario, es un sentimiento muy natural para un dirigente que cree amar a su puedo y que siempre anhelará superar en popularidad a un dirigente anterior que haya sido amado.

La palabra fanático suena un tanto pesada, pero si se ha de desear sobrevivir a esta hecatombe económica que parece avistarse, todos debemos ser educados intencional y metódicamente en un nacionalismo. Las frases como Hecho en México deben tener un peso importante en nuestra vida al grado de comenzar a elegir llevar a nuestras alacenas productos de procedencia nacional y hacer con ello que nuestra economía se eleve. Únicamente apoyando a nuestros productores y a nuestras empresas es cómo podemos llevar a este barco que es nuestro país a echar anclas. Solo nosotros y nadie más puede poner a salvo nuestra nación. Es tiempo de entender que no sólo nos referimos a nuestros productos cuando decimos Hecho en México, sino a nosotros mismos como mexicanos. Somos hechos y educados aquí, en esta nación humana y generosa, como dice el juramento a la bandera, a la cual, literalmente, entregamos nuestra existencia si algún extraño osara intervenir para afectarnos.

Ser nacionalista no significa ser fanático pues compartiendo la filosofía de Lenin, una nación sólo se forma como resultado de un cúmulo de relaciones duraderas, de convivencia entre los hombres y esta convivencia no será real sin un territorio común y ese territorio común va desde Tijuana hasta Mérida.

Hoy tememos a nuestros políticos. Los políticos temen una revuelta y en esta catarsis de desconfianza el país del norte se aprovecha de tal inestabilidad haciendo lo que bien le plazca con los tratados firmados por nuestros antiguos líderes.

México es vasto, rico y poderosos. Sus productos son mercancías de calidad. Creer esto basta para injertarnos un chip individual que nos haga entender y recordar que somos una nación poderosa que sobrevivirá amparada por todo aquello que nuestras manos producen honestamente.

Luchemos contra nuestra propia apatía y peleemos contra la corrupción. De no vencer estos virus mortales, seguiremos siendo esclavos mercantiles de los poderosos de siempre. Adieu.