“El amor nunca deja de ser”

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Es increíble encontrar en pleno 2018 quien dice que el amor es cursi y en desuso. El mundo y sus quehaceres han vuelto a muchos muy “prácticos”, es decir, sobrevivientes en un mundo en caos y en el que si no pisas te pisan, pero lo cierto es que estamos rodeados de gigantes, de gente noble. La pregunta es ¿quién los ha hecho gigantes? Creo que usted mismo tiene la respuesta. A usted lo hizo gigante su padre, su madre, todo aquello que ellos hicieron durante su crianza para lograr ponerlo donde ahora usted se encuentra.

Fue justo hace un año cuando recogí de mi jardín una buena cosecha de uvas.

Un día, sin que nadie lo supiese desprendí de la parra uno de esos racimos que por suculentos y en verano te hacen brotar granitos en la lengua, secuestré a mi hija más pequeña y la llevé conmigo al cementerio de la ciudad para visitar a su abuelo. Como azteca moderno le ofrecí aquel racimo como una ofrenda a sus enseñanzas de antaño. Esparcí el fruto de la vid sobre la tapia y de un modo solemne y respetuoso reventé algunas uvas para que de un modo simbólico sus aromas y sabor se escurriesen y penetrasen por entre las aberturas laterales del sepulcro. En silencio conversé con él y le pedí perdón por no llegar a ser el hombre que él hubiese querido. Por otro lado le agradecí todas aquellas enseñanzas que por buenas me convirtieron en su reflejo, en un hombre de bien, trabajador y siempre atento a las necesidades de mi familia.

El hombre murió hace poquito más que un año. Era de complexión chaparrita. En sus tiempos juveniles era fuerte como un roble y al final de su vida se había convertido junto a nosotros y frente a nuestros ojos todo él en una pasa de uva. Había ido dejando de un modo u otro toda su vitalidad y sus jugos en experiencias vividas aquí y allá, pero particularmente junto a nosotros… ése hombre fue un gigante en casa… ¿alguna vez se lo dije?… no, nunca lo hice…creo que siempre cargaré con ésa falta… fue con él con quien aprendí a ser ingenioso, amar la naturaleza y buscar el plan b y c cuando el a no había dado resultado… pero él ya no está y su ausencia se ha convertido en un gran hoyo negro difícil de cubrir… qué cosas, y pensar que el racimo de uvas que le había ido a ofrecer era el fruto de una pequeña plantita que él mismo me había sacado de su jardín para que la colocase en el mío.

Todos tenemos gigantes en casa, vallamos tras de ellos ahora que todavía deambulan entre nosotros. Analícelo muy bien. Si sus hijos son enormes, eso es el resultado de un esfuerzo suyo en bien de ellos. Evitemos minimizar sus esfuerzos cotidianos, pues es bien sabido que la apatía y el desinterés por sus ocupaciones traen consigo un crudo sentimiento de incomprensión y tristeza que los llevan irremediablemente a aceptar como mejores los consejos de los amigos. Desafortunadamente muchos de esos consejos vienen culminando en seres humanos adictos a estupefacientes o a otros hábitos que por depravados convierten a cualquier ser humano limpio en una entera bazofia.

La pérdida de un padre no es cualquier cosa y si se vivió una relación fracturada por cosas insignificantes, mucho menos. Hoy yo estoy rodeado de gigantes en embrión. Todas mis hijas son campeonas porque justamente nacieron para serlo… esforcémonos por no ser gigantes debilitados frente a sus ojos. Seamos tiernos más no débiles. Enseñémosles a ser juguetones y divertidos, más nunca llevados e irrespetuosos… y es que un buen gigante espiritual no se caracteriza por su tamaño físico, pero sí por su carácter y decisión. Nunca tienen debilidades que los hagan caer como a aquel ahuehuete que inexplicablemente había caído. Cuando analizaron lo sucedido encontraron que muchísimos años atrás, cuando este portentoso árbol era joven, alguien quiso derribarlo y fracasó. La hoja del hacha quedó atorada y abandonada por el talador. El árbol creció, pero aquel hierro en su seno siempre fue su debilidad que lo hizo morir en el esplendor de su vida.

Hoy más que nunca nuestro país requiere de gigantes de hogar que defienda a espada desenvainada a quienes viven en casa. Es triste saber que la gran mayoría de los niños y mujeres violentadas son precisamente a manos de padres y conyugues. Limpiemos la senda de nuestros hijos para que caminen lo más posible en un sendero sin espinos, y que si los encuentran por las acechanzas y maldades del mundo, sepan cómo salirles de lado, enfrentarlas o evitarlas.

Elevemos una sincera plegaria por los que sufren porque hoy son ellos y ojalá nunca seamos nosotros… Adieu.

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