“Yarrington y la decadencia de la perfección”

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No hace mucho, mientras leía la vida y obra de Joan Báez, cantante norteamericana de música folk mejor conocida como “La reina de la canción protesta”, me topé con una frase suya que me pone en armonía con el asunto del que hoy pretendo opinar y que a la letra dice:

“Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”

Tomás de Jesús Yarrington Ruvalcaba, exgobernador de Tamaulipas fue la mayor parte de su vida como un sol que tibió los amaneceres con sus esfuerzos por ser una persona respetable, distinguida y triunfadora. Logró posesionarse en el cenit de su edad en una carrera política sin precedentes en la que con gloria logró convertirse en gobernador del estado de Tamaulipas y aún más, aspirar a convertirse en huésped de la mansión presidencial en Los Pinos… ¿qué sucedió?

Sin lugar a dudas Matamoros, Tamaulipas, su cuna, debió enorgullecerse de tener entre sus hijos a una persona que desde sus primeros años se distinguió como líder, jefe de grupos escolares, planillas estudiantiles y demás. Sus maneras de utilizar el Súper yo lo colocaron desde siempre en sitios privilegiados por ser siempre un alumno modelo de indiscutible honorabilidad. Sus padres, Tomás Yarrington Santos y Carmen Ruvalcaba no podían menos que sentirse honrados de su sangre al verlo despuntar como profesional y ejercer en nombramientos de importancia, todo ello precedido por una juventud colmada de oportunidades en las que pudo demostrar su enorme talento. En el ámbito de la oratoria logró posesionarse como Valor Juvenil Nacional. Sus logros en la carrera de Economía, estudios que ejecutó como becado en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, así como su licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León, lo prepararon para lo que sería uno de sus máximos logros: La gubernatura.

En el cenit de su vida y teniendo a su disposición el apoyo del electorado matamorense y luego de servir en otros vitales llamamientos políticos, finalmente en el año de 1999 logró convertirse en gobernador de su amado estado de Tamaulipas.

Se dice que cuando verdaderamente se ama algo, no habrá intento alguno por degenerarlo en ninguna forma. Yarrington, hombre próspero y bendecido con el don ya no sólo de la palabra, sino de ser aceptado por la gente como su líder, hizo cuanto pudo por dañar a todos y a cada uno de sus gobernados. Su alianza secreta con algunos de los cárteles de la droga en el país lo encumbraron y su enriquecimiento fue tan desbordante que imposible fue ocultarlo. Terminada su administración y a raíz de la captura de importantes cabecillas de los diferentes grupos delictivos, salió a relucir que nuestro excelente alumno de oratoria no era más que un alevoso delincuente que sin el menor remordimiento se había encargado de dañar a la población al abusar de su confianza y al mismo tiempo ser parte de ese mundo negro del narcotráfico.

No hay nada más vergonzoso para la población de un estado de la república, que el saber que un día estuvieron gobernador por una persona que haciéndose pasar por honorable, en lo secreto labraba la miseria de su gente. Decepciona el saber que este hombre haya defraudado al estado que le vio nacer y que al mismo tiempo lo catapultara a sitios privilegiados de poder en los que lejos de socorrer a su población para alejarla del peligro, la colocara en el fuego cruzado.

Hoy el gobierno mexicano está ofreciendo una cantidad enorme de dinero como recompensa para quien de informes fidedignos sobre el paradero del antes joven valor, de ese hombre que fue para muchos la perfección que se convirtió en decadencia.

Hoy no sólo es él el que ha defraudado a los mexicanos, son varios los gobernadores y exgobernadores que están al filo de la guillotina. Es triste ver cómo la nación está colmada de alcaldes asesinos y gobernadores que a plena luz del día se confabulan con lo más bajo de la delincuencia y que pese a haber pruebas, hoy siguen  viviendo como si fuesen inocentes.

Hoy el país está completamente parasitado de corrupción, una fermentación que de a poco nos va llevando a la debacle emocional y económica… ¿tuvo razón Donald Trump cuando llamó al sistema judicial mexicano de “corrupto”?

¡No hagan negocios con México!”, expuso.

Hoy sólo nos resta reflexionar sobre lo que somos como nación y de cómo la opinión de Joan Báez de que si no peleamos para aniquilar la corrupción y la putrefacción, acabaremos formando parte de ella”… adieu.

 

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