Una madre e hija víctimas de un ataque de ácido en Irán

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IRÁN.- Una cálida noche de junio de 2011, el dolor llegó para Sommayeh Mehri de manera inesperada. Poco imaginaba la joven madre iraní de 29 años que, mientras ella yacía dormitando y velando por el sueño de sus hijas, su esposo y padre de las niñas, arrojaría un cubeta de ácido sobre sus cuerpos.

“¡Me estoy quemando, me estoy quemando!”, gritaba entre desgarradores alaridos de dolor corriendo por el patio de su casa, sin poder ver nada, sintiendo como su piel y su cabello se caían a pedazos de su carne. Entre el indescriptible horror que la embargaba al no saber lo que sucedía, podía escuchar los gritos de su niña más pequeña, Rana, sin poder saber entre su angustia lo qué le pasaba.

Sommayeh terminó con su rostro desfigurado, ciega al recibir el ácido directamente en uno de sus ojos y el otro ser cubierto por la piel derretida, con sus pulmones destruidos el liquido que alcanzó a inhalar, y completamente desdichada.

Lo peor para ella no fue la incorregible destrucción infligida en su cuerpo, sino que Rana, su hija menor de tan solo 3 años, también recibió el ataque de ácido en su rostro, quedando ciega de su ojo derecho y desfigurada. La madre ni siquiera pudo ver lo que había sucedido con su hija, tuvo que escucharlo de los vecinos y familiares que acudieron a ayudarlas tras oír el caos que acontecía en su hogar.

La amenaza previa al suceso

Mehri, quien desde hacía 6 años estaba casada con Abbas, un hombre drogadicto que constantemente le infligía golpes y la encerraba en la casa familiar en sus arranques de furia, decidió que había sido suficiente el maltrato, y le pidió el divorcio.

Ya dos años antes, Abbas y Mehri habían acudido a un juzgado para pedir un divorcio consensual, pero el hermano del hombre llegó antes de que realizaran el tramite, para convencerlo de que no se separara.

Abbas terminó siendo persuadido, y entre los dos tomaron a la Sommayeh a la fuerza y la encerrraron en su casa.

Aun cuando el divorcio es una practica legal y en auge en Irán, en pequeñas aldeas, como Hemmatabad, en la que habitan Sommayeh, se sigue viendo como un sacrilegio a las normas de la sociedad.

A pesar de esto, la mujer tomó su decisión con convicción, ante lo cual su esposo la amenazó, diciéndoles que si se separaban, ella jamas volvería a vivir con la cara que tenía en ese momento.

Entre el Abbas y su hermano planearon el ataque a las chicas. Antes de realizar el acto que destruiría las vidas de su familia, el hombre cortó la electricidad de la casa durante la noche, para dificultar aun más su rescate.

Una espeluznante escena

“Imagínate que estas durmiendo y que tu pequeña niña esta bebiendo su biberón a un lado de ti. Entras y sales del sueño. De repente, sientes que tu cara se esta quemando. Gritas y corres hacia el patio. Entonces te das cuenta que tu piel y tu cabello esta cayéndose.”

“Mi cara y mis ojos ardían. Salí al patio y comencé a enjuagar mi cara en el arrollo, pero vi que mi cabello comenzó a desprenderse pedazo a pedazo, cayendo por un lado del arroyo”.
Tras perpetuar el acto, Abbas fue corriendo hasta la casa de su suegro, el padre de Sommayeh, y le dijo con nerviosismo que la chica había sufrido un choqué eléctrico.

“Cuando llegué a su casa” relata Reza Mehri, el padre, “vi el cabello de Somayeh en el medio del patio. Ella gritaba y decía ‘me quemo, me quemo’ una y otra vez. Todos los vecinos estaban ahí. La piel de su cara se estaba desprendiendo y Rana gritaba, su piel se caía también.

“Nazanin, mi nieta mayor, despertó por los alaridos y estaba llorando. Los ojos de Somayeh y Rana estaban quemándose. Les vertíamos agua sin parar, pero no teníamos idea de lo que había pasado”.

Después avisar a Reza, Abass y su hermano huyeron. Unos días más tarde sería encontrados y aprehendidos por las autoridades locales.

Ambos fueron encerrados en la cárcel, pero el hermano pudo salir bajo fianza, y comenzó a amenazar la vida de Mehri si no retiraba los cargos ante el esposo.

Las heridas que no pudo curar el tiempo

Cuatro años transcurrieron desde que el mundo conoció la trágica historia de Sommayeh y Rana, y el cómo las mujeres en oriente sufren constantemente crimines como el suyo.

Al venir de una familia pobre, el padre de la mujer tuvo que vender sus tierras para poder pagar una pequeña parte del tratamiento y operaciones reconstructivas de su hija y nieta. Sin embargo, el tratamiento tuvo que concluir abruptamente cuando se quedaron sin fondos.

Lamentablemente, el daño que sufriera Sommayeh en sus pulmones fue tan grande, que murió de complicaciones respiratorias en abril de 2015. Le sobreviven sus Hijas Rana y Nazanin, quienes ahora tienen 9 y 11 años, y viven e la casa de sus abuelos maternos.

Reza Mehri cuenta con dolor los hechos a la prensa tras la muerte de su hija, pero asegura que él se hará cargo de las pequeñas. El hombre tiene otros 8 hijos casados y con familias aparte de la fallecida, pero afirma con sentimiento que las niñas ahora también son sus hijas.

“Ahora Nazanin y Rana son mis hijas. Yo las criare, no dejare que nadie más sea su guardián. Ellas se quedaran conmigo”. Comentó a un periódico iraní.

En el caso de las heridas de Rana, tras darse a conocer los hechos en la prensa internacional, numerosas personas comenzaron a enviar sus donaciones para el tratamiento y la manutención de la menor.

Con eso se espera que algún día el rosto de la niña pueda ser reconstruido lo suficiente para que pueda tener una vida más normal. A pesar de eso, el abuelo, quien en el momento de la muerte de su hija le ocultase el hecho a la más pequeña, teme que su vida a sido mancillada irremediablemente.

“Rana no esta realmente consciente de lo que pasa. No puede ver con un ojo y los doctores dicen que no pueden operarla hasta que sea mayor. Los otros niños del pueblo, por supuesto, son solo niños. Algunos de ellos tienen miedo de Rana y no juegan con ella. Rana generalmente corretea alrededor de la casa y juega sola. Yo le digo a todos, déjenle jugar, cuando crezca y comprenda todo, tendrá suficiente tiempo para lamentarse”.

El castigo para el agresor

Antes de su muerte, Sommayeh continuaba luchando contra su agresor en la corte. A pesar de que este estaba por el momento aprisionado, ella exigía que la sentencia que él y su cuñado recibieran fuera el castigo Islámico de “qesas” (desquite), la cual ante la ley de Irán decreta que un agresor tenga como castigo el mismo daño físico al que fue sometida la víctima.

En el caso de Abbas, el castigo, de aprobarse en juicio, consistiría en que médicos administren ácido en sus cuerpos para que sufran las mismas heridas de su esposa e hija.

En el año de 2015, una sentencia similar fue implementada por el caso de un ataqué de ácido perpetuado en 2009 en la ciudad de Qom, Irán.

Reza asegura que el no descansara hasta que pueda obtener la justicia que su hija exigía por el crimen atroz del que fueron victimas.

“Sommayeh quería que él (su esposo), sufriera una retribución por lo que hizo. Deben quitarle sus ojos, me dijo ella. Mi hija esperaba que un día el fuera castigado. Ahora ella no esta aquí, pero yo la relevare. Hasta este momento él era culpable de un ataque con ácido, ahora el crimen es homicidio”.

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