“Reaccionavirus”

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Corría el año 2009 y el ejido La Gloria, en el estado de Veracruz saltó a la fama por ser el origen de una de las pandemias más horrorosas del mundo: La fiebre porcina. De febrero a marzo de ese año todo el planeta sabía que en un pequeño poblado apostado muy cerca del Golfo de México, existían tantos criaderos de cerdos, en el que el pestevirus había encontrado el sitio perfecto para propagarse. Y ese que ese bichito de la familia de los flaviviridae de pronto había comenzado a tumbar a los animales que, negándose a levantarse, perecían en poco tiempo. Los seres humanos comenzaron a contagiarse al ingerirlo del polvo, al olfatearlo, por la piel y hasta del semen. Comenzaron a aparecer enfermos por todo el mundo con 42 grados de fiebre, con una horrible temblorina y sin hambre. Le siguieron las hemorragias y enseguida los hospitales hacinados. Nadie, no había nadie que quisiera pisar territorio nacional y así y en muy poco tiempo, el país se convirtió en el Wuhan moderno. Tal cual, sumida en el oprobio, en un sitio al que nadie desea volver los ojos y al que todos acusan de ser el culpable de todo este horror.

Cuesta reconocerlo y hasta aceptarlo, pero los gobiernos internacionales llegaron a recomendar a sus ciudadanos que no viajaran, ya no sólo al estado de Veracruz, sino al país entero. Vuelvo a decirlo, La Gloria y Wuhan son un sinónimo que nos hace ver lo frágiles que somos ante una epidemia.

Literalmente el mundo entero está aterrorizado. Ya nada es igual. Las calles lucen vacías, también los centros de baile, templos y escuelas. Nadie desea saludar a nadie y mucho menos darle un abrazo. Los padres han recluido a los hijos en casa y se han acabado las tardes de asueto luego de la escuela. Adiós a las vísperas de parque de la mano de la novia, el querido, la esposa o del quedante. Las cosas han dado un giro entero desde que el denominado Coronavirus ha venido a asentarse entre los humanos.

Pareciera increíble, pero justo lo que por años vimos en grandes superproducciones cinematográficas, hoy se pone ante nuestro hijos como toda una realidad. Casi tres mil personas han perdido la vida ante esta monstruosidad endémica ante la cual y hasta el día de hoy el hombre no ha podido dar guerra. Y justo es lo que no vemos, porque mientras muchos detestan a los orientales por haber dado inicio a todo esto, no vemos que del mismo modo son ellos los que encerrados en sitios especializados enfrentan una poderosa batalla contra esta enfermedad al buscar métodos, curas, antibióticos para erradicarla.

La realidad y con toda esta mortandad que crece día a día, nos damos cuenta que la humanidad no aprende de las experiencias del pasado. Apenas nos enteramos de que estábamos a salvo y con las vacunas suficientes para sobrevivir a la Influenza H1N1, nos olvidamos de lo esencial. Dejamos de lado los geles antibacteriales, de lavarnos las manos después de ir al baño y otras tantas recomendaciones de higiene.

Hoy todos aparentan cierta paz cuando el interior es un combate ante lo incierto. Como ha sucedido en otras ocasiones, el pánico ha ocasionado el desabasto de cubre bocas, equipo de seguridad y hasta de medicamentos.Hoy miramos a nuestros hijos, a nuestro cónyuge y meditamos en qué es lo que se hará. La promesa de que el medicamento podría estar listo en un año y medio da cierta esperanza, pero para eso falta mucho y en China mueren cada día y acá, en América, cada vez se cierra ese círculo mortal de contagio. Cuesta trabajo creer que se necesite de un virus tan mortal para hacernos ver que no vivimos solos, que tenemos familias, amigos. Que estamos rodeados de personas a las cuales debemos de amar cuando todavía está el sol en el cenit.

2020, el año del miedo, del pánico echado como tarraya sobre los habitantes de la tierra. El año en el que se cree estamos súper modernizados, mientras que en África apenas se empezó a condenar la castración femenina.

Nadie sabe lo que viene, sin embargo. Todos tenemos fe en que los médicos, hasta ahora presionados por la humanidad, tarde o temprano asomen la cabeza y digan, está hecho, lo hemos logrado. Adieu.

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