Por qué Estados Unidos y China aún no logran ser potencias mundiales en el futbol

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Al futbol no le afecta en lo más mínimo. No se conmueve ante el poderío militar, la riqueza económica y el desarrollo tecnológico. De nada sirve estar entre los países más ricos, poderosos e influyentes del planeta al momento de pisar el campo de juego, cuando el árbitro pita el inicio del partido. Estados Unidos y China lo saben.

Llevan años de trabajo, invierten millones y millones para mejorar sus estadios, contratar estrellas, potenciar a sus clubes, atrapar al público y dotar de recursos a sus selecciones, pero no consiguen dominar el futbol mundial. Su potencial es ilimitado: les sobran habitantes, proyectos e infraestructuras. Sin embargo, el proceso va más lento de lo esperado.

Según el último censo de la FIFA, que comprende a los jugadores federados de todas las edades y categorías a nivel global, China y Estados Unidos son los dos países donde más gente practica este deporte: 26,1 y 24,4 millones de personas, respectivamente. Están por delante de India (20,5), Alemania (16,3) y Brasil (13,1).

Sin embargo, en su búsqueda de edificar ligas competitivas y selecciones nacionales de prestigio, que puedan dominar sus regiones y se conviertan en motivo para que sus futbolistas se instalen en Europa, sólo han conseguido ser consideradas como las metrópolis de los jugadores al borde del retiro o de los mercenarios, y sus combinados nacionales sufren en la búsqueda de clasificar al próximo Mundial.

Los puntos de partida

LA Galaxy Academy Under-16 v Real Salt Lake AZ Under-16 at StubHub Center on July 19, 2014 in Carson, CA. Photo by Hana Asano/LA Galaxy.

El interés por profesionalizar el fútbol se despertó tarde en los Estados Unidos (1968) a comparación de otras disciplinas locales, como el baloncesto (1946), y equiparado con las ligas de otros países, como México (1943-44). Se creó una liga poco competitiva y falta de afición, pero que compensaba con la posibilidad de vivir en la tierra de las oportunidades. En los años ’70, cuando la liga todavía era denominada North American Soccer League (NASL), tomó una gran repercusión con la llegada de Johan Cruyff, Pelé, Franz Beckenbauer, Eusebio, Carlos Alberto, Gerd Müller y George Best, entre otros grandes nombres. No obstante, era un reconocimiento superficial: en 1984, las pérdidas alcanzaban los 80 millones de dólares. El formato sobrevivió durante una década y concretó su refundación tras organizar el Mundial de 1994, que fue un éxito. Vendió un récord de boletos y sirvió de motivo para la creación de la actual Major League Soccer (MLS), que se juega desde 1996.

El desembarco de David Beckham, que dejó los Galácticos del Real Madrid en 2007 para fichar por Los Angeles Galaxy, fue un golpe mediático inigualable y promovió el arribo de otras estrellas. Actualmente los jugadores franquicia están encabezados por Sebastian Giovinco, Nicolás Lodeiro, Giovanni Dos Santos, David Villa, Kaká, Andrea Pirlo y Bastian Schweinsteiger, que ya convirtió su primer gol en Chicago Fire.

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En China, en cambio, el fútbol tardó en ganar terreno. Recién en 1994 nació la Jia-A League, que crecía paulatinamente hasta que la selección no clasificó al Mundial de Francia 1998, lo que significó un estancamiento. El entusiasmo se renovó al conseguir el boleto para la Copa del Mundo de Corea-Japón 2002 y desde 2004 el torneo local pasó a llamarse Superliga. Se transformó en un certamen ideal para los futbolistas acostumbrados a los astronómicos contratos y en la búsqueda de jugar a un nivel menos exigente. A diferencia del modelo norteamericano, la gran mayoría de las estrellas están en plan explosión: Oscar, Hulk, Paulinho, Carlos Tevez, Jackson Martínez, Ramires, Witsel, Gervinho, John Obi Mikel, Gaziano Pellè o Alexandre Pato. Sólo algunos de ellos superan los 30 años.

Además, en China tiene la acertada teoría de que el crecimiento es directamente proporcional al aprendizaje y que los entrenadores juegan un papel fundamental en el desarrollo de los equipos. Así se explica la contratación de prestigiosos y experimentados técnicos como André Villas-Boas, Felix Magath, Gustavo Poyet, Luis Felipe Scolari o Manuel Pellegrini.

Formatos de las ligas

Alrededor del mundo, lo típico es una liga con una única tabla de posiciones, con los equipos enfrentándose todos contra todos, de visitante y de local, donde el campeón es el que saca más puntos y hay descensos de categoría. Pero Estados Unidos no logró que el fútbol le escape al prototipo del deporte americano. Al igual que en la NBA, la MLB, la NFL o la NHL, la Major League Soccer se divide en dos conferencias. No hay peligro de descenso, pero los playoffs suelen ser apasionantes. En la edición 2017 compiten 22 equipos, tres de ellos son canadienses. 13 clubes de la MLS cuentan con estadios construidos específicamente para fútbol. Columbus edificó el primero en 1999. El crecimiento de los aforos y de las coberturas periodísticas, completan el combo de la progresión del fútbol estadounidense.

La Superliga china, por su parte, posee un estilo más clásico: son 16 equipos, en una única tabla, con un campeón y dos descensos. El único problema, que también lo tiene Estados Unidos, es que los campeonatos se disputan en año calendario y eso va a contramano del fútbol europeo y de algunas de las ligas más importantes de Sudamérica, donde las temporadas empiezan a mitad de año y culminan al año siguiente. Entre sus particularidades, está la implementación de la ley de extranjeros: los clubes pueden tener un máximo de cuatro y sólo tres pueden estar en cancha al mismo tiempo. Siempre tiene que haber un sub-23 chino sobre el césped y los porteros también deben ser locales.

Quizás el gran déficit de los clubes de Estados Unidos y China sea el roce internacional, que no suele ser de gran nivel en la Champions League de la Concacaf y la Liga de Campeones de Asia.

Las selecciones

Members of the Chinese team pose before their men's first round Group C soccer match against Belgium at the Beijing 2008 Olympic Games

A poco más de un año para el Mundial de Rusia 2018, ni Estados Unidos ni China tienen encaminada su clasificación al torneo. El Team USA, que ha estado presentes en los últimos siete mundiales, corre peligro de no estar en la próxima edición. Jürgen Klinsmann fue despedido tras las dos duras caídas en el inicio del Hexagonal Final -perdió 2-1 con México y 4-0 con Costa Rica- y Bruce Arena, que ya tuvo un ciclo entre 2002 y 2006, volvió a tomar las riendas de un equipo en el que parece no haber renovación: Altidore, Dempsey, Bradley y Howard siguen firmes.

Guatemala v United States - FIFA 2018 World Cup Qualifer
Christian Pulicic

La esperanza es Christian Pulisic, un joven de 18 años que brilla en el Borussia Dortmund. Junto con Gediom Zelalem (Arsenal) y Julian Green (VfB Stuttgart), generan una gran ilusión hacía el futuro. Estados Unidos está en zona de repesca, a un punto de Panamá, el más cercano en los lotes de clasificación directa al Mundial.

Julian Green
Julian Green

China, que clasificó a uno de los últimos nueve Mundiales, también decidió cambiar su entrenador ante un flojo inicio en la fase 3 de las Eliminatorias Asiáticas. Marcello Lippi, campeón del mundo con Italia en 2006, asumió el desafío de clasificar al combinado nacional a la Mundial de Rusia 2018, luego de su gran éxito en el Guangzhou Evergrande, equipo con el que ganó cinco títulos locales en dos años y jugó el Mundial de Clubes en 2013. A falta de tres jornadas, está quinta de su grupo, a ocho puntos de la clasificación y a siete del tercero, que va a una repesca. Su ingreso al Mundial está difícil.

Las de Estados Unidos y China son dos realidades con muchos puntos en común. Ambos toman el fútbol como una cuestión de Estado. Sus gobiernos pretenden albergar a futuro grandes citas futbolísticas y fomentan la práctica de este deporte con programas para jóvenes, en busca de gestar el equipo o el jugador que domine el fútbol mundial en el futuro. Hacen su mejor esfuerzo, pero el éxito aún es un deseo. Porque el fútbol es capaz de jugarse sin poderío militar, sin riqueza económica y sin desarrollo tecnológico. Uruguay es bicampeón del mundo y Holanda jugó tres finales, ambos con menos población que algunas ciudades chinas o estadounidenses, pero con el peso de la tradición y la pasión, factores que afectan al fútbol.

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