Nueva era de contaminación atmosférica nace tras incendios forestales en Norteamérica

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ESTADOS UNIDOS.- Desde Quebec a la Columbia Británica, pasando por Hawái, Norteamérica se enfrenta a una extraordinaria temporada de incendios forestales, con regiones cercanas y algunas también lejanas cada vez más afectadas por la exposición al humo.

Esto es lo que se sabe hasta ahora sobre la contaminación atmosférica provocada por estos fenómenos naturales:

Uno de los aspectos que definen el humo de los incendios forestales es el “material particulado”, toxinas que, dependiendo de su número, pueden hacerlo visible.

Las partículas de 2.5 micras de diámetro (PM 2.5) son “especialmente peligrosas para la salud humana y se emiten en cantidades realmente grandes”, explicó a la AFP, Rebecca Hornbrook, química atmosférica del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Estados Unidos, que atraviesa en aviones el humo para sus investigaciones.

“Si el viento sopla a favor de un incendio forestal, eso es lo que causa la mayor parte del oscurecimiento del cielo y la falta de visibilidad”, dijo, al referir los cielos cubiertos que se vieron en Nueva York tras los incendios registrados a cientos de kilómetros de distancia en Quebec a principios de este año.

Las PM 2.5 penetran profundamente en los pulmones e, incluso, potencialmente en el torrente sanguíneo.

El estadounidense promedio ya había estado expuesto a 450 microgramos de humo por metro cúbico a principios de julio, una medida peor que la total identificada entre 2006 y 2022, alertó recientemente en X (antes Twitter) el economista Marshall Burke, de Stanford, citando cálculos realizados por el Laboratorio de Cambio Ambiental y Resultados Humanos de esa universidad.

También preocupan las sustancias invisibles conocidas como compuestos orgánicos volátiles (COV), como el butano. Estos provocan irritación de ojos y garganta, y algunos son carcinógenos conocidos.

La posesión de automóviles se disparó tras la Segunda Guerra Mundial y, en las décadas transcurridas desde entonces, los científicos han adquirido conocimientos sobre su impacto en el ser humano, desde la aparición del asma en la infancia hasta el aumento del riesgo de infarto e incluso de demencia en etapas posteriores.

Esta amplitud de conocimientos no existe en el caso del humo de los incendios forestales, explicó Christopher Carlsten, director del Laboratorio de Exposición a la Contaminación Atmosférica de la Universidad de Columbia Británica.

Según las dos docenas de estudios publicados, “parece haber una mayor proporción de efectos respiratorios que cardiovasculares del humo en comparación con la contaminación del tráfico”, dijo a la AFP.

El laboratorio en el que Carlsten trabaja ha empezado a realizar experimentos en humanos con humo de leña para obtener más claridad.

Según el experto, que también es médico, existen medidas sanitarias, como los esteroides inhalados, los antiinflamatorios no esteroideos y los filtros de aire, pero urge investigar para saber cuál es la mejor forma de utilizarlas.

El calentamiento del planeta también afecta el bienestar psicológico de múltiples maneras, explicó a la AFP Joshua Wortzel, presidente del comité sobre cambio climático en salud mental de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.

Una de las respuestas es la angustia, “la ira, la pena, la ansiedad, ante los desastres naturales que se espera que vengan”, añadió, con estos índices mucho más altos en las personas más jóvenes.

Otra es la “aclimatación” mental, un subproducto de la evolución que ayuda a hacer frente a nuevos factores de estrés, pero que sin cuidado puede acostumbrar a la persona a los peligros.

Para Hornbrook, que reside en Colorado, lo que el este de Norteamérica experimentará en 2023 es lo que la parte occidental del continente ya lleva años padeciendo, y el panorama mundial no hará sino empeorar, dado el apetito de la humanidad por quemar combustibles fósiles.

Mientras que las normativas históricas sobre contaminación han contribuido a frenar las emisiones de los automóviles y la industria, la acción climática será necesaria para atajar el azote de los incendios forestales, afirmó.

“Resulta frustrante saber que llevamos años dando la voz de alarma y ahora vemos lo que hemos estado advirtiendo”, dijo, pero añadió que aún hay esperanza. “Quizá ahora la gente empiece a darse cuenta y veamos algún cambio”.

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