“Los vi matar a mi esposo y a mi hija de 12 años”; ucraniana narra cómo escapó de tropas rusas

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KIEV.- La ucraniana Viktoria Kovalenko, de 34 años, vio cómo los rusos mataban a su esposo y a su hija de 12 años, luego estuvo cautiva en un sótano, junto a su bebé; al final logró huir y ahora reside en suelo británico, donde busca justicia.

Ella y su hija Varvara, de un año, rehacen su vida en territorio británico, país que les ha dado refugio.

Al medio The US Sun, Viktoria declara: “Cuando finalmente llegué a Gran Bretaña sentí tanta comodidad. Me sentí segura por fin (…) La mitad de mi corazón murió con mi familia y la mitad vive por Varvara, así que celebraré y la haré feliz”.

“Mi hija estaba en el camino y no tenía cabeza”
Ella y su esposo Peter, su hija Veronika de 12 años y la pequeña Varvara, que cumplirá dos años el próximo mes, intentaron huir de la invasión rusa; sin embargo, el 5 de marzo, cerca del pueblo de Yahidne, su automóvil se vio obligado a detenerse debido a grandes rocas que bloqueaban el camino. Cuando Peter salió para moverlos, los soldados rusos abrieron fuego, menciona The US Sun.

Las ventanas se rompieron y ella recibió una lluvia de fragmentos, dejando su cabello cubierto de sangre. A la BBC declaró que su cónyuge gritó: ‘Salgan del auto'”.

Viktoria recuerda: “Tenía a Varvara en mis brazos y Veronika estaba sentada a mi lado. Veronika abrió la puerta y comenzó a salir, y yo la seguí. No vi lo que pasó, pero cuando salí del auto me di cuenta de que mi hija estaba en el camino y no tenía cabeza”.

Todavía bajo fuego, Viktoria trepó a una zanja al costado del camino, usando su cuerpo para proteger a su bebé. Ella continuó: “Vi a mi esposo en el auto y no se movía y me di cuenta de que había muerto (…) No podía ver la sangre porque la bolsa de aire se había disparado y solo podía ver su pierna. El auto estaba en llamas”.

Menciona que yació ahí por varios minutos, mientras sonaban los disparos a su alrededor, luego corrió a refugiarse en un automóvil abandonado acribillado a balazos .

Encontró el coraje para correr otros 100 metros, mientras protegía a su bebé y las balas seguían disparando a su alrededor, hasta un edificio gubernamental desierto que anteriormente había sido utilizado por las tropas ucranianas .

No había agua corriente, calefacción ni electricidad, pero encontraron latas de carne desechadas y botellas de agua que habían dejado las tropas.

La encontraron las fuerzas rusas
Al día siguiente, por la tarde, las tropas rusas las encontraron y les dijeron que las salvarían, pero las llevaron al sótano de una escuela cercana, donde Viktoria y su bebé fueron retenidas como rehenes en condiciones infrahumanas junto con otros 300 ucranianos.

La mayoría de los cautivos eran mujeres ancianas y niños y fue testigo de la muerte de 10 personas a su alrededor. Como las personas morían en el sótano, a los vecinos se les permitía de vez en cuando colocar los cuerpos en una fosa común en un cementerio cercano.

“Me mantuvieron ahí durante 25 días. No había luz, ni aire limpio. La gente tenía que dormir de pie. Los soldados destrozaron nuestros teléfonos. Nos cerraron la puerta como animales”, agrega la madre ucraniana.

Los residentes de Yahidne dijeron a The Associated Press que los obligaron a permanecer en el sótano día y noche, excepto en los raros momentos en que se les permitía salir para cocinar en fogatas o usar el baño.

Buscó ir por los cuerpos de sus familiares
Viktoriia narra que quería rescatar los cuerpos de sus parientes y pidió apoyo: “Me ayudó un grupo diferente de soldados rusos de los que nos retuvieron. Fui a un bosque con tres de ellos (…) En Yahidne había alrededor de 2 mil soldados y algunos soldados mataron gente, algunos soldados ayudaron.

“Llevaron los cuerpos de mis familiares a un bosque. Había dos cruces. Cuando estábamos en el bosque comenzaron los disparos. Corrieron (…) Uno de los soldados rusos me tiró al suelo y me protegió”.

El esposo de Kovalenko, Petro, y Veronika fueron enterrados al principio en el bosque, pero luego volvieron a ser enterrados en el cementerio de Yahidne, llevados ahí en ataúdes por un camino accidentado mientras amigos y familiares lloraban y algunos colocaban flores en la tumba y recogían puñados de tierra.

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