La pluma profana de El Markés

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“Revolución milenial”

No hace mucho llevé a mi sobrino a un evento que tenía que ver con su servicio militar. Como no era yo el que lo haría, los oficiales me pidieron muy amablemente que aguardara fuera de las instalaciones del campo castrense. El evento duraría poco más que una hora, de modo que no fue problema para mí aguardar cerca. Durante la espera y sentado en una jardinera, me llamó la atención cómo un jovencito se le ponía petulante y grosero a uno de los militares que le había mandado hace sólo una veintena de abdominales a la vista del resto. Molestole dijo que simplemente no lo haría porque no se le pegaba la gana. El militar, sin perder el control, sólo escuchaba las sandeces del malcriado. La actitud del joven era desafiante, empoderada y altiva. El resto de los uniformados atendían sus grupos sin prestar mucha atención al altercado. El rebelde, cansado de exponer sus razones para no hacerlo terminó por unirse a un grupo de muchachos que corrían en un campo abierto en el que su misión era saltar obstáculos. Curioso y temeroso de que me regañara al preguntarle al militar la razón del por qué no actuó con rigidez ante la grosería del chamaco, este me respondió que Derechos Humanos hacía tiempo que había echado a perder todo aquello que tenía que ver con la rigurosa disciplina en las nuevas generaciones de jóvenes. Me contó entonces que uno de sus compañeros se había metido en un lío muy grueso luego de que uno de los jóvenes no había querido correr en el campo si no se ponía bronceador. El militar en cuestión no sólo se había reído de tan femenina petición, también se había opuesto a que se hiciera como el joven requería. De vuelta en casa el chamaco contó su experiencia a su madre quien, ni tarda ni perezosa acudió a la CNDH a denunciar al campo militar y en especial al oficial, por maltrato… ¿qué llevó a Esparta a convertirse en un pueblo militarmente poderoso? Niño que nacía en el pueblo era destetado en un corto tiempo y llevados campos militares donde desde pequeños se les infundía que la patria requería de ellos. La disciplina en los campos militares en México fue por mucho tiempo ejemplo de entrega. Todavía en los ochenta los jóvenes que asistían a realizar su servicio militar eran entrenados en tareas de mucho esfuerzo. La razón es simple. Nuestra cartilla militar nos denomina como soldados y también nos indica que pertenecemos a una reserva que se utilizará en caso que nuestro país entre en ciertos conflictos… ¿qué preparación necesitamos? Si bien el servicio nacional militar es sólo un corto tiempo, este enseña lo básico… ¿iremos a un conflicto exigiendo un bronceador, una mascarilla o gel para el cabello? Para mala fortuna de las nuevas generaciones las madres se han encargado de debilitar la responsabilidad de los varones.

Si bien es cierto que la generación Milenials como se les ha denominado a los nacidos en las décadas de los ochenta y noventa son mucho más avanzados en muchos aspectos con respecto a las generaciones previas, también tiene mucho de verídico el hecho de que entre más conocimiento se les fue concediendo, su vanidad, orgullo, petulancia, falta de resteo y enfriamiento del corazón se fueron incrementando. Esta generación tiene mucho de especial, son la generación digital, esa que está hiperconectada con todos y que bien puede entablar una charla vía internet con un cubano, que con un nicaragüense, costarricense, mexicano o boliviano. Muchos de ellos, aunque no todos, como lo mencioné líneas atrás suelen poseer altos valores éticos  y sociales.

Esta generación en sí fue la que rompió el lazo con sus ancestros. De a poco se fue develando ante sus ojos un derecho a la libertad que fueron buscando hasta lograr empoderarse y llegar a decir Yo hago esto, Yo hago lo otro porque me place y así va a ser. Esta generación rompió de tajo con muchas de las buenas costumbres que por siglos mantuvieron a las familias unidas. La lucha que se ha estado dando desde el seno de distintas denominaciones religiosas ha sido muy fuerte, pero al mismo un tanto difícil debido a que la tecnología ha comenzado a traer hasta los ojos de las nuevas generaciones todo un conocimiento que ha causado que los jóvenes busquen una libertad, muchas veces mal encauzada.

Desafiar a una madre o a un padre era peor que escupir a Dios. No había autoridad más alta en un hogar y en una escuela que el tutor y el maestro. Por muchas décadas este elemento de mando hizo que las buenas costumbres pulieran la actitud de los seres humanos. Hoy la tecnología se ha convertido en un arma de doble filo. Por un lado nos ha dado la belleza del conocimiento y por otra, dar a los jóvenes el poder de creer que por tener un conocimiento superior a sus padres, sentirse con el valor para desafiarlos, oprimirlos y humillarlos.

La revolución milenial navega en un mundo en ocaso. Un mundo que posee altos conocimientos, pero que vive en un planeta cada vez más caliente y propenso a la destrucción… ¿de qué les servirá a las nuevas generaciones poseer tecnología de punta si pisan un planeta en decadencia?… los jóvenes de hoy podrán escupir al cielo, pero tarde o temprano su escupitajo vendrá abajo, le caerá en su cara y se dará cuenta que su generación estará pasando y se convertirán en un pasado inminente. Adieu.

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