La pluma profana de El Markés

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“Desaparecidos”

Marisela Escobedo fue asesinada hace más de diez años. Su inquebrantable lucha en pro de la justicia la hizo un icono en lo que hasta el día de hoy es el combate al secuestro y desaparición de personas. Marisela vivió como toda una pesadilla la desaparición y posterior asesinato de su hija adolescente. Después de una incansable lucha por dar con el culpable, y ante la apatía de todos los órdenes de justicia, finalmente se enteró que había sido su propio yerno quien la había secuestrado y privado de la vida. Y ahí inició una persecución en su contra que terminó cuando fue asesinada frente a la procuraduría de justicia.

En México la búsqueda de la imparcialidad y su efectiva aplicación se paga con la vida. Ir a denunciar un secuestro, un crimen o un acto de violencia muchas veces es un boleto directo a que seas acosado, amenazado y hasta impelido a guardar silencio. Nuestro país está lleno de madres desoladas y padres amargados. Las primeras por el dolor de la pérdida y los segundos por la amargura y la impotencia de no saber, ni tener pista alguna del paradero del hijo, esposa, padre o madre.

En México, ser periodista y ser mujer, es brincar hacia una vulnerabilidad de la que nadie puede salvarte. México ocupa uno de los primeros lugares en el mundo en cuanto a asesinatos violentos contra periodistas. La libre expresión es un mito en un país que se presume democrático y libre. Una gran mayoría de los medios de comunicación aquí están ligados a los poderosos, a esos que quieren que se hable de lo bello de sus negras vidas y que se dicte que en nuestro país la política es lo que siempre se ha esperado. La seguridad navega y naufraga en un mar turbulento. Hace unos días se celebró la Libertad de expresión y en unos días adelante, el Día de las Madres, sin embargo, las madres de los cientos de hombres y mujeres desaparecidas no tienen nada qué festejar, mucho menos los periodistas que de contante se ponen de luto cuando colegas son encontrados asesinados a sangre fría.

La palabra “Desaparecidos” es un vocablo que el gobierno y una buena parte de la sociedad ha logrado digerir sin que le raspe la garganta. Con el paso del tiempo se ha convertido en una palabra común y corriente, sin ese miedo tan aterrador que en un inicio tenía. Hoy la sociedad, esa que no ha sido tocada en su familia, lo ven como algo lejano y fuera de su alcance, sin embargo, la sombra de la inseguridad se cierne cada día más y más como un cielo encapotado y con anuncio de granizo.

Lo colectivos se han convertido en la vergüenza del gobierno de México. De un tiempo acá estos grupos de mujeres son la dura bofetada a la ineptitud. Cada hueso que encuentran, cada paso que dan, cada fosa que localizan es una herida causada a una flaca y enclenque justicia atada de pies y manos por el crimen organizado. No hay nada más terrible para una madre, un padre o un esposo que el tener que asistir a un lugar para identificar el cuerpo muerto de su pariente.

En la actualidad la cifra de desaparecidos en el país en lo que va del año puntea las mil personas. Los números son fríos, sin embargo, el desaparecido siete se llamaba Raúl Benavente y era de Sonora, el cuarenta y tres era Rocío Aldama, y era de Colima, y así, los números tienen nombre, una vida, una familia, sueños, estudios, cosas que no lograron realizar porque a alguien le pareció una muy buena idea el atravesárseles en su camino y truncarles la vida.

¿Qué se hace en un país en el que la diosa justicia ha sido tomada prisionera y ha sido sustituida por la diosa Engaño? Usurpada la identidad todo mundo cree que la justicia va haciendo lo propio cuando en realidad está oculta en alguna cloaca, mientras que la usurpadora va delinquiendo sin ton ni son haciendo padecer al mundo. ¿Qué hacemos en un país en el que la policía muchas veces está del lado de los criminales?

Generalizar sobre tal o cual asunto es un error muy humano, y es en este momento en el que creo que tal vez esté cayendo en eso. Lamentablemente a veces la oscuridad es tanta, que el pequeño rayo de luz tiende a opacarse y desaparecer. Ciertamente hay servidores públicos que hacen todo su esfuerzo por esclarecer crímenes, lamentablemente, el crimen tan funesto suele amenazar y condicionar, haciendo que aquella pequeña luz que empezaba a brillar, sea finalmente apagada.

Marisela Escobedo fue asesinada hace más de diez años, ¿alguien la recuerda como un ejemplo de tenacidad? Yo creo que sí, como una clara inspiración de que no se puede ni se debe quedar con los brazos cruzados, que es una responsabilidad del gobierno, sí, iniciar una búsqueda, pero que como seres humanos, también. Los colectivos se han convertido en un ejemplo de lucha y espíritu, de un espíritu de amor por quienes no debieron terminar así, violentados, abusados y finalmente privados de la vida.

La palabra “Desaparecidos” no debe convertirse una palabra domesticada, al menos no en el corazón. El día que pensemos que esta palabra es de uso libre y corriente, ese día habremos fracaso como sociedad y como seres humanos. Adieu.

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