La pluma profana de El Markés

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“Monumental cornada en la monumental”

Monumental cornada la que recibió Héctor Gutiérrez en la Monumental Plaza México. Y es que no hay nada mejor para humillar a un asesino de toros, que ese redondel que fue creado para eso, para humillar y asesinar.
Más a fuerzas que con ganas me presenté en el recinto para cubrir la nota. Iba molesto pues no es mi rubro. Toda la editorial sabe que lo mío son las artes y cuando mi jefe me comunicó que El viejo Parches Tovar, encargado de cubrir deportes había sido internado por un paro cardíaco que le había sobrevenido en un hotelucho al estar en acción con una de veinte, me puse de corajina… ¡¡El Parches tiene sesenta años, por Dios!!… pero bueno, yo tengo treinta y cero acostones.

Evitando el que mi jefe dijera lo que siempre expresa cuando no queremos hacer algo, es decir, que la puerta está bien ancha y que afuera hay muuuuuuchos esperando una oportunidad, subí a mi auto y me dirigí a la Monumental Plaza México.
Llegué a una fonda y mientras me desayunaba una buena torta de tamal, medio me ilustré sobre la vida y supuesta obra del mentado Torín Gutiérrez… una mentada de madre le ha de haber llegado hasta las orejas cuando supe que llevaba una buena cantidad de toros asesinados, además de rabos y orejas cercenadas… ¿Por qué en México nos hemos acostumbrado a los sicarios? Porque igual nos acostumbramos a ver a estos monitos de pantalones de luces ajustados mostrando sus pocas pelotas arrejuntadas, cortando orejas y rabos. Total, ya en el lugar caminé por los pasillos y bueno, no podía creer que tanta
gente fuera tan bruta como para ir a pagar por ver un crimen, pero igual me remonté a Roma y de igual modo los romanos llenaban el Coliseo para ver la criminalidad disfrazada de jolgorio.

Luego de una sarta de cabriolas y tontadas de charrería, apareció el Torín Gutiérrez en escena. Caminando sobre la tierra de puntitas y como si fuese una prohibición el que los talones tocaran el suelo, penetró al centro sacando el pecho más salsa que el mismísimo Pirata de Culiacán. Desde mi lugar podía olfatear una horrenda vanidad y un narcisismo injustificado porque bien parecido o guapo no era; pero ahí estaba recibiendo las ovaciones de una congregación sin sesos. El hombre tal vez sentía que si en su primera presentación había salido honrado, en su segunda saldría con una escultura en la calle Reforma y una buena comida en Palacio Nacional.

Cansado de ver una aburrida actuación taurina ya me ponía de un modo y de otro y cuando estaba por irme a comprar un refresco, tuve la dicha de ver cómo el toro que había sido traído de Villa Carmela se le frenaba en una tanda de derechazos asentándole un seco rebote hundiéndole el pitón en el muslo derecho. Tremendo costalazo que dio el flaco deslucido y no sólo eso, el muy orgulloso, lejos de aceptar la ayuda médica, reincorporándose quiso volver a enfrentar al chulo que intentaba igualmente mantenerse en pie, pues herido ya estaba… Torín miraba al Torón, ahhhh que risa me dio, el borbotón de sangre no parecía acabar, como tampoco mi satisfacción. Malo no soy, justo sí. Amo
los finales felices y más cuando al ver cómo lo sacaban rumbo a enfermería, todavía alcancé a escuchar la sirena de la ambulancia mientras yo pedía un whisky, por favor, y no, ligerito no, bien cargado y que sea Buchanan que hay que celebrar.

Héctor Torín Gutiérrez quiso ser él, quiso galardonarse, ser la estrella de la tarde, pero mientras él agonizaba, otro criminal, Alejandro Talavante, se convertía en el triunfador de la quinta corrida de la temporada de reapertura en La México al cercenar la única oreja de la tarde.

Ya lo digo, aparte de que lo mío no son los deportes, tampoco me agrada el maltrato animal, ah, de que como carne de res y otros animales comestibles, sí, sí lo hago, y lo escribo antes de que empiecen como señoritas delicadas a decir Ay sí, pero bien que come carne de animales previamente asesinados ja ja ja
Caray, me molesté porque me enviaron a cubrir este evento en la Monumental Plaza México y creo que se notó mi molestia, pero es que me perdí de ver Las Bodas de Fígaro, de Mozart, en Bellas Artes… y es que indudablemente prefiero oír gritar un ¡¡¡Fígaro, Fígaro, Fígaro!!! De un tenor, a un ¡¡¡Ole, ole, ole!!! De parte de una bola de zopencos.
¡¡¡Eres malo para cubrir deportes, me dijo mi jefe, este reporte está de vergüenza!!! Anda, prepárate porque el próximo domingo estará El anillo del Nibelungo de Richard Wagner en Bellas artes y nadie como tú para esos eventos.
En mi mente dije ¡¡ Olé, mataor!! Y me fui a mi oficina.
Autor:
JUAN DE DIOS JASSO AREVALO
EL VIAJERO VINTAGE

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