La pluma profana de El Markés

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“¿Qué de los libros de texto?”

Si algo no hemos entendido los cuarentones, cincuentones y los que siguen, es la clara realidad de que estamos caducos.

Tal vez podamos evitar que los libros de texto sean distribuidos en las escuelas. Nuestras razones tenemos para que esos textos mal escritos o mal informados no lleguen a las pupilas de nuestros chamacos, sin embargo, seamos realistas, somos la última generación intentando rescatar a los niños y jóvenes, entendamos que dentro de treinta años ninguno de nosotros existiremos y esta lucha que se hace ahora por preservar los valores y las buenas costumbres, todas ellas heredadas de nuestros padres, ya no existirán.

En el pasado los libros de historia y civismo nos enseñaban actitudes civiles, a formarnos un carácter fuerte y patriótico, y en cierto modo se logró casi casi a punta pies, pero se hizo. Nosotros por nuestra parte es muy difícil hacerlo porque para empezar, los nuevos líderes de la SEP creyeron que el civismo era una materia estorbosa y sin sentido. El civismo pasó a ser una materia inútil. Ahora que las generaciones nuevas han transformado todo, ya apoyados por secretarías y organizaciones destructoras, muy poco podemos hacer. Entonces comenzamos a ver que fue un error eliminar el civismo como materia obligatoria. Lo que se decidió en el pasado ha repercutido violentamente en el presente. Y es que cuando la ignorancia y la ineptitud se aparean, el resultado es un hijo malformado, y esta nueva generación, si no toda, sí un 90% es una malformación increíble. Todavía para los años noventa la sociedad poseía un amplio sentido de lo que era el respeto a los demás. Los maestros poseían un estatus de pleitesía invaluable y los adultos mayores eran eso, personas con sabiduría para respetarse. En los dos mil y con la llegada de las redes sociales, el corazón de los hombres comenzó a enfriarse y en ello vino la ausencia de atención hacia los hijos. De un día para otro estar en contacto con personas lejanas se tornó más importante que estarlo con las cercanas.

Durante la década de los dos mil diez la madurez de las redes fue monstruosa. Ceder el dominio de la tecnología a los jóvenes comenzó a desvirtuar los más profundos afectos de la familia. De pronto los videojuegos volvieron violento al niño más serio, y al más rudo, asesino. Desde lo más íntimo de sus hogares comenzaron a fraguar, muchos de ellos, los crímenes más violentos que se conocen en los últimos tiempos. Si bien es cierto que hay muchos que defienden la teoría de que los videojuegos no tienen interferencia en las decisiones de los niños, el pasar mucho tiempo en esta actividad lúdica, tiende a crear monstruos. La mente en sí tiene la capacidad de elegir, decidir que es bueno y que es malo, pero tanta seducción, tanto bombardeo tiene a convertir al más manso en siervo de una fuerza destructiva.

De que la moralidad quedará desvirtuada en la siguiente generación, es algo inevitable. Sin querer sonar fatalista, ni la religión que profese ser la más verdadera y elegida de Dios, podrá luchar contra mancha voraz que es la mala utilización de la tecnología. Y es que hoy los niños violentan a los padres, a los profesores, a los sacerdotes, meten pie a los ancianos en la calle y los mayorcitos violan a sus compañeros en la escuela. La pornografía virtual se ha convertido en un veneno que llega fácil a los ojos de los niños. Cada pequeño que tenga un celular en la mano, tiene el poder para acceder a los más perversos caminos de la perdición.

Hoy medio país está escandalizado por el contenido de los nuevos libros de texto gratuitos, los padres quieren hacer paros y de paso, pintar las paredes de los edificios públicos. Todo se ha politizado del modo más escalofriante. Se ha trabajado una increíble doble moral, y es que mientras se ha decidido incendiar Roma, los padres permiten que sus hijos escuchen música cargada de vulgaridad y perversión. Permiten saquen sus bocinas a las banquetas y exhiban esa educación que ellos mismos les han dado.

Por eso mismo escribí al inicio que si algo no hemos entendido los cuarentones, cincuentones y los que siguen, es la clara realidad de que estamos caducos, avejentados, y que tarde o temprano y en menos de diez a veinte años nuestra opinión estará más guanga que el elástico de una vieja ropa interior. La realidad y el avance de la tecnología, aunado a la falta de civismo y educación moral correcta, nos hace ver que el tiempo se acorta y que desde una asilo, o tal vez desde una tumba, podremos ver el caos en el que se convertirá la sociedad, así es que, por favor, no se martiricen tanto en lo que contiene un libro de texto cuando tal vez, el celular de su hijo tiene más pack sexuales de amigos o amigas de lo que usted mismo ni  se imagina. Adieu.

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