La pluma profana de El Markés

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Padres en su día”

Es Día del Padre, y aunque no se le parece ni en lo más mínimo a la celebración materna, hay algo de movimiento virtual. No hay serenatas ni abundantes regalos. Los cementerios no están rodeados de floristas aguardando los adoloridos deudos que vienen a decorar la tumba de sus madrecitas. Acá no se escucha Señora, señora, de Denise de Kalafe, pero sí, Ese señor de las canas. Con todo y que un ochenta por ciento de los hijos no celebran al papá en persona, sí lo hacen virtualmente. Las redes sociales se colapsan cuando todo mundo pone esa entrañable fotografía con el padre de familia y claro, se desbordan expresiones de amor y de lo mucho que significan en su vida. Pero es ahí, de modo virtual y no presencial. En modo presencial se es reseco y las visitas son de entrada por salida porque uno como joven tiene tantas ocupaciones que perder el tiempo con el viejo, no vale la pena.

El norte de México se ha convertido literalmente en un enorme comal. Se ha vuelto insoportable el caminar por sus calles y sus ríos se han ido evaporando agravando la situación; sin embargo, mucho más que la inclemencia del tiempo,  la destemplanza con la que muchos padres son tratados por sus hijos se ha incrementado violentamente. En el día del padre, esta historia nos deja bien en claro una situación que se ha vuelto tristemente cotidiana. Más de ocho personas de la tercera edad fueron encontradas sin vida y en estado de descomposición en alguna parte del estado. Su destrucción no sólo la aceleró el caliginoso clima, también el hecho de que tenían varios días en el olvido. Y es justamente esta historia la que trae a colación este reguero de sentimientos encontrados cuando los diarios evidencian que somos crueles cuando ellos han llegado a un punto que muchos consideran de inutilidad, estorbo a sus vidas. Es entonces cuando los hijos se evaporan, se van silenciosamente, echan responsabilidades a los tíos, a los hermanos… ¿estamos listos?

Entré medio borracho a la casa y papá estaba ahí, de pie y con una nueva sonrisa. A leguas se veía feliz de verme ahí.

─Pásele, mijo, que gueno que llegó. ¿Y mi nuera?

─Una disculpa pá, por la hora, casi se acaba el día. Ya sabe, cada año vamos a casa de mi suegro que se molesta si no vamos.

─No se preocupe, mijo, lo gueno es que aquí está.

─Tampoco le traigo regalo, pá, Laura le compró uno bien caro a su papá y me dejó sin nada.

─Ni se preocupe, mijo. Yo sólo esperé todo el día a que llegara. Ese es mi regalo, que esté usté, mi único hijo, aquí… te preparé lo que tanto te gustaba de chamaco.

─No, no, no, pá, ya me voy. Laura ya me está pitando el carro. Siga pasándosela bien. Vengo la otra semana.

─A qué caray, ya se me va, caramba.

─Pues sí, pero ya le digo, siga pasándosela bien.

─Pero con quién si estoy más solo que un elote en sequía. Pensé se quedaría más rato. Hasta frijolitos charros le había hecho en el fogón, pa que cenara conmigo…

─Quisiera, pá, pero ya conoce a esta mujer que no le gusta entrar aquí.

─No me quiere por pobre, mijo, pero usté así la escogió.

─Cuídese, pá.

─Ándele, mijo, diosito me lo bendiga. Venga pa echarle su bendición.

─Hay pa la otra, pá. Ando de prisa.

─Hasta la bendición me desprecia, canijo.

Fue lo último que le escuché porque a la semana que fui lo encontré con una rata habitando en su estómago y miles de gusanos en la cuenca de sus ojos. Sus manos aferradas en puño tenían la única foto en la que aparecíamos juntos en la feria de San Luis a mis ocho años.

Le lloré tanto. Papá vivió pobre teniendo a un hijo profesionista, pero una esposa egoísta. Pero no es su culpa, es mía y sólo mía por cobarde e idiota.

Lo enterré en un cajón barato y sin misa porque en una semana nos iríamos a Vallarta y ya teníamos los gastos calculados.

¿Qué se es cuando la voz de tu esposa o tu esposo te obliga a abandonar a tus padres? Qué se es cuando el olvido se convierte en lo que en el futuro será una conciencia atosigando al culpable.

Es muy de costumbre enaltecer a los héroes muertos y despreciarlos cuando están con vida. En día de Muertos los altares dedicados a los padres están repletos de pan de muerto, menudo, birria, pozole, harta fruta y cientos de cosas más, pero cosa curiosa, cuando el hombre vivía su mesa estaba vacía y sus labios resecos.

¿Qué somos entonces cuando enaltecemos una vieja fotografía a sabiendas que en vida azotamos con el olvido? ¿Qué somos cuando nuestro conyugue nos manipula para que olvidemos a los nuestros? ¿Tú, qué eres?

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