La pandemia complica, todavía más, los procesos para obtener un trasplante de órganos

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Extraer un hígado o un corazón para reimplantarlo, con las unidades de cuidados intensivas llenas por el coronavirus, se ha convertido en un desafío.

“La pandemia cambió una cosa: el número de trasplantes. El principal problema era el colapso de los cuidados intensivos”, dijo Erika Martínez, enfermera extractora desde hace 15 años, con unos 450 trasplantes en su haber.

Las unidades de cuidados intensivos (UCI), son el principal frente de guerra contra el Covid-19, pero también el lugar donde se deciden los trasplantes.

“A los donantes siempre los identificamos en las unidades de cuidados intensivos”, explicó Beatriz Domínguez Gil, directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) española.

“Y el proceso de donación tiene lugar ahí, porque los receptores tienen que pasar al menos los primeros días después del trasplante en una UCI”, añadió.

En 2020, el número de trasplantes cayó un 20%

En marzo de 2020, Amparo Curt fue incluida de urgencia en una lista de espera tras sufrir una hepatitis autoinmune fulgurante: “algo te dice que te mueres, vas viendo que te vas”, recuerda esta mujer de 51 años. ¿Qué órgano va a haber en pleno Covid?”.

Por “milagro”, la llamaron unos días más tarde para recibir un nuevo hígado, y eso, en “el pico más alto de la pandemia”, explicó.

Sometida a tres pruebas PCR de coronavirus consecutivas durante su hospitalización, acabó por volver a casa cinco días después del implante.

Una vivencia de “ciencia-ficción” que le ayudó a comprender “que todo es posible”, narró, interrumpida a veces por la emoción.

Tres cuartas partes de los transportes de órganos que se realizan por vía aérea corren a cargo de compañías aéreas comerciales (que ofrecen este servicio de forma gratuita), pero algunos órganos, que no pueden esperar, tienen que viajar en vuelos privados.

Durante la primera ola, con el tráfico aéreo reducido a casi nada, hubo que improvisar, hacer malabares con las restricciones de movilidad, aceptar -en el caso de los trasplantes de corazón- que la extracción la hicieran equipos cercanos al hospital del donante y que el órgano viajara solo.

En estos casos, el avión que traslada al equipo médico aterriza en la localidad cuyo nombre permanecerá secreto.

Ambulancia, hospital, vestuario, cambio de equipo. Frente a la puerta corredera del quirófano, varias neveras esperan sus órganos antes de partir hacia destinos y receptores desconocidos.

En el interior, trabajan una quincena de personas.

En el centro del avión, una caja de plástico azul con un tesoro: un órgano separado del cuerpo que espera recuperar la vida.

Aterrizaje, ambulancia, y, finalmente, hospital.

El paciente está ya abierto. Y su viejo órgano se extrae.

Unas horas más tarde, el paciente es extubado. Una nueva vida empieza para su propietario.

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