Ethel Krauze le pone rostro a la violencia 

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Luego de un largo proceso de dolor del que nació “El país de las mandrágoras”, Ethel Krauze define su nueva novela como “una elegía o un poema intenso” (Agencia El Universal)

CDMX.- “No están cerradas las puertas, no está cerrada la esperanza, nunca lo estarán, pero hay que ser conscientes de que la esperanza surge de las lágrimas, no surge de los muros”, afirma la escritora Ethel Krauze. Lo dice luego de un largo proceso de dolor del que nació “El país de las mandrágoras”, su nueva novela que define como “una elegía o un poema intenso”, en la que retrata la violencia desatada en México y de los muchachos muertos que no pueden quedar en el olvido.

La doctora en Literatura y autora de más de 30 libros, emprendió hace varios años el primer borrador de esta historia que rinde tributo a los muchachos muertos por la violencia en México, pero también por una violencia mundial que impera en este siglo XXI. Emprender este proyecto fue doloroso no sólo porque fue darse cuenta que la violencia escala cada día más, sino también porque al principio quiso levantar un dique para no sentir ese dolor.

“Hubo un momento clave, que yo digo que es el momento en que nació la novela, aunque yo en ese instante no me di cabal cuenta, el momento es cuando me entero del asesinato del hijo de Javier Sicilia, me entero porque me llama una periodista a la casa para que yo de mi opinión al respecto, yo no sabía la noticia y entre en schok. En ese momento empezó ‘El país de las mandrágoras’, yo todavía luché un año en contra de esa invasión de mandrágoras en mi espíritu pero finalmente me rendí porque me avasallaron y me senté a escribir”, señala la escritora.

Ethel Krauze asegura que en el primer borrador de “El país de las mandrágoras” (Alfaguara) estaba la realidad en Cuernavaca, pero en la versión final de este libro está la pura ficción, sin nada personal ni periodístico.

“La novela es un foco al microscopio de una realidad generalizada, una visión muy directa, muy íntima que pongo en la vida de un muchacho llamado Adrián Galindo. Lo que logré fue ponerle rostro a los números y a las estadísticas”, afirma.

La narradora apostó por hacer lo que Héctor en “La Iliada”: “quitarme el disfraz y meterme en la batalla a sabiendas de lo que me iba a pasar; y lo que me iba a pasar es convertí en la escritora de El país de las mandrágoras, con el dolor que eso supone”.

Su primera reacción fue levantar un muro contra la realidad, contra la violencia, la inseguridad, las muertes de jóvenes, los secuestros y el dolor que permea en la sociedad mexicana y en todo el país, aunque ella lo sentía más de cerca en Cuernavaca, la ciudad en la que vive desde hace 13 años. Pasado el tiempo decidió que lo tenía que afrontar y luego sentarse a escribir, pero no como una manera de entrar a la discusión o hacer una reflexión, más bien desde esa realidad que la atacaba.

“Yo le tenía mucho miedo a entrar en la novela porque sabía que iba a sufrir, pero no me daba cuenta que en realidad ya estaba sufriendo y estaba sufriendo más y peor porque estaba poniéndole un dique, un muro como de esos falsos muros que quiere construir Trump porque cree que si lo construye ya no van a existir los mexicanos. Yo estaba construyéndome un muro creyendo que si yo no escribía la novela o si me negaba a hacerlo, esas voces de nuestros muertos ya no iba a existir, pero sí existieron y traspasaron los muros; y cuando empecé a escribir comenzó a fluir ese dolor y cuando la terminé y la di a publicar y ahora que está comenzando a circular entre los lectores es cuando perdí el miedo”, asegura.

Krauze tiene la certeza de que quienes lean su novela van a encontrar un lugar donde llorar. “Y yo me voy a sentir más acompañada y todos nos vamos a sentir más acompañados en el llanto y creo que ese peregrinaje, que es una escena en la novela donde todos van al gran árbol de mandrágoras y van llorando con sus botellitas de sangre a poner su ADN, es algo que nos falta hacer. Se logra cuando se pierde el miedo porque es cuando lo enfrentas, cuando lo lloras y justo allí en ese mar de lágrimas es donde increíblemente vamos a ver una salida, se va a reflejar una luz. Estoy cierta de eso”, afirma la escritora.

La autora de “Escenas de ira, tristeza y desesperación con momentos felices”, dice que llorar es una actividad, un movimiento que produce un cambio profundo, no el que se hace a través de una ley, de un decreto o de una denuncia, que llorar es un auténtico cambio que viene de adentro, y la marcha de ayer de las mujeres contra las violencias machistas es un canto de esperanza.

“Las nuevas generaciones que salen a las calles, con su propio cuerpo hacen el nuevo poema del país y eso es fantástico. Pertenezco también a una generación que no imaginaba que esto pudiera ocurrir. La marcha de ayer fue un poema a media calle que vivimos ayer y eso también hay que entenderlo y celebrarlo como tal”, concluyó la escritora Ethel Krauze.