El equipo de campaña detrás del magnate

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Republican presidential candidate Donald Trump speaks to supporters during a rally, Tuesday, June 16, 2015, in Des Moines, Iowa. (AP Photo/Charlie Neibergall)

La poca ortodoxia de la campaña del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, no se limita a sus discursos, sus propuestas o su puesta en escena. El equipo que lo asesora y acompaña es heterogéneo e integrado por personalidades conocidas en el mundo de la política, viejos amigos y, por supuesto, su familia.

Faltan menos de tres meses para las elecciones y, en las últimas semanas, ha creado un equipo de asesores en economía, temas hispanos, seguridad y política exterior; así como cambiado (por tercera vez) la cúpula encargada de la estrategia de campaña. Con la idea de que sea la reestructuración definitiva de los nombres que forman el círculo cercano a Trump se pueden sacar conclusiones de cómo puede ser el futuro de la campaña, hacia dónde quiere ir y qué imagen tiene de una eventual presidencia.

“Soy como soy y no quiero cambiar”, dijo la semana pasada Trump.

“Está desesperado”, aseguró Thomas Whalen, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Boston.

“Ha tenido varios cambios de personal en la cúpula y todavía le falta una estrategia coherente. Parece que opera según sopla el viento”, añadió.

“Su mayor problema es que su fuente de asesoramiento proviene de lo que ve en el espejo de su baño. Parece muy reacio a confiar en los demás o aceptar asesoramiento de nadie, excepto unos pocos miembros selectos de su familia”, añadió el catedrático.

Su victoria en las primarias fue gracias a esta estrategia, liderada entonces por Corey Lewandoski, el primer gran nombre del entorno del magnate. El ex jefe de campaña —que actualmente se desempeña como panelista defensor del republicano en programas de televisión— fue el encargado de crear la figura de lo que hoy se conoce como Donald Trump: un hombre sin pelos en la lengua, sin guión y sin tapujos.

La carrera se puso seria y Trump, en una de las pocas concesiones que hizo a la política tradicional, fichó al veterano experto Paul Manafort, quien tuvo la difícil misión de domar lo indomable. Trump, harto de estar encorsetado y la falta de resultados, apostó por volver a sus orígenes y la semana pasada creó un nuevo equipo que le devolviera su voz. Manafort, perseguido además por lazos con la facción prorusa en Ucrania, dimitió.

Dos de los nuevos nombres llegaron al equipo rodeados de controversia: Stephen Bannon, ex director del portal conservador y populista Breitbart News y nuevo director ejecutivo de la campaña —a pesar de su nula experiencia electoral— era considerado por Bloomberg News “el hombre más peligroso de la política estadounidense”. Bannon es un antiestablishment, encargado de mantener el tono agresivo.

El otro hombre polémico es Roger Ailes — buen amigo de Trump, como casi todos los que le rodean— que acaba de dejar Fox News por un escándalo sexual. Aunque la campaña ha negado su incorporación, se sabe que prepara los debates que empezarán en septiembre. El equilibrio es Kellyanne Conway, nueva jefa de campaña y encargada de acercar a las mujeres y las minorías.

Aparte, están los asesores, entre los que hay nombres conocidos rendidos, a los pies de Trump. Ahí figura el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, encargado del equipo de transición en caso de que Trump llegue a la Casa Blanca.

El más combativo es el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani, convertido en su sombra en las últimas semanas, y que tras su exaltado discurso en la convención republicana dice en el tono que quiere lo que puede estar pensando el candidato.

También toman protagonismo Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, con la tarea de llevar a Trump hacia el republicanismo tradicional.

Fuera del terreno político, Trump se ha rodeado de amigos de mucho tiempo. Como la mayoría de su consejo asesor en economía, 13 hombres blancos —seis de ellos llamados Steve—, la mayoría multimillonarios. Entre ellos destaca Steve Mnuchin, el encargado de las finanzas que se enriqueció con las hipotecas basura.

La lista del séquito la forman nombres de inicio inconsistentes, que parecen salidos de lugares totalmente diferentes. Aparecen grandes creyentes como el polémico sherif Joe Arpaio de Maricopa, Arizona, o el senador Jeff Sessions; Roger Stone, ex asesor de la campaña —de la que se fue por desacuerdos— sigue teniendo gran influencia, o Michael Glassner, asesor de política nacional.

Otras figuras importantes son Dan Scavino, director de comunicación en redes sociales, y Katrina Pierson, la “cara” de la campaña.

Pero por encima de todos está una mujer: Ivanka Trump, la hija favorita del magnate, encumbrada como confidente y asesora capital. Ella, junto a su marido Jared Kushner, lideró la elección del compañero de fórmula, imponiendo su candidato (el gobernador Mike Pence) al deseado por su padre, Gingrich. Además, Ivanka está presente en todas las reuniones de estrategia, y su voz es determinante en las decisiones del patriarca.

Es a ella a quien escucha dentro y fuera de la campaña.