“Muros, cercos y murallas”

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Ezequiel Briones, ciudadano por muchos años de la ciudad de Andrews, Texas, suspendió su boda. No lo hizo porque su futura mujer lo hubiera descubierto en un engaño o el que ella hubiese tropezado del mismo modo. Ante tan nefasta noticia, al abuelo sólo le restó exclamar: ¡Y todo por el maldito muro! Y la abuela por su parte: ¡El malnacido de Trump es el culpable!

Luego de haberlo planeado por casi dos años, mis primos que llevaban toda una vida en la Unión americana, ya tenían todo listo para lo que sería la gran boda de Ezequiel y Brígida. Tal celebración incluía familia mexicana que viajaría de Monclova y Ciudad Acuña. Más de trecientos invitados se darían cita en una festividad por demás esperada. El servicio de banquete estaba pagado, lo mismo que el salón, la música, los meseros y hasta un número especial a cargo de Marcel Turbot, un saxofonista que a últimas fechas había estado haciendo escándalo al imitar con tanta perfección a Lester Young, Coleman Hawkins, Dexter Gordon, John Coltrane y principalmente a Charlie Parker. Con toda seguridad hubiera sido un desconocido con todo y sus artes, pero desde que el mismísimo presidente Barack Obama lo había visto interpretar “There will never be another you”de Lester Young, en un café cercano a la Casa Blanca, su vida había cambiado. Para su buena suerte el mandatario se había puesto de pie, le había extendido la mano a Michel para adentrarse en la solitaria pista donde la ex pareja presidencial, habían bailado seducidos por ese oxidado sonido saliendo del viejo saxofón de Marcel.

Fue tan triste cuando nos llamaron para decirnos que la boda se cancelaba porque Ezequiel ya no estaba en Estados Unidos. De buenas a primeras se encontraba en Piedras Negras luego de que después de haber recorrido muchos kilómetros desde Andrews hasta la frontera, lo habían detenido así nomás porque todo parecía menos gringo. Sin aceptarle explicaciones, documentos o todo con lo que cargaba, los agentes de la patrulla fronteriza simplemente le habían quitado su camioneta y lo habían puesto en el puente internacional para que se fuera a donde según ellos, pertenecía.El primo terminó deambulando por las calles sin celular y sin saber cómo comunicarse con su familia en los Estados Unidos ni con los de Ciudad Allende, parientes por quienes había viajado desde territorio gringo para llevarlos consigo hasta el poblado texano.

Esto sucedió hace ya un casi un año. Mi primo Cheque agarró una chambita en una maquiladora de pantalones y mi prima, soltera y desconsolada, cada día ve más lejos el día en el que pueda casarse con el amor de su vida. Y como dijeran los abuelos, todo por el muro y por malnacido presidente de los Estados Unidos.

Esta es sólo una historia de cientos que se le parecen y que se cuentan minuto a minuto a lo largo de toda la frontera sur de la tierra de Robert Redford. Es difícil aceptarlo, pero muchas de ellas han terminado en sangre, en pérdidas humanas. La imparable migración proveniente ya no sólo de México y de todos los países del cono sur, sino de Europa, Asía y África, tienen, como es comprensible, al mandatario Neoyorquino con los vellos de punta.

El asunto del tan mencionado muro fronterizo entre nuestro país y los Estados Unidos se ha convertido en un asunto tan cotidiano, como el plato de frijoles que día a día vine a nuestra mesa como platillo obligado. No nos es posible concentrarnos en nuestras labores diarias, ni en ningún otro asunto que tengamos en mano porque ahí está el mentado muro haciéndonos la vida de cuadriculas, fórmulas matemáticas y términos gramaticales que casi nos hacen estallar la cabeza.

Para muchos es cosa muy sencilla, para otros es muy complicada y para otros tantos un asunto que ni les va ni les viene. Los muros físicos han existido por siglos. Todos han tenido una función muy semejante: Proteger a la población. La variante es el protegerlos contra qué o contra quién. Muchos muros, en particular el de Berlín, fueron tan definitivos como las cuarentenas en las clínicas en las que los pacientes son únicamente visitados los médicos especialistas y por nadie más, ni siquiera por sus familiares.

De 1961 a 1989, esta barrera llamada en su tiempo como «Muro de la vergüenza» fue una barrera de seguridad que dividió Alemania durante la denominada Guerra fría.

Los chinos hicieron lo propio en su afán de protegerse de las invasiones nómadas Xiongnu de Mongolia y Manchuria. Ni qué decir de la Muralla de Lugo en España. Del mismo modo que los chinos, se temía una invasión de los bárbaros.

Cortinas caen, cortinas se levantan. No existen muros, cercos o murallas que sean eternas. Siempre existirá un líder con suficiente potencial para convencer y más que nada creer en la libertad que provoque el derribo de cualquier cortina de hierro, roca o alambrón.

Hace unos días se inició la construcción de un tramo de más de treinta kilómetros de valla fronteriza al oeste de El Paso, en Texas, justo en área de Santa Teresa, Nuevo México. Este suceso, como otros que se han verificado en diversos puntos de la frontera, han escandalizado a muchos, sin embargo todo esto no más que algo temporal. Ya se dijo, nada es eterno en un mundo tan cambiante.

Hoy tenemos una gran responsabilidad con nuestros hijos para hacerles ver que los verdaderos muros que dividen no son los que ha creado el hombre para separar países, son los emocionales, esos que vienen del odio contra todo aquello que no nos agrada.

Hoy por hoy tomemos en nuestras manos el mazo que derrumbe los muros de la intolerancia y del odio. Sólo eso podrá hacer de nosotros los humanos más satisfechos. Adieu.

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