Franco Coppola, un Nuncio apostólico enviado de Roma llegó a nuestro país el pasado seis de noviembre para llevar a cabo la misa por el aniversario de la Diócesis y dedicación de la Iglesia catedral del Espíritu Santo. Para muchos de los presentes esa visita resultó de lo más espiritual cuando al final dejó sobre los fieles y sobre todo el país, una hermosa bendición para ser liberados de las ataduras de la detestable violencia que actualmente azota a nuestra patria, pero particularmente al Estado de Tamaulipas. Sin que le temblaran los labios nos colocó, después de Siria, como el país más violento del mundo. Claro, viniendo de un hombre supuestamente de Dios, aquella aseveración consternó a más de uno.
Hoy México y cada uno de sus rincones está abatido por todo aquello que día con día nos hace ver que el liderazgo que poseemos no tiene ni la más minima idea de cómo manejar a un país como el nuestro. Con tristeza vemos que nuestros tiranos modernos son como los niños que al mostrarles una paleta de caramelo, cualquiera puede secuestrarlos. Hoy, por unos miles de pesos nuestros gobernantes cobijan al narco, asesinan a periodistas, estudiantes y prostituyen a los artistas.
¿En qué se convierte el ciudadano de un país cuando ha dejado de creer en los que un día prometieron llevarlo a una posición mejor a la que se encontraba al momento de emitir su voto? Definitivamente en un incrédulo. ¿Qué le resta entonces cuando el sistema político lo asfixia con alzas de precios en los servicios básicos? Lo que le resta sin lugar a dudas es elevar su rostro al cielo y pedir clemencia a ese ser que según se ha creído por siglos, nos trajo a este planeta. Pero luego viene un segundo desafío, ¿Qué sucede entonces cuando esas personas que han sido elegidas por los dioses para dirigir nuestra vida espiritual lo unico que hacen es terminar por desbaratar las pocas emociones positivas que nos restan?.
Las leyes fueron creadas por los más fuertes para dominar a los débiles. No hay error al decir que tanto el mundo clerical como el politico está saturado de reglas que convierten a ser humano en un esclavo de las decisiones de otros y para su empoderamiento.
Lo anterior va en relación con que corre el mes de noviembre y ya desde medio año los lideres de la bota italiana no han parado de hacer una reunión tras otra, mandando mail, informaciones confidenciales y otros datos a todos los rincones del planeta para lo que será la llegada el mes de diciembre. Quizá usted se pregunte, bueno ¿y eso qué? pero todo miembro de la iglesia sabe que el mes decembrino es nada más y nada menos que el mes del diezmo. Es en este tiempo cuando sus bóvedas se llenan de cantidades estratosfericas de dinero y no es para menos cuando existen cientos de donadores dejando sus ahorros en los miles de templos católicos.
Son muchas las denominaciones religiosas que trabajan concienzudamente con este asunto del diezmo. Se basan en las palabras escritas por un profeta de antaño que como muchos otros creía ver ángeles y querubines. Según Malaquías un día Dios le imputó su desobediencia. Entonces le preguntó: Señor, pero ¿por que dices tal cosa?, si te hemos sido fieles… a lo que la voz de trueno le responde, en vuestros diezmos y ofrendas, malditos sois con maldicion, porque todos, la nacion entera, me habeis robado… a lo que Malaquías responde, señor, entonces ¿qué os debemos de hacer?… y obvio, el Dios le dijo como el cheff Gordon Ramsey del programa televisivo “Pesadilla en la cocina”, !!!!acercaos al alfolí y dad mi diezmo si no es que querais que les mande un petardo en el trasero!!!… a partir de ahí y basandose en esa escritura del antiguo testamento, son muchas las instituciones religiosas que enseñan que el diezmo es un mandamiento de lo alto y que por ende, si no se quiere llevar toda una vida cargando con el peso de la culpa provocada por el pecado de la desobediencia, hay que dejar la ofrenda donde corresponde. Sólo haciendolo así es como su alma podrá alcanzar ese reposo, esa paz que viene de obedecer.
En caso que tenga conflicto para cumplir no se desespere, recuerde que Dios nunca da mandamiento a sus hijos sin antes prepararles la vía para cumplirlos, así como tampoco los deja desválidos cuando se los da, pues siempre hay promesa sobre cada mandamiento, causa y efecto, nada sobrenatural.
En su visita el Nuncio exhortó a ser más creyentes, a incrementar la fe y las obras. Claro, entre todo ese cambio de actitud venía el dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.Y así las religiones tergiversan y engañan a cada uno de sus fieles quevan como corderitos, tiernos y mansos haciendo lo que se les ordena so pena de perecer quemados en un infierno de fuego y azufre.
Carteristas de la fe, astutos seductores de guante blanco y aureóla surrealista.
Existen denominaciones religiosas que aportan a sus adeptos sitios de adoración con excelentes comodidades. Éstas justifican que dichos beneficios vienen del pago fiel del diezmo, bueno, al menos en eso los creyentes pueden adorar en sitios agradables gracias a su propio dinero, pero mire usted, el catolicismo se ampara bajo el hecho de que los templos son antiguos e históricos para no meterles mano, y no miento cuando la gran mayoría de las catedrales están llenas de telarañas y los santos tapizados de polvo, pero eso sí, al momento de la misa hasta resuenan las canastillas de donaciones para que la gente meta las manos en sus bolsillos… pero no se crea, los Testigos de Jehová simplemente no ofrendan porque según ellos “Dios, ama al dador alegre” y si no vas a dar con el corazón, mejor no des, y como no desean dar de mala gana, mejor no ofrendan, así de sencillo, estos sí que se zafaron de la maldición de Malaquías.
“Estamos en tiempo de crisis─ Expuso el Nuncio─ donde es más difícil engañar. Vivimos un tiempo donde la naturaleza misma nos pasa la cuenta de los errores cometidos y en el desarrollo humano es igual, pues sólo buscamos el propio interés y no el de todos”
En fin, sea por causa de la naturaleza o por causas divinas, lo mejor es obrar rectamente y sujetarnos a nuestra propia conciencia. A veces es mejor ser conversos de nosotros mismos, de nuestro propio Dios, ese que nadie conoce sino uno mismo, que no le saca ni un quinto de la cartera y al que no hay qué rendirle cuentas y así no terminen burlándose de uno… Adieu.
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