“43, 49, 63 numerología criminal”

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No existe ninguna diferencia al caminar por las calles Ferrocarrileros y Mecánicos en Hermosillo, Sonora; por los verdes parajes de Iguala, en Guerrero y por esa larga y solitaria brecha que lleva a la abandonada mina de carbón, Pasta de Conchos en Nueva Rosita, Coahuila. Los tres lugares huelen a desasosiego, tristeza, impotencia y coraje.

En la numerología del crimen existe una escuela normal para maestros en Ayotzinapa. Tierra caliente y siempre ansiosa de justicia en la que entre la noche del 26 de septiembre y la madrugada del 27, se evidenció que el portar un uniforme de seguridad pública no siempre es sinónimo de confianza. De la forma más brutal un grupo de estudiantes fue azorado y perseguido por estos señores del orden. Por fortuna muchos pudieron escapar, pero no 43 cuyo destino se desconoce. Hay quienes dicen que fueron calcinados y previamente torturados. Otros más exponen que fueron destazados y arrojados al mar. Hay quienes dicen que fueron acribillados y enterrados clandestinamente en algún predio de Iguala. Tras una búsqueda infructuosa sobre su paradero se encontraron fosas por aquí y por allá. Tras analizar el ADN de los cuerpos se advirtió que no pertenecían a los estudiantes y fueron echados al olvido como si su muerte no fuera tan importante.

En la numerología del crimen existen 49 niños muertos en la guardería ABC de la caliginosa ciudad de Hermosillo, Sonora. Claro, sin contar los 106 heridos con graves quemaduras aquel fatídico 5 de junio de 2009. No hubo madre que no llorara la tragedia ni padre que no dejara de lado el machismo y se echara a llorar abrazando a sus mujeres ante aquello que todo parecía menos una prueba de Dios. Dios no estaba ahí, tampoco los culpables. El primero se había recluido en el seno de sus imperios al no tener respuestas a los clamores del dolor y los segundos; los segundos, escondidos y amparados por un gobierno que por años buscó no tocarlos.

En la numerología del crimen existe una explosión que pudo haber sido evitada. Una explosión acaecida muy de madrugada en el seno de un yacimiento minero al norte del estado de Coahuilay en el que perdieran la vida 65 mineros. A doce años del escalofriante accidente, es tiempo que 63 restos humanos aguardan ser rescatados. 19 de febrero del 2006 y tras el colapso de varios túneles, se desató una de las tragedias más tristes que conmocionaron al mundo entero.

Año con año marchas van, marchas vienen. Los líderes políticos se asoman a los balcones, miran a los que ya consideran incómodos dolientes y vuelven a internarse en sus oficinas. Saben que la cosa no pasará de ahí pues si no se hizo nada cuando la erupción de la situación pudo haber logrado algo, mucho menos ahora a tantos años después.

En la numerología del crimen suman 155 personas cuya sangre clama justicia desde el centro de la tierra. El pueblo ni perdona ni olvida, hacerlo sería traicionar a la humanidad. El cristianismo no aplica aquí con un Pon tu otra mejilla, sino con el Ojo por ojo, y eso bien lo puede atestiguar uno de los Moreira cuando asesinaron a uno de sus hijos. Es fácil ver el dolor desde las alturas de una silla de poder, pero doloroso e insoportable cuando se toca la sangre.

Hoy la pregunta es: ¿qué dirían los mineros sepultados si─ Viéndolo como una ficción─ tuvieran la oportunidad de hablar? ¿Qué expresarían los jóvenes normalistas sobre sus últimos momentos de vida? Resulta aterrador imaginar a un grupo de mineros perdiendo la vida de a poco, segundo a segundo y sin poder hacer nada. Del mismo modo resulta escalofriante el figurarse a los jóvenes siendo torturados y mancillados.

¿Más numerologías? El conteo sería infinito en un país en el que asesinar no es una causa tan mala. La población se ha tornado insensible ante la criminalidad que ya ninguna escena, por más sangrienta que ésta sea, le causa reconcomio.

En la numerología de la criminalidad nacional están los 45 indígenas tzotziles muertos en Acteal, municipio de Chenalhó, en Chiapas. Para ser más espeluznantemente específicos, 18 niños, 22 mujeres y 6 hombres. Es tiempo que el comando armado que realizara tan asquerosa aberración no ha sido localizado.

¿Qué tal las explosiones por negligencia en San Juanico, en el Estado de México? Aquí la numerología arroja la mínima cantidad de 600 personas muertas por envenenamiento de gas propano y por calcinación. Todo por las explosiones de plantas de almacenamiento de PEMEX. Heridos hubo unos cuantos, al parecer 2000.

Existen ciudades manchadas de sangre, ciudades que con el paso del tiempo siguen siendo honorables por ese grandioso hecho de que aquella tibia sangre derramada hoy nos dé paz y libertad. Por otro lado también ciudades de calles ensangrentadas y profusamente humilladas. La sangre ahí vertida ha sido por una criminalidad sin freno que ha rebasado toda táctica de seguridad de un gobierno pasivo.

Hoy no nos resta que vivir de acuerdo con un régimen de vida social en el que nuestros municipios se mantengan tradicionalistas. Tan tradicionalistas que podamos andar por nuestras calles en plena confianza. Claro, no es sencillo, pero inculcarlo a nuestros hijos sólo proveerá un digno futuro para ellos. Adieu.

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