La pluma profana de El Markés

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Haití, una lección de vida

Tal vez la alegoría no sea la más adecuada, pero a últimas horas nos hemos convertido en tiranos vestidos con sotana y rosario al cuello. Una buena parte de la población mexicana que vive en esa ruta que ha tomado esta migración, ha hecho vivir al pueblo haitiano un calvario moderno. Como si no hubiera sido suficiente el dolor causado por el abandono del terruño a causa de la violencia, se han venido a topar con intentos de humanos que se han convertido en tropiezo para sus vidas. Hoy esta migración nos está dejando una gran lección, una enseñanza de vida. Nos ha recalcado que no pasamos la prueba de la caridad, comprensión, compenetración y amor al prójimo. Cercados y sin salida, son como esos cachorritos extraviados en barrio ajeno. Sus miradas son atemorizadas y sus pasos cautos y silenciosos. Mientras que por un lado las redes sociales se han encargado de acusarlos de invasores e irreverentes, sucios y violadores de normas migratorias, por otro la policía ha llegado a amenazarlos aquí en territorio nacional. Cada uno y desde su trinchera, los internautas han inundado las sendas del internet con frases negativas en contra de todo aquel que se atreva a auxiliarlos, como si nosotros mismos no fuéramos migrantes.

La migración en sí no tiene que ser el dejar tu patria para ir en pos de otra, bien podría ser abandonar la casa por estudios, irse a algún viaje largo o el matrimonio mismo. Es en cualquiera de estas experiencias cuando, inexpertos, recibimos la ayuda, muchas veces material, otra de consejo de padres y amigos. Somos inexpertos migrantes que hemos dejado el hogar para ir en busca de una nueva oportunidad de vida, y qué bien se siente cuando alguien ofrece un mejor empleo del que ya tienes y que te ayudará a sacar a delante a tu familia. Qué bien se siente cuando alguien al que la buena economía le ha sonreído por sus esfuerzos, que voltea a mirarte y que sin importarle tus carencias o tu apariencia gastada, mira que tienes potencial. Nadie deja su patria por gusto. Nadie deja una ciudad que le brinda todo para en busca de lo incierto. Es duro llegar a un sitio en el cual eres visto de reojo, en el que no confían en ti y te tienen desconfianza.

Cada amanecer al pintar la aurora los cielos azules de nuestras ciudades, las iglesias se llenan de fieles pidiendo por sí mismos y por los necesitados. Lo mismo pasa en el ocaso y muchas veces, se sigue con estos modos espirituales al llegar a casa; sin embargo, el campo de acción, el mundo, ahí donde se debe aplicar la palabra enseñada por los grandes pensadores espirituales como Mahatma Gandhi, San Francisco de Asís, Buda o Jesucristo.

Hoy por hoy el campo se encuentra listo para la siega, para salir y cosechar almas, listo para demostrar que no se es cucaracha de iglesia o un llorador bajo contrato para contagiar a otros. Y el campo sigue ahí, con cientos de personas de brazos extendidos, bocas secas, hambrientas y pies cansados. Desafortunadamente somos tan distintos a quienes solemos decir que somos en redes sociales. Existe en nuestra vida virtual un filtro tan exagerado, que cuando se nos llega a conocer somos prácticamente irreconocibles. En realidad no somos ni tan guapos, estilizados o amadores de las cosas buenas, muy al contrario, somos unos adefesios espirituales buscando complacencia personal y alabanzas de los demás.

Generalizar siempre resulta una muy mala costumbre, por ello es bueno decir que, por otra parte, el fenómeno Haití nos ha dejado ver el alma blanca de muchos que desde su trinchera y dentro de sus posibilidades, han brindado el auxilio de estos viajeros. En realidad nos sorprende esa otra parte de las redes sociales, esa que muestra a mucha de esa sociedad encantada con servir, de ofrecer un cobertor, una comida, una casa y hasta un consejo en su viaje al norte.

Si bien es cierto que cada país cuida lo suyo, a últimas horas usuarios de diversas redes sociales han develado el trato inhumano que la patrulla montada de los Estados Unidos, la patrulla fronteriza, ha tenido con los haitianos. Las imágenes son, sin pretender exagerar, vergonzosas. Y es ahí cuando nos damos cuenta que por más que un país sea denominado como del primer mundo, ese nombramiento se viene abajo cuando de encontrarse con otra raza se trata.

Una de las cosas más increíbles que he escuchado a últimas horas, es el hecho de que muchos hermanos haitianos han decidido parar, ya no más caminar hacia ese país que está deportando a sus hermanos a  Haití, y regresar a Haití, no es, en verdad una prioridad. Han encontrado en México una nueva oportunidad de vida. Muchos han optado por buscar un hogar, un trabajo y arreglar su situación migratoria en nuestro país. Si bien existe una gran cantidad de personas repudiándolos, otra muy buena parte de la sociedad ve esa migración como algo bueno para ellos. Lo cierto es que sin dudarlo, nadie debe permanecer en un país que viola tus derechos humanos más básicos. Hoy por hoy el fenómeno Haití nos ha mostrado algo, y ese algo usted mismo lo sabe, ¿qué piensas de esos migrantes? La respuesta te dirá qué clase de ciudadano del mundo eres. Adieu.

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