La pluma profana de El Markés

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Invasiones

Es muy común que los cobardes, cuando no pueden solos, tiendan a buscar quién comulgue con sus ideas para poder así desafiar las leyes, las reglas y todo aquello que le impida poder realizar sus más caros sueños insurrectos. Cuando no se conciertan a sus ideales, va enseguida con la seducción hasta lograr que quien al principio no creía, ahora esté de su lado y forme parte de esa mole de ideales inyectados que nadie creería se formaría.

Por mucho tiempo la historia y grandes proyecciones fílmicas  nos han llevado a cientos de irrupciones. Bien podríamos hablar de la invasión al cuerpo de Megan en “El exorcista”, de los Ovnis en cientos de filmes de ciencia ficción y hasta la invasión de Gastón al castillo de la Bestia en la proyección infantil de Disney. Esta última en particular me llama mucho la atención por el grandioso simbolismo y semejanza que tiene con los sucesos que a últimas fechas se han convertido en eventos muy memorables… y es que del mismo modo que nadie podría imaginarse que hombre alguno pudiera penetrar, la hasta ese momento infranqueable, fortaleza de la Bestia, Gastón y todos a los que persuadió lograron hacerlo. El asunto del Capitolio en los Estados Unidos hace unos días fue mucho más que vergonzoso, más que nada porque se está hablando de una fortificación a la que absolutamente nadie había entrado de modo tan arbitrario como se hizo. Ni siquiera el certero objetivo que por años Al Qaeda había fraguado pudo con ese valioso objetivo… caray, pero unos cuantos irreverentes ciudadanos creyendo que por la violencia podrían cambiar el rumbo de la decisión electoral, tomaron el sitio como si estuvieran invadiendo un museo. Hoy, como en el viejo Oeste estadounidense, se ha ofrecido una muy buena cantidad de dólares por la cabeza de los más de cien invasores… me recordó entonces aquella marcha del 6 de diciembre de 1914 en la que un contingente cruzó por las principales avenidas de la Ciudad de México en dirección a Palacio Nacional. Con todo y que no era una turba indignada como la que llegó al Capitolio, sí un montón de bandoleros comandados por un Villa y un Zapata que creyéndose dueños de la situación política del país, osaron sentarse en lo que se cree era la silla presidencial.

La Casa Rosada, en Argentina, es uno de los sitios más emblemáticos del país. Su historia es de las más respetables que existen. Sin embargo, con todo y que el suceso que trajo consigo su “profanación” o la invasión a su privacidad, no era de elevada importancia, con todo y ello muy poco se pudo hacer para impedirlo. La muerte de un afamado futbolista nativo de ese país causó que las máximas autoridades de la nación decidieran rendirle un tributo de cuerpo presente en una de las secciones más bellas de La Casa Rosada, sin embargo, tan grande fue el tumulto de fanáticos que los encargados de la seguridad del lugar muy poco pudieron hacer para retener el deseo de los fans por ver a su ídolo. Ha como pudieron suspendieron el evento y la furia se volvió letal. Violado el recinto algunos vándalos dañaron algunas estructuras y piezas de arte de mucho valor.

Sitios que por muchos años habían mantenido ese espíritu de paz, de pronto se vieron invadidos por personas que, como dijimos al inicio, colmados de cobardía al no poder actuar solos, sedujeron a otros para hacerlo más fácil.

Para muchos, la entrada al Capitolio fue como la intrusión en la Meca. Tal vez podría leerse exagerado y hasta irreverente, sin embargo, existen sitios que por su alta importancia en la política, en la religión o en la cultura, ser invadidos por personas non gratas, personas que tienen en muy poco valor o el significado de tal o cual recito, resulta ser altamente condenable. Me viene a la mente el Templo de Salomón, la ya mencionada Meca o los santuarios prehispánicos en los cuales sólo los personajes investidos “de lo alto” podían oficiar. Pasa lo mismo con los recintos culturales como los museos o teatros de música sinfónica u ópera. Sólo personas con alta apreciación por estas artes podrían disfrutarlo. Alguien que sólo va a hacer rechiflas, conversar o comer palomitas en definitiva no es bienvenido.

Invasiones, existe tanto simbolismo en todo cuanto sucede a nuestro alrededor y que muy poco nos interesa tomar como lección de vida. Cuántas historias hemos conocido en las que personas viven esquivando la maldad para mantener una vida próvida, una existencia sana, y que luego de dejarse seducir por extraños vientos de doctrinas, se pierde todo, se contamina todo, echando por la borda la pureza personal que se había ganado.

La vida es muy breve, vivamos sin permitir intrusiones. Optemos por conservar nuestros cuerpos y nuestro espíritu como verdaderos recintos en los cuales sólo personas que manejen un sentido de la paz sean bienvenidos a ella. Adieu.

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