La bailarina mexicana Luisa Díaz, quien fuera miembro del Béjart Ballet Laussane por más de una década y primera bailarina del Ballet del Estado de Baviera, con actuaciones en algunos de los teatros más importantes del mundo como la Scala de Milán, regresó a México en enero de 2014 para formar parte de la Compañía Nacional de Danza (CND). En diciembre, tras sufrir acoso laboral por parte de la dirección artística, decidió renunciar.
“Es preocupante que en México los artistas no tengamos oportunidad de trabajo aún con experiencia internacional sobresaliente. Yo me pregunto, ¿para qué dicen que regresen los talentos que están en el extranjero a México si no hay oferta de trabajo? Lamento mucho tener que decir que si hay fuga de talentos en mi país, es porque aquí no hay oportunidades para desarrollarte ni para volver y aportar tu talento y experiencia al crecimiento de la danza nacional”, cuenta en entrevista.
El martes pasado los 68 bailarines de la CND regresaron a sus labores, les fue negado el acceso a las instalaciones, tras exigir que les abrieran las puertas se les notificó que debían firmar el nuevo contrato de 2016, el cual, aseguraron, violaba algunos de sus derechos adquiridos. Durante la semana pasada tuvieron mesas de negociación con las autoridades del INBA para revisar los términos del contrato. Ambas partes indicaron que las conversaciones fueron satisfactorias.
Hasta ese momento no estaba en la discusión continuar o no trabajando con Laura Morelos, directora artística de la CND. Sin embargo, cuentan los bailarines que previo a la firma del contrato Morelos solicitó que dos bailarinas se pesaran para saber si habían bajado o no el peso que se les había pedido con anterioridad. Ante el resultado, se les informó a las intérpretes que quedaban fuera de la compañía. Los bailarines advierten que sus compañeras tenían un plazo de tres meses para llegar al peso requerido, acuerdo que fue desechado unilateralmente.
La ruptura del acuerdo ha provocado que bailarines y ex bailarines denuncien los maltratos que han padecido por parte de Morelos desde que llegó en 2013. Y han pedido su renuncia.
Luisa Díaz es una de ellas. Pese a su experiencia de 14 años en Europa, bailando obras de los mejores bailarines del mundo, siendo una de las musas de los máximos coreógrafos a nivel mundial, Maurice Béjart, fue contratada en México como Corifeo sin explicación alguna. “Yo fui primera bailarina y me dio un rango muy por debajo de mi nivel, mis maestros, muchos compañeros no podían creer que yo aceptara eso, pero mi deseo de estar en México era muy grande y acepté con la esperanza de que eso iba a cambiar muy pronto”.
No fue así. Díaz cuenta que Laura Morelos no sólo nunca permitió su ascenso, le quitó papeles y la obligó a bailar roles de Cuerpo de baile, el más bajo rango dentro de una compañía de ballet. “El coreógrafo de “Sueño de una noche de verano” (James Kelly) me escogió para bailar un rol principal y creó ese rol sobre mí; a dos días antes del estreno la directora me quitó sin razón alguna porque iba grabar Canal 22, me suplió con otra bailarina que injustamente estaba condicionada por ella, es decir, estaba lista para ser despedida y que además no tuvo ensayos del rol. La directora toma decisiones sin ningún fundamento. Me puso a dar una entrevista acerca de este espectáculo y no pude denunciar, los bailarines no estaban unidos como lo están ahora, sentí que yo estaría sola contra ella. Todos sufríamos en silencio el acoso y la violencia laboral que ejercía sobre cada uno de nosotros. No hubo un día en que uno o más bailarines no lloraran por alguna situación”, dice.
Y agrega: “En la CND no suceden las cosas como en otros países como en la Ópera de París en donde los intérpretes audicionan. Aquí es a capricho de la directora, tiene una relación de amor y odio con los bailarines, a veces puede poner a una a bailar de todo, la asciende, y al mes le quita roles, la acusa de cualquier cosa, le dice que está gorda”, cuenta.
Al igual que las dos bailarinas que hoy son acusadas de tener un peso no óptimo para la CND, Díaz también padeció esa exigencia. “A mí me dijo que necesitaba bajar de las costillas ¿quería que me operara y me quitara las que me sobraban? Es increíble, soy una bailarina alta, mido 1.72, mi torso y mis piernas son más largas que muchas de las bailarines de la Compañía. Cada una somos diferentes, no puedes establecer el mismo peso para todas, las proporciones son distintas. Ella atenta contra la salud de las bailarinas y fomenta los trastornos alimenticios”, asegura.
Díaz acudió a un hospital privado para ser atendida por un nutriólogo, quien le indicó que que si bajaba más de peso podría tener problemas graves de salud.
“La nutrióloga me dijo que mi peso estaba por debajo del mínimo, que no podía seguir bajando de peso porque incluso podía poner en riesgo mi vida. Todas las bailarinas tenemos un peso más bajo que una persona que no se dedica a la danza, pero lo que ella pide a algunas es una exageración”, dice.
Hoy Luisa Díaz, luego de emprender una gira por Australia, está de regreso en México para cursar una maestría y para impartir clases en algunas escuelas como La Cantera. “Hay gente que sí me ha abierto las puertas porque cree en mí, porque saben que mi trayectoria puede aportar mucho. Laura Morelos discrimina la experiencia. Yo tengo 32 años y estoy completamente apta para bailar. Las audiciones a las que convocó en noviembre del 2015 son para menores de 23 años. En el Ballet de l’ Ópera de París los bailarines se jubilan alrededor de los 42 años y todos tienen jubilación vitalicia y son tratados como lo que son, artistas y seres humanos que merecen respeto en su campo de trabajo. En estas condiciones no pueden regresar aquellos que están haciendo cosas muy importantes en otros países, Isaac Hernández, por ejemplo, no podría siquiera audicionar, pero ante este panorama mejor que ni lo haga”.