Eran poco más de las 16 horas y había muchos clientes en la zapatería. En determinado momento, todos dejaron de observar el calzado y se aglomeraron en la puerta, conmovidos por lo que ocurría afuera.

El tornado se aproximaba y hacía sentir su furia en las calles. Al ver su magnitud, los empleados se apresuraron a cerrar las puertas del local. Luego todos se refugiaron en la parte trasera del establecimiento.

De poco sirvieron las trabas, las puertas se abrieron en cuestión de segundos, y las feroces ráfagas de viento ingresaron. Todo salió volando, empezando por la vidriera. Si alguien hubiera permanecido en el frente no habría sobrevivido.

“Fue espantoso. No puedo creer la suerte que tuvimos, entraban chapas, vidrios y no se lastimó ninguna de las mujeres, fue una bendición” contó Roberto Boero, dueño de Da Pie Calzados.