NORUEGA.- El domingo, la Agencia Medioambiental de Noruega mostraba las impactantes imágenes de una extensión de tundra cubierta de cadáveres de reno. 323 renos sucumbieron al mismo tiempo debido a un incidente completamente fortuito: un rayo. El fenómeno ha matado a nada menos que 323 animales, de los que 70 eran crías, pero ¿cómo es posible?
Los seres humanos no son ni mucho menos las únicas víctimas de los rayos. A menudo, la muerte desde un cielo de tormenta les llega también a otros animales. Este mismo año encontraron la muerte 21 vacas cuando un rayo cayó sobre el contenedor de metal en el que estaban comiendo. Lo raro de este incidente es que hayan muerto tantos animales a cielo abierto.
Los técnicos de la Agencia Medioambiental de Noruega aún están investigando lo ocurrido y no tienen una respuesta definitiva, pero analizando incidentes anteriores, la hipótesis más probable es que el rayo se haya diseminado por una gran superficie de suelo empapada con el permafrost (el hielo del terreno que se ha ido fundiendo en verano y que empapa la capa superficial del suelo).
Confirmar que se ha tratado de un rayo es sencillo. Las descargas atmosféricas de este tipo suelen dejar figuras de Lichtenberg en el suelo. Se trata de un patrón fractal de quemaduras que suele ocurrir cuando una corriente eléctrica muy potente atraviesa un material aislante.
Los renos y otros grandes cuadrúpedos tienen, además, una desventaja frente a los rayos. Sus patas delanteras y traseras están a tanta distancia que la diferencia de potencial de la descarga es mayor. La electricidad del rayo se diseminó en una gran área y pasó entre las patas de los animales, parándoles el corazón al instante. La electricidad no es buen compañera de los pies (o las pezuñas) mojados.
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