NUEVO LAREDO.- Durante la década de los 70 lo que hoy se conoce como Parque El Laguito fue una ladrillera y después una granja de conejos, pero no fue lo que se esperaba hasta convertirlo en una área de esparcimiento privada, para luego pasar a pública.
El empresario Gerardo González Juaristi, hijo de don Gerardo González Treviño, quien fue empresario y benefactor, explicó que en 1970 su padre adquirió la propiedad, entonces había una ladrillera que contaminó muchos años debido a que cocían el ladrillo a base de la quema de llantas.
Tras adquirir la propiedad, la visión de don Gerardo González Treviño fue construir una granja de conejos, con la adquisición de decenas de estos animales para su reproducción, ya que a mediados de los 70 estaba de moda la crianza de conejos, pero para don Gerardo no daba resultado.
Pasaron los meses y la población de conejos no crecía, seguían siendo los mismos, por la simple y sencilla razón que todos los conejos que tenía eran hembras, cosa que desconocía en un principio el propietario, según le comentó un profesor que acudió a estudiar la situación.
Al darse cuenta que la crianza de conejos no era su actividad, cuenta González Juaristi, su padre decidió hacer una área de esparcimiento para los trabajadores de sus empresas, por lo que en 1990 comenzó la construcción de canchas y palapas al rededor del laguito.
Al cabo de 10 años se ideó que el parque podría ser público para que todas las familias pudieran disfrutar este espacio, aprovechando la vista de la pequeña laguna que se forma al centro y a orillas de la carretera Nacional, por lo que Gerardo González hijo comenzó las reuniones con él área diputado electo Carlos De Anda.
Además con el ahora regidor Jorge Pérez Santos, para proyectar la idea que tenía don Gerardo, lo cual quedó cristalizado la tarde de este miércoles con la inauguración del parque, que lleva el nombre del hombre altruista y trabajador.
La parte difícil, cuenta Gerardo hijo, fue convencer a su madre María Guadalupe Juaristi de González que se pusiera el nombre de Gerardo González Treviño, ya que en vida no le gustaba se le reconociera el apoyo que brindaba, pues todo le gustaba hacer en anonimato.
Sin embargo lograron convencer a la señora para que sirviera de ejemplo a nuevas generaciones, como símbolo de esfuerzo, trabajo y compromiso de la comunidad.
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