Corría el año de 1995 cuando conocí La Hermosa Provincia, una colonia ubicada en el corazón de la ciudad de Guadalajara y que pertenecía a una denominación religiosa llamada La Luz del Mundo. Regentada estaba por un elevado templo de retorcidas y bellas líneas arquitectónicas.El mausoleo elevado al extinto Eusebio Joaquín González, primer apóstol vidente y revelador de dicha iglesia era deslumbrante. Sus calles tenían nombres bíblicos y sus mujeres vestían de un modo recatado. Andar por sus calles era otra cosa. Sus aparadores exhibían libros cuyos títulos atacaban directamente a otras religiones. En aquella década ya había comentarios contra sus líderes.Se hablaba de hecho de un hijo ilegítimo procreado por el apóstol con una menor de edad y que había terminado por aceptar. A la muerte de su padre, el crío acabó huyendo al sentirse amenazado. Tiempo más tarde fue encontrado con más de cincuenta puñaladas y claro, como nunca pasa en México, sin sospechosos.
En tiempos en que fungía como profeta y apóstol Samuel Joaquín Flores, padre del hoy detenido por abuso sexual, Naasón Joaquín García, se decía que «Sólo se puede llegar a Dios a través del siervo Samuel, sólo se puede alcanzar la salvación eterna en nombre de Samuel». Dentro de la hermandad no se movía un cabello sin la aprobación de un hombre que a sus 77 años fue a morar a lo más alto de los collados celestiales sin habérsele comprobado ni siquiera uno de los muchos delitos sexuales por los que fuera perseguido.
A pocos años de haber sido nombrado líder máximo de la congregación y encontrándose en lo más elevado de su goce, Naasón pasó de ser “La luz del mundo” a “La pus del mundo”. Todo vino a dar al traste luego de que las pestilentes supuraciones de sus acciones comenzaron a apestar el manto blanco con el que había protegido por años sus múltiples perversiones. La purulencia comenzó a ser tan pestilente al grado de ser imposible seguir encubriéndose los abusos sexualesdel pastor de hombres contra jóvenes y jovencitas de su hermandad.
Crear una denominación religiosa es una de las labores más sencillas, sin embargo, es un proceso muy metódico. Trabajar con la fe es de lo más redituable. La base está en saber manejar a las personas haciéndolas creer fervientemente en algo o en alguien.Hacerse rico a costa de la fe es un ejercicio que requiere paciencia. Es una cuestión que mucho tiene qué ver con los sentidos y su experta manipulación. No hacerlo bien es una pérdida millonaria y claro, dejar escapar una vida de lujos, lujos ofrecidos claro está, por fieles convertidos en cajeros automáticos al servicio de la de perversión religiosa de un grupo de individuos.
Con todo y que los tres Joaquines se la vivieron por generaciones extorsionando a su feligresías, hoy estos varones siguen estando en un elevado pedestal. No hay salvación en la eternidad sin ellos, no hay una vida en el más allá sin una aprobación viniendo de estos seres.Lo más extraño de todo es que existiendo un tremendo historial de persecución criminal contra este triunvirato sexual, curiosamente nunca se ha logrado hacer justicia. Por años, al igual que su padre y que su abuelo, Naasón se la vivió fornicando y violando una fe que ya de por sí había nacido adulterada. Las acciones demoníacas que realizó con sus fieles fueron un resultado natural de las creencias que ellos mismos tenían y basadas estaban en la lascivia y en la sed de poder.
Hoy, el profeta y apóstol de Jesucristo se encuentra tras las rejas y toda una grey llorando por él en lo más íntimo de sus alcobas. Lo cierto es que si este varón de cualidades “divinas” sale librado, no será por obra de las oraciones de sus incautos feligreses y mucho menos por un Dios vaporizado desde el nacimiento de Nietzsche, sino por la corrupción que nada tiene que ver con la justicia de Dios y mucho menos que las buenas leyes creadas para impartir justicia.
Según la Biblia, uno de los libros más conocidos en el mundo cristiano, cita una frase que se acomoda como sortija al dedo y que a la letra dicta: “Muchos me dirán en aquel día, Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”… y lo más genial es lo que sigue:
“Y yo os diré, apartaos de mí, hacedores de maldad, que os vomitaré con el fuego de mi boca”
Hoy Naasón llora tras las rejas padeciendo el oprobio y la vergüenza fruto de su propia maldad, sin embargo, ¿cuántos más degustan su momento a la luz de la corrupción y, por cuánto tiempo? Adieu.
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