A mi México le pasó lo que a mi buen amigo Elpidio Canales, un fotógrafo que viniendo de Tubutama, Sonora, con dirección a lo más inhóspito del Desierto de Altar se encontró con un grupo de cuatro migrantes que le pidieron asilo en su acogedora carpa. Tan humanitario los cobijó del frío nocturno.
Le fue imposible dormir al escucharlos hablar de su mala fortuna de no haber podido cruzar la frontera.Olían mal, eran mal hablados y por ser tantoslo orillaron a dormir donde se colaba el viento. A media noche salió de la carpa y se fue a tomar un café a un lado de Trane, su brioso caballo. Tenía frío y sueño. Los cínicos sin más ni más se apoderaron por esa noche de la tienda dejándolo a la intemperie.
Por muchos años los yanquis le han estado sobando como un pedófilo la cabecita rubia a esa hermosa niñita llamada península de Baja California.
Ante la mirada silenciosa de sus habitantes, cientos de familias norteamericanas se han ido instalando y creando colonias al grado que los ciudadanos mexicanos se han empezado a sentir amenazados. Se han creado playas exclusivas para ellos, centros comerciales con todas las características extranjeras y por si fuera poco y como pasa en San Miguel de Allende, algunos negocios han comenzado a vender en dólares.
Dicen que las heridas se olvidan con el tiempo y ya lo creemos que sí. Muchos han olvidado por ejemplo, que cuando Juárezandaba a salto de mata por el norte del país, concedió a los gringos, que por ese entonces estaban al mando de un tal Jacobo Leese, que entraran y colonizaran los terrenos abandonados por aquellos sitios peninsulares. Desde entonces y aunque no sea muy difundido, ese magnánimo pederasta le ha estado metiendo mano a la más bella de nuestras penínsulas.
Otro de los migrantes que entraron en la carpa de mi querido Elpidio podríamos compararlo al Japón, otro de los adinerados que han puesto sobre la mesa principal de Los Pinos una muy buena cantidad de dinero. Se habla de unos 400 mil millones de dólares a cambio de la península más esbelta de nuestra patria. Según los rumores, los hombrecitos de diminuta hombría, ojo rasgado e inteligencia suprema, planean la edificación de una planta nuclear de alta tecnología y no sólo eso, sino la creación de un complejo turístico de características estratosféricamente impactantes. No está de más decir que ese país del Sol Naciente es el principal comprador de mariscos que México posee.
El tercer migrante abusivo que ni pío dijo cuándo el buen Elpidio salió de la carpa podríamos asemejarlos a Israel. Si se analiza bien, es ése país de Medio oriente que se ha establecido poco a poco en la península con la clara idea, no desconocida de los peninsulares, de trabajar para la producción de agua. Ya se han creado empresas a base de millonarias inversiones. Curiosamente han metido mano en ellas los gobiernos de Estados Unidos. Los israelitas, expertos en el asunto por las características tan similares de Israel con esa región de las californias mexicanas, han manifestado que tienen todo para hacer crecer la ganadería y la agricultura por toda la región. Como la corrupción es la característica nacional, tanto los yanquis, los japoneses y los Israelitas ya deambulan por la exquisita península como si fuera de ellos.
El cuarto migrante sinvergüenza lo podríamos cotejar con nosotros mismos, sí señor. Acusamos sin medida a nuestras autoridades diciendo que son ellos los que firman esto, los que firman lo otro, pero si nos ponemos a analizar la situación imperante, somos nosotros los que nos hemos encargado de vender a nuestra patria ya ni siquiera al mejor postor, al peor. Ejemplos sencillos sobre la mesa: compramos productos extranjeros olvidándonos de lo nativo. Humillamos al autóctono pero consentimos al extranjero. Caminamos por las zonas turísticas y le sonreímos al coreano, al árabe, al francés, ah, pero despreciamos al guía de turistas campechano, tapatío u Oaxaqueño porque queremos un extranjero que vista bien y nos guíe. Somos basura humana con dos extremidades humillando a diestra y siniestra a los nuestros. Sencillo. Sonmuchos los que laboran en los Estados Unidos y son esos mismos los que oprimen, desechan y desprecian a los que llegan por primera vez a esa nación del norte en busca de oportunidades. Somos scrap, ya lo digo, con dos extremidades.
Perdimos más de la mitad de nuestro territorio hace añales y no hemos podido superarlo. Lo perdimos porque se era incapaz de atender aquellas lejanas tierras. Lo mismo que le pasó a Argentina con la Patagonia. Hoy Baja California es conocida por los Cabos, pero mientras reposamos en nuestros laureles, las hormiguitas extranjeras se han ido apropiando de lo nuestro y sin ser Moni Vidente puedo decir que de pronto ¡¡Pum!! Se nos irá la esbelta y siempre elegante, Península de Baja California. Adieu.
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