Torreón.- El 20 de julio, Ana María Acosta publicó en Twitter: “Tengo 53 años y me quieren matar”. Era su primer tuit en la red social y explicaba que había abierto el perfil para pedir ayuda porque las autoridades en Coahuila no la ayudaban y su vida corría peligro.
Hoy, la señora Ana María vive en otra ciudad. Tuvo que huir del municipio de Francisco I. Madero, Coahuila por las constantes amenazas de su expareja, y los robos a su casa.
Ana María Acosta platica que comenzó una relación a distancia y por redes sociales hace cinco años con un hombre llamado Gabriel Sánchez, con quien tenía previamente una relación a distancia de amistad.
Él vivía en Tijuana y había sido deportado de Estados Unidos. Decidieron vivir juntos en Francisco I. Madero pero desde un inicio, relata la señora, su expareja dejó ver un carácter explosivo que la hizo prender una alarma.
A partir de ahí comenzó un infierno para Ana María que parece no concluir. Poco a poco Gabriel incrementó su explosividad. En un inicio, la señora Ana María lo excusaba, pensaba que era parte del acoplamiento, pero llegó un momento en que dijo ‘hasta aquí’.
Ana María estaba convencida que podía salir de la relación, que podría manejarla. “Yo sola me metí en esto, sola tengo que salirme”, se dijo. Comenzó a intentar sacarlo de su casa y alejarlo de su vida, pero él, violento y explosivo no hacía caso. Por el contrario, la amenazaba.
Pedir apoyo
En su camino para deshacerse de su expareja, Ana María se topó con varias faltas de las autoridades. En una amenaza, habló a un refugio para mujeres en Torreón y le dijeron que no estaban trabajando por pandemia. Acudió a un refugio para mujeres en Francisco I. Madero pero no la podían atender porque no había nadie a la hora que llegó.
Fue al ministerio público a levantar una denuncia a las siete de la mañana y no había nadie que le recibiera la denuncia. Hasta que llegó una agente le recibieron la denuncia por violencia intrafamiliar.
En su experiencia, vivió cómo la funcionaria parecía como si minimizara su denuncia y alerta de violencia. “Siento que lo veían como algo equis. Entraba una compañera y le daba la orden de las gorditas y seguía conmigo y luego entraba otra compañera y socializando que se había quedado hasta tal hora en un lugar. Yo sentía que bueno, a lo mejor estoy haciendo mucho alboroto. Tal vez estoy haciendo el ridículo”.
Finalmente el 7 de mayo de este año, logró una orden de restricción donde le ordenaban a su expareja que no podía estar cerca de ella, ni de la casa ni de su familia.
“Pero se la pasó ahí. Nunca se fue. Se fue a tres cuadras, le tuve que dar el dinero. Pero me seguía mandando mensajes, que estaba en una casa con puros drogadictos”, cuenta a El Universal.
En una ocasión, la amenazó que un día le llevaría a su hijo bañado en sangre y lo mataría frente a ella. “Vas a saber quién soy, vas a conocer a este demonio”, le advirtió.
A principios de julio decidió salirse de su casa e irse a vivir a otro lado.
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