“El silencio de los ¿inocentes?”
En tiempos de mar calmo, cualquiera puede dirigir el timón. Hoy que la turbulencia pone al barco que es nuestra nación en elevadas crestas de un oleaje peligroso, tenemos un buen capitán y una tripulación hecha de tres colores: verde, blanco y rojo.
En plena contingencia sanitaria por el Covid-19, todos los líderes que en el pasado eran de la llamada Derecha y que hoy, a la baja de seguidores se han convertido penosamente en Izquierda, han estado enviando secretamente emisores, porque por cobardía no se atreven a hacerlo personalmente, a que hablen mal del gobierno regente. Es un grupo de personas que desde redes sociales y otros medios de información, expanden, distribuyen, arrojan o atizan esparciendo la ponzoña, según ellos evidenciando una supuesta negligencia o torpeza del actual mandato ante la pandemia.
Maniobrar la nave en medio de este fenómeno natural no es nada sencillo, pero como en todo barco de grandes proporciones, no sólo el que dirige el timón es el responsable, también el que iza las velas y el que reacomoda utilería para balancear el barco. En pocas palabras, capitán y tripulación luchan mano a mano por mantener a flote el barco y por resultado, sus vidas.
Hoy, aquellos que en contienda electoral prometían cuidar de la patria, se mantienen ocultos. Señalan desde sus trincheras y sin dar la cara. Su silencio no es de “Inocentes”. Su gastado pensamiento es que no es su asunto, cuando en la alegoría previamente evidenciada, decimos que por salvar la existencia y mantener a flote a la nación, la ayuda es de todos.
Ante este silencio queda en evidencia su falta de credibilidad y la manifestación de que los tiempos electoreros son una clara visión de la falsedad y lo hueco que suelen ser los que pretenden tomar una posición de privilegio, según ellos, para dirigir a un pueblo sediento de justicia.
Con todo y que la guerra emprendida contra el actual gobierno, las casas encuestadoras más importantes de México han declarado que hasta el momento en que Andrés Manuel López Obrador exhibió su primer informe de gobierno, siete de cada diez mexicanos le extendían su apoyo. Ante estos números no es difícil resolver que su credibilidad sigue tan intacta como desde el día en que tomó la banda presidencial.
Sin bien es cierto que el mayor desafío que ha tenido la bien llamada Cuarta Transformación, es el tema de la seguridad, es evidente que la lucha está en pie.
Se dice que los patos salvajes siguen al líder de su parvada por la forma de su vuelo y no por la fuerza de su graznido. Con todo y que el tricolor y el blanquiazul han trabajado incansablemente desde sus trincheras para exigir la renuncia de López Obrador, los mexicanos, o quienes lo han colocado en su actual posición, piensan, por estadísticas, que lo siguen queriendo donde está.
Tan negativos solemos ser que creemos que un presidente de la república, cualquiera que este sea y del partido que sea, tiene que estar todo el tiempo embutido en los problemas del país. Tan estúpidos solemos ser que creemos que no tiene un domingo para la familia, un día de cumpleaños o un antojo de pizza.
No hace muchos día el presidente exhibió una escena cotidiana en la que sembraba tres arboles flor en los jardines de Palacio Nacional. La borrasca de comentarios provenientes de mentes prehistóricas, comenzaron a atacar con tal saña al mandatario que dejaron ver la falta de evolución en sus propias humanidades.
Estamos a unos cuantos pasos de que empezó la pandemia más horrorosa después de la gripe española, y el silencio de los que caminaban por las calles prometiendo salvaguardar la integridad del pueblo mexicano, sigue vigente. No se asoman ni para ofrecer un cubre bocas a la población. Es esta justamente la que sería su reacción si hubiesen quedado al mando de un país que por solidario, se ha encargado de atender a su prójimo sin esperar mucho de su gobierno. Y es que lo cierto es que si la línea de contagios se ha amortiguado tan siquiera un poquito, esto ha sido por la obediencia de los mexicanos a los consejos del doctor López Gatell.
Nuestro país está medio hundido y flota justamente gracias a los que todavía creen y no por los que pinchan los pocos salvavidas que quedan. Todos saben que Loret de Mola, López Dóriga y otros muchos más arden en el furor de ser los próximos desechados de los noticieros. Antes de serlo explotan aquí y allá aprovechando la poca tinta y credibilidad que les queda.
México nos necesita, y por lo pronto en casa. El resto se hará naturalmente. La paciencia tendrá que ser, nuestro principal don en ese tiempo futuro en el que la economía tarde en elevarse. Entonces tendremos que ejercer la fe y las obras, pues todos sabemos que una sin la otra ambas son muertas. Adieu.