La pluma profana de El Markés

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El puesto más importante

Hoy, como en todos los tiempos, el hombre se ha afanado por sobresalir uno sobre otro. Las empresas están llenas de esos humanos que por tal de resaltar y obtener el mejor puesto, son capaces de sobajarse a sí mismos dejando su dignidad por los suelos. Si bien es cierto que el hombre debe despuntar y distinguirse, la manera más correcta es por méritos. Dichas cualidades van de la mano con la rectitud y el desarrollar caracteres que hagan brillar la personalidad.

Qué equivocado está el padre que cree que cuando el hijo se casa, su responsabilidad hacia él ha terminado. Si bien es cierto que el distanciamiento es obvio, su voz de consejo, esa que orientó a su vástago por tal o cual cantidad de años, esa sigue tan vigente como ninguna otra cosa. Ser padre es un llamamiento que no termina ni con la muerte, pues aun cuando el cuerpo ha sido depositado en tierra, si se ha sido un buen padre, su voz emergerá desde el más recóndito de los sitios hacia la conciencia de los hijos.

Hoy en día el llamamiento más importante sin lugar a dudarlo, es el de ser padre. Si bien se nos ha proveído por la naturaleza de ser proveedores de esa sabia de vida, de nada nos serviría si no tenemos a nuestro lado a una mujer que junto a nosotros sea esa ayuda idónea en la procreación y educación de los hijos.

Una gran mayoría de personas nunca tuvieron la oportunidad de conversar en secreto en un sentido de compadrazgo con sus padres. Dicen que los tiempos cambian y así lo creo, sin embargo, en todas las épocas ha habido padres responsabilizados con ese llamamiento que los impele a ser parte de la vida de los hijos.

La vida tiene diversas etapas, y no hay nada peor que viajar por ellas solos. Desde la inquieta y curiosa infancia, pasando por la revoltosa revolución de la adolescencia; el miedo a crecer y decidir del adulto soltero y el hombre maduro que ha triunfado o fracasado en la adultez, todas y cada una de estas etapas requieren de esa voz maternal, paternal que alivie u oriente el camino.

Ser tirano en casa para orientar, encauzar o educar a los hijos, sólo lleva un amargo recuerdo que en el devenir de los tiempos solo mancha el recuerdo de un padre. La gran mayoría de los hijos que vivieron bajo el amparo de un opresor, muy pocas veces hablan de su infancia. No hay mejor honor, que el ser recodado como un padre estricto, pero al mismo tiempo divertido, conversador y dado a estar en casa ofreciendo minutos, horas de calidad.

Cuando era muy joven y embelesado estaba por la vida y obra del escritor francés Honorato de Balzac, me topé en algún libro unas palabras suyas que se me quedaron tan grabadas y que he comprobado en cada una de las etapas de mis hijas en casa. El escritor escribió:

“Algún día sabrás que un padre es mucho más feliz en la felicidad de sus hijos que en la suya. No puedo explicártelo: es un sentimiento en tu cuerpo que transmite alegría a través de ti”

Convertirse en padre ausente a causa del trabajo, es uno de los errores más notables del hombre. Existe esa tendencia a proveer, proveer y proveer dejando de lado lo más valioso, esto es, ese acercamiento de persona a persona, esa fusión de padre a hijo que hace que se crezca fortalecido y con un claro ejemplo de interés por parte del padre.  El tiempo pasa tan de prisa que ya para cuando se acuerda, los hijos cursan universidad y lo menos que desean son los consejos de los padres. No es algo generalizado, pero cuando los hijos no vivieron acostumbrados a las conversaciones paternales, cuando estas se dan, los hijos tienen muy poca disposición a tenerlas.

Sin duda muchos de los que ahora leen esta columna y cruzan los cuarenta años, no me dejaran mentir cuando les diga que los mejores momentos paternales eran esos en los que en los años ochenta o noventa, existía esa bonita costumbre de ir monte adentro y hacer ese contacto con la naturaleza al lado del padre. Por medio de la convivencia paterna se aprendía ya no sólo a amar a la naturaleza, también a respetarla y a conocer los ciclos de la vida.

En lo personal no concibo la vida o el desarrollo de un ser humano, sin un padre. Si bien es cierto que las madres solteras hacen un trabajo magistral en la crianza de los hijos cuando existe la ausencia de un padre, el consejo moderador de un varón en casa siempre será imprescindible.

Hoy que el mundo vive convulsionado por ideas inicuas que destruyen las buenas costumbres, el padre tiene esa enorme responsabilidad de proteger a quienes serán su reflejo en el devenir de los tiempos. No hay nada más deliciosos que ver a los hijos despuntar en los caminos de la vida, verlos planear, desarrollarse y poner en practica todas esas conversaciones de padre a hijo que llevaron muchas veces a las lágrimas.

Mira a tu alrededor, ahí están, tal vez embutidos en sus redes sociales o en sus actividades escolares o religiosas, pero ahí están, esperando aunque sea un instante de tu presencia. Vence el orgullo antes de que la maldad los venza a ellos. Adieu.

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