“Los no contactados”
Rieli Franciscato, defensor de los pueblos indígenas de la amazonia murió hace unos días, a causa de un certero flechazo. Con todo y que hasta el momento se ha hecho una acusación directa contra cualquiera de los grupos indígenas que viven en la región, mucho los dudan. Lo dudan a razón de que como los intereses por apoderarse de lo que desde tiempos inmemoriales les ha correspondido, son muchos, cualquier infiltrado puedo haberlo asesinado y culpar así a los indígenas y poder actuar con más justificación contra ellos.
Con todo y que existe una cantidad de pueblos sumergidos en lo inhóspito de la selva más grande del mundo, no se sabe a ciencia cierta cuántos son en realidad. Se les ha denominado “Los no contactados” debido a que ha sido imposible acceder a ellos, ya que su actitud belicosa es muy notoria. Sus acciones a cualquier contacto con el mundo exterior evidencia una petición de que se les deje en paz.
No hace mucho leí una frase de Survival International, organización global que por años se ha dedicado a la defensa de los pueblos indígenas, que estos pueblo no son ni reliquias primitivas de un pasado lejano, sino contemporáneos nuestros y una parte vital de la diversidad humana.
Los usos y costumbres de muchas etnias en nuestro país tienen algo de semejante con estos pueblos de la amazonia.
Aunque todo pareciera indicar que no, en México existen una infinidad de grupos no contactados. Quizá podríamos decir que sí están identificados, pero no contactados. Bien podría referirme a que muchos de los beneficios prometidos por el gobierno y los muchos millones de pesos que se invierten a beneficio de los grupos más vulnerables o etnias ubicadas en lo más recóndito de las montañas, muchos de ellos son desviados para propósitos ajenos a lo que originalmente fueron destinados. Es triste ver cómo los Tarahumaras, en Chihuahua; los negros mascogos, en Coahuila; los lacandones en Chiapas entre otros muchos, sigan siendo esos grupos marginados y hasta podría decir, intocables.
En muy poco tiempo, estos grupos que podríamos hasta llamar relegados, son abusados contantemente cuando el egoísmo del poder arrasa con la dote que la naturaleza les ha otorgado por derecho. Son ya muchos los defensores de la naturaleza que ha sido eliminados por depredadores al verse afectados en sus negociaciones turbias. La lista de estos defensores de etnias, bosques, mariposas monarcas y hasta santuarios que han sido asesinados es larguísima.
Es curioso, pero es raro ver a un presidente de la república caminar por esas etnias que por alejadas, se requiere hasta de helicópteros. Así, ante la indiferencia de los de arriba y el abuso de los de abajo, estos seres humanos se vuelven invisibles. El invierno los mata, y todos se enteran; el calor los ahoga y la sequía arrasa con sus siembras y nadie mueve un dedo. Ellos son los pueblos identificados, pero no contactados.
Hay un dicho que expresan mucho los viejos y que a la letra dice: “Si no doy, tampoco quito”… y viene la pregunta: ¿qué es lo tanto le envidan los hombres a los identificados, pero no contactados?, ciertamente no es su riqueza cultural, tampoco el que estén tan allegados a sus dioses hasta convertirlos en personas muchísimo más espirituales que los denominados civilizados citadinos. Sin duda alguna lo que los hombres más envidian de esos grupos aislados y los convierte en codiciosos, son sus posesiones naturales.
No me tiembla la mano al escribir que todos los pueblos identificados, pero no contactados por el gobierno, poseen una calidad espiritual que en nada se compara con la que poseen los humanos de las ciudades. Esa mancomunidad sideral, esa mezcolanza entre lo divino y lo terrenal en el que ellos se desenvuelven los convierte es seres especiales, de respeto, seres que cumplen con un propósito de vida que muchos de nosotros, por vivir a una velocidad exagerada y rutinaria, no disfrutamos… pero ya lo dijimos, el hombre de la ciudad todo envidia de ellos, menos su vida mística.
Mucha de la felicidad que tienen los identificados, pero no contactados, es el hecho de estar en constante contacto con la naturaleza. Entre ambos existe una alianza que no puede romperse jamás, hacerlo sería un desastre apocalíptico. Lo que el hombre mira con codicia, estos grupos lo admiran con ojo divino. De hecho la conquista española sobre las diversas civilizaciones del nuevo mundo radicó en eso, el deseo de apropiarse de todo objeto que brillara.
Los gobiernos del mundo tienen bien identificados a estos grupos minoritarios y cuyo origen se remonta a tiempos ancestrales. El identificarlos no es para extenderles una ayuda que muchas veces necesitan, los han registrado para apoderarse de sus bosques, de sus selvas, de sus territorios bajo el cual existen metales preciosos, carbón o petróleo.
Solo ellos entienden el dolor de ver desde las montañas cómo sus árboles son derribados, sus ríos desviados y sus tierras explotadas; sólo ellos saben lo que es ver a sus dioses huir al ver desaparecer sus santuarios.
¿Hasta cuándo el hombre se sentirá invencible? Es evidente que no ha comprendido el significado y el sentido de la vida. Nos creemos civilizados cuando nuestra mente está mucho más retrasada que la del hombre de Java. Adieu.
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