José Mujica, el izquierdista que predicó con el ejemplo en Uruguay; falleció el “líder político eterno”

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MONTEVIDEO.- José Alberto Mujica Cordano, el expresidente uruguayo que falleció este martes, a los 89 años de edad, fue un líder de izquierda que siempre predicó con el ejemplo, al grado de convertir su chacra, su residencia humilde en las afueras de Montevideo, en la “Casa Presidencial”.

Guerrillero, prisionero de la dictadura, diputado, presidente, senador, siempre activista y líder político eterno.

El “presidente más pobre del mundo”, como se le apodó en el mundo por su estilo de vida sencillo, nació en Uruguay en el año 1935. Su padre, Demetrio Mujica Terra, falleció cuando él estaba en el tercer año de la escuela. Su madre, Lucy Cordano, quien trabajaba como agricultora y vendedora de flores, se quedó a cargo de él cuando tenía 7 años y su hermana apenas uno.

En el año 1956 se unió al Partido Nacional y comenzó su trayectoria política. En 1962, con el diputado Enrique Erro, formaron su propio partido, la Unión Popular.

Su carrera política iba viento en popa cuando decidió unirse a las filas del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN), una guerrilla izquierdista que estuvo activa entre las décadas de 1960 y 1970 en Uruguay. Fue en esa etapa que conoció al amor de su vida, Lucía Topolansky, quien en la guerrilla se ocupaba de falsificar documentos.

De político, Mujica pasó a ser un perseguido en el gobierno de Jorge Pacheco Areco. En medio de enfrentamientos armados, llegó a resultar herido de bala. Fue apresado en cuatro oportunidades y pese a haber logrado escapar de la cárcel en dos de ellas terminó purgando 14 años tras las rejas.

En una entrevista en 2018, Mujica confesó que los obligaron a permanecer 4 mil 500 días en silencio, que fue torturado y alimentado con migajas de pan. La orden militar era volverlos locos, dijo. “Y sí, puede que nos quedáramos medio locos”, narró.

“El Pepe”, como se le llamaba de cariño, quedó en libertad tras el regreso de Uruguay a la senda democrática, beneficiado por la ley de amnistía de 1985.

Decidido a mantenerse en la política, Mujica creó, junto con otros líderes del MLN e izquierdistas, el Movimiento de Participación Popular (MPP), en el Frente Amplio. En 1994, fue elegido diputado por Montevideo. Sin embargo, se quejó de haberse sentido como un “florero”.

Cinco años después, fue elegido senador. En 2005, el presidente Tabaré Vázquez lo designó ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca. Ese mismo año se casó con Topolansky. Pero su discurso franco, a veces salido de tono, no gustó a muchos y terminó abandonando el cargo en 2008.

Tras ganar las elecciones presidenciales de 2009, en marzo de 2010 asumió la presidencia.

Desde el primer día impuso su estilo. Prefirió seguir rodeado de hortalizas, flores y de la tranquilidad que ofrece su chacra a las comodidades de la residencia presidencial.

“Vivir liviano de equipaje, con pocas cosas, con lo necesario, pero no más. Para no tener demasiadas ataduras materiales y tener tiempo para volcarlo en lo que a mí me motiva que es la militancia”.

Gobernó Uruguay hasta 2015, pero al dejar el cargo, no abandonó la política. Fue elegido senador en 2014 y reelecto en 2018. Topolansky, mientras tanto, se convirtió en vicepresidenta de Uruguay entre 2017 y 2020.

El estilo directo de Mujica, su lenguaje llano y su discurso contra el consumismo lo convirtieron en una figura atípica en la escena internacional. No sólo rechazó mudarse a la residencia presidencial, sino que decidió donar su salario a causas sociales.

Fiel a sus principios, Mujica era conocido por hacerse acompañar siempre de su perrita Manuela, y de un viejo Volkswagen Fusca azul.

En 2018, Mujica informó de la muerte de Manuela, a los 22 años de edad. Y desde entonces expresó su deseo de ser enterrado con ella.

“Yo me voy a morir acá”, dijo. “Ahí afuera hay una sequoia grandota. Está Manuela enterrada ahí. Estoy haciendo los papeles para que ahí también me entierren a mí. Y ya está”.

Sereno, reveló en 2024 que padecía cáncer. En enero, informó que pese a la radioterapia a la que se sometió, el tumor de esófago se había extendido a otros órganos, y se negó a continuar con tratamientos, excepto paliativos.

“Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso”, dijo.

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