CHICAGO.- La última vez que los Cowboys habían celebrado algo en Soldier Field, Tony Romo todavía cargaba con el peso de la franquicia y Jason Garrett seguía convencido de que el equipo se podía reconstruir sobre la marcha. Esa postal pertenece a otro tiempo. El presente es mucho más difícil, y quedó retratado este domingo en Chicago. Dallas tropezó 14-31 con unos Bears que hasta ayer eran apenas un conjunto en busca de identidad y que ahora encontraron en Caleb Williams un motor de esperanza.
Brian Schottenheimer había tenido su momento de gloria la semana pasada. Se estrenó como head coach con una victoria en Nueva York y la conmemoró con una cena sencilla junto a su familia. Pizza y refrescos. Un festejo íntimo, sin el glamour que casi siempre acompaña a la National Football League. Este domingo, Ben Johnson podría replicar el ritual. Después de todo, logró lo que parecía improbable: su primera victoria al frente de los Bears y contra un rival de renombre, los Cowboys.
La derrota duele en Texas porque el equipo de la estrella solitaria no perdió contra un contendiente probado, sino frente a un equipo con marca de 0-2 que apenas siete días atrás había sido ridiculizado en Detroit con una paliza que expuso todas sus carencias. Los Bears habían dilapidado una ventaja de 11 puntos frente a Minnesota en su debut, y parecían destinados a otra temporada de tropiezos. Pero en el deporte, las noches cambian de rumbo en cuestión de jugadas y hoy Soldier Field fue escenario de un giro inesperado.
Caleb Williams tuvo una tarde de ensueño
El protagonista fue Caleb Williams, el quarterback de segundo año que hasta ahora había transitado la liga con intermitencias. Ante Dallas desplegó su versión más convincente. Lanzó cuatro pases de anotación a cuatro receptores distintos. Una muestra de confianza y distribución que convirtió a la defensa de Cowboys en un experimento fallido.
Williams terminó con el mayor registro de touchdowns en su corta carrera, y 298 yardas aéreas.
La primera conexión de la tarde fue con Rome Odunze, un envío de 35 yardas que coronó una serie de 76 yardas. El grito en Soldier Field fue liberador: por fin había motivos para creer. Dallas respondió con un gol de campo de 53 yardas de Brandon Aubrey, un recordatorio de que sus patadas a distancia siguen siendo la pieza más confiable del rompecabezas.
Pero Williams no bajó la guardia. Encontró a Luther Burden III en un bombazo de 65 yardas que evidenció la fragilidad de la secundaria de Dallas. Hubo un instante en que los Cowboys parecían reaccionar: Dak Prescott halló a George Pickens en la zona de anotación y, en un chispazo de lucidez, conectó una conversión de dos puntos con Jalen Tolbert.
La ilusión de remontada se encendió, pero duró poco. Prescott se fue desdibujando al punto de ser interceptado en series consecutivas. Su actuación fue de 251 yardas y un envío a las diagonales.
Cole Kmet apareció en un pase de 10 yardas de Williams y más tarde DJ Moore cerró la exhibición con otra anotación de corta distancia.
Para entonces, el ánimo en la banca de Cowboys incluía gestos de frustración, cabezas bajas, una defensa incapaz de descifrar a un quarterback que hace apenas un par de meses caminaba en la desconfianza de los aficionados de Bears que pensaba que la elección de Caleb no había sido la correcta.
Lo más inquietante para Dallas no es el marcador, sino la manera en que fue derrotado. Con recursos ofensivos limitados, los Bears hicieron ver lenta a la línea defensiva texana y aprovecharon cada espacio en la cobertura. Schottenheimer apostó por un plan de control del reloj que nunca funcionó, y Prescott volvió a ser el hombre que falla en momentos cumbres.
Una cosa es seguro Esta noche no habra pizzas y refrescos en la casa de Schottenheime, pero Ben Johnson podrá disfrutar de una cena digna de victoria.
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