Estados Unidos celebra este 4 de julio su 240 aniversario de independencia del Imperio Británico con una fiesta nacional llena de picnics, desfiles y fuegos artificiales en todo el país.
El presidente Barack Obama será anfitrión por última vez como presidente de un grupo selecto de familias de militares invitadas a una barbacoa en la Casa Blanca y a un concierto de Kendrick Lamar y Janelle Monae.
Si no llueve en Washington, como se ha pronosticado que suceda, van a tener una buena vista de los fuegos artificiales de la ciudad en la cercana Alameda Nacional o National Mall.
Pero el centro de la celebración está a solo unas pocas calles de la Casa Blanca, en el edificio de los Archivos de la Nación. Ese es el hogar de la Declaración de la Independencia, un documento escrito por Thomas Jefferson y adoptado por el Congreso el 4 de julio de 1776.
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”, dice el documento al establecer algunos de los principios fundamentales de la nación.
Más que cualquier otra cosa, la declaración es un agudo rechazo al rey Jorge, el monarca británico al que llama tirano y al que acusa de ignorar repetidamente los llamados de los colonos americanos a un mejor trato.
“Él ha abdicado el gobierno aquí, dejándonos sin su protección y declarándonos la guerra”, dice la declaración sobre el rey. “Él ha saqueado nuestros mares, desolado nuestras costas, incendiado nuestros pueblos y destruido la vida de nuestra gente”.
Lo que sería conocida como la Guerra Revolucionaria había estado luchándose durante un año en ese momento, y continuaría hasta 1783 cuando el Tratado de París formalmente reconoció a Estados Unidos de América como una nación soberana e independiente. Ese tratado también es parte de la colección de los Archivos de la Nación.