Chilpancingo.— En el semáforo sanitario, Guerrero está en rojo —riesgo máximo— por el aceleramiento de contagios de Covid-19, pero su capital vive en verde.
Casi todos los comercios abrieron desde el lunes y las calles están colmadas de personas.
En la capital guerrerense los mandatos oficiales distan mucho de lo que pasa en sus calles. El domingo, el gobernador Héctor Astudillo Flores decretó el uso obligatorio del cubrebocas y ampliar el confinamiento hasta el 30 de junio. Dijo que en todo Guerrero continúa el cierre de negocios no esenciales, así como centros comerciales, parques, zoológicos, discotecas, hoteles, playas y se mantiene la suspensión de cultos religiosos.
Casi todos han ignorado el decreto, hasta la Iglesia. El domingo, el obispo de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, ofició una misa en la Catedral de Chilapa con 150 personas. Más de la mitad entró sin cubrebocas y nadie ofreció gel antibacterial. El prelado justificó: “Para mí, la fe y la religión son algo esencial”.
Nada se detiene. Desde que se decretó la Jornada Nacional de Sana Distancia, en Chilpancingo muy pocos han hecho caso. Fue difícil distinguir en qué momento el semáforo cambió de verde a rojo.
El lunes pasado la gente salió en desbandada, como si alguna autoridad hubiera anunciado que Guerrero dejó la fase más peligrosa. Fue como un viaje al pasado, a la vieja normalidad: la gente se aglomeró, se subió sin tapabocas a las combis hasta llenarlas, paseó con la familia completa, con los niños de la mano, los mercados se llenaron y se olvidaron de la sana distancia.
Las filas en los bancos son permanentes, las banquetas siempre están llenas de personas y comerciantes ambulantes, el mercado central se abarrota casi todos los días y los comercios no esenciales mantienen una lucha con policías y militares para no cerrar.
En Guerrero, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), publicada en 2019 por el Inegi, ocho de cada 10 trabajadores están en la informalidad, es decir, no tienen ninguna certeza salarial.
Chilpancingo es una ciudad con servicios públicos deficientes, en la mayoría de las casas falta el agua potable. Cumplir una de las principales recomendaciones, lavarse las manos con frecuencia, implica comprarla, y conseguir ese dinero empuja a la gente a la calle.
Aunque aún hay cosas que recuerdan que sigue la pandemia. En las calles siete de cada 10 personas usan cubrebocas; las cervezas cuestan el doble. Ahora se hace fila para todo: para entrar a la farmacia, comprar ropa y hasta para los tacos.
El lunes la Secretaría de Salud estatal reportó 3 mil 474 contagios y 557 muertes por Covid-19 en Guerrero, cuatro días después se contabilizaron 402 diagnósticos positivos y 105 fallecimientos más. En las últimas 24 horas murieron 41 personas. En Chilpancingo hay 356 contagios y 59 decesos, los hospitales están al borde de la saturación.
(EL UNIVERSAL)
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