NUEVA YORK.- Nueva York está a punto de otorgar las primeras licencias para vender marihuana legalmente en el estado. El pasado 26 de septiembre, la Oficina de Gestión de Cannabis cerró la ventana de aplicación y a mediados de noviembre se espera que anuncie los nombres de los ganadores.
La conquista no es fácil: más de mil 300 personas han solicitado una licencia en el estado, pero sólo 150 podrán conseguirla y abrir su dispensario de cannabis antes de que termine el año (70 de ellas en la Gran Manzana).
Es un negocio millonario que generará entre 19 mil y 24 mil empleos en los próximos años, e ingresos por 4 mil 200 millones de dólares para 2027. Por eso no es de extrañar que el alcalde de la Gran Manzana, Eric Adams, anunciara este verano que se invertirán cerca de 5 millones de dólares en promocionar el negocio.
Además, los legisladores estatales han lanzado un fondo de inversión con capital inicial de 50 millones de dólares que espera recaudar más de 200 millones del sector privado para ayudar a los primeros nuevos empresarios a lanzar su negocio.
Para ser ganador hay que tener un pasado criminal y haber cumplido condena por tráfico o consumo de cannabis. Los primeros permisos se van a dedicar a exconvictos, en un intento de apoyar su inclusión social. Muchos piensan que es una desventaja para los que respetan la ley, pero el objetivo es “promover el éxito de aquellos reconocidos como solicitantes de equidad social y económica, incluidas personas de comunidades que se vieron afectadas de manera desproporcionada por la prohibición del cannabis”, explica a El Universal la abogada de Leaf Legal, P.C., Stephanie R. Schuman, al frente de un despacho especializado en el sector legal del cannabis.
El Universal conversó con Coss Marte, uno de los posibles ganadores de estas licencias que cuestan 2 mil dólares. Un exitoso hombre de negocios y extraficante de drogas que a sus 36 años ha pasado seis en prisión por tráfico de marihuana y otros estupefacientes. Nació en República Dominicana. Ahora dirige su propio gimnasio, ConBody, en Lower East Side, el mismo barrio donde antes vendía su mercancía. Gracias a su pasado, ahora tiene más posibilidades de salir ganador.
“Otro de los requisitos es demostrar que posees un negocio próspero por dos años. Yo abrí mi gimnasio en 2013 y doy trabajo a 50 expresidiarios”. Son trabajadores que han cumplido condena como él y ahora se han reinsertado. En el papel, Marte es el candidato perfecto para poseer un dispensario de cannabis a mediados de noviembre.
Marte confiesa que uno de sus miedos es que no haya suficiente inventario para hacer frente a la gran demanda. Sin embargo, las autoridades también pensaron en las licencias para el cultivo de cannabis. En abril se aprobaron las 52 aplicaciones que serán las encargadas de proveer de mercancía. “Las granjas de Nueva York han sido la columna vertebral de la economía de nuestro estado desde antes de la revolución americana, y ahora estarán en el corazón de la industria del cannabis más equitativa de la nación”, dijo la gobernadora Kathy Hochul cuando anunciaron los primeros permisos.
El aroma de la Gran Manzana
El estado se abre cada vez más a una nueva realidad que incluso ha cambiado el aroma de la Gran Manzana. Desde que en marzo de 2021 el entonces gobernador Andrew Cuomo legalizó el uso recreativo en público de la marihuana para mayores de 21 años, la ciudad está impregnada del olor de la planta. “Huele a cannabis en toda la ciudad, estamos de visita y esto es alucinante”, cuenta Clarisse Sulvan, una turista londinense. Para la italiana Marisa Impelitelli, “este olor es símbolo de libertad”. Karim Kim no piensa lo mismo. Ella sale a pasear con su hijo y no le gusta que el pequeño de 9 años tenga que oler marihuana: “Solo espero que tanta libertad no acabe saliéndonos caro”, dice.
Para evitar que niños como el hijo de Karim crezcan en un ambiente dominado por esta planta, existen requisitos básicos e inquebrantables que todo nuevo propietario deberá seguir. El envoltorio y presentación no puede atraer a los más pequeños, y los vendedores tienen prohibido anunciar su producto a menos de 152 metros de un colegio.
El hecho es que la marihuana está tomando la ciudad de los rascacielos. Como la demanda crece cada vez más rápido, desde enero se ven dispensarios móviles, pese a no contar con una licencia. “Hasta que todo se asiente hay falta de información, y de eso se aprovechan”, dice a este diario el abogado de justicia criminal, Dimitry Shakhnevich.
Furgonetas pintadas de verde con hojas de cannabis dibujadas se extienden por el centro de la ciudad, vendiendo todo tipo de derivados de esta planta: aceites, gominolas y hasta galletas. Son ilegales pero la policía no las cierra. Sólo lanza algunas advertencias de vez en cuando para tratar de asustar a los desobedientes.
Como cuando el pasado agosto confiscó 19 camiones de cannabis. Venden todo tipo de mercancía ilegal de manera legal, porque saben que nadie les va a decir nada. “Lo último que quieres hacer es poner multas que en pocas semanas vas a tener que retirar porque posiblemente ya será legal, por eso el gobierno no los penaliza”, explica Dimitry.
Unos lo hacen de manera más obvia, exponiéndose a multas que saben que no llegarán y otros disfrazan la venta. Como el negocio Street Lawyer Services NYC en pleno Manhattan, donde puedes adquirir arte digital y con la compra te “regalan” marihuana.
El gran desafío está en controlar a los vendedores ambulantes ilegales que improvisan una mesa con un cubo de basura y venden cannabis en cualquier rincón. Esos preocupan a las autoridades, pero también a los nuevos comerciantes legales. Su producto siempre será más barato porque lo venden al margen de la ley. No pagan impuestos y se ahorran dinero. “El MRTA — Marihuana Regulation and Taxation Act— establece tres impuestos sobre el cannabis de uso adulto”, nos explica la abogada R. Schuman.
“Uno que se impone al distribuidor basado en los miligramos de THC [tetrahidrocannabinol, el principal constituyente sicoactivo del cannabis] del producto. Otro es un impuesto especial estatal sobre la venta de productos de la marihuana por un minorista a un consumidor de cannabis a 9% del precio del producto. Y el último es un impuesto especial local sobre la venta de productos de cannabis por un minorista a un consumidor de cannabis a 4% del precio del producto”. El ayuntamiento de Nueva York espera recaudar 350 millones de dólares anuales sólo en impuestos.
El presidente Joe Biden ha dado el último empujón a esta nueva industria, al perdonar a 6 mil 500 personas condenadas por posesión de marihuana entre 1992 y 2021 según la ley federal. Biden incluso animó a los gobernadores a seguir sus pasos. Según la administradora DISA, la marihuana ya es totalmente legal en 20 estados del país, y otros han relajado sus sanciones penales.
Con esta decisión la administración pretende ayudar a que las personas que tratan de conseguir un trabajo lo hagan con un expediente limpio y puedan encontrar una vivienda u obtener beneficios federales. “Enviar a personas a la cárcel por posesión de marihuana ha cambiado demasiadas vidas, por una conducta que es legal en muchos estados”, tuiteó Biden. “Eso es antes de abordar las claras disparidades raciales en torno al enjuiciamiento y la condena. Hoy comenzamos a corregir estos errores”.
Biden no ha llegado a pedir la despenalización total de la marihuana, algo que tendría que aprobar el Congreso, pero dijo que revisará si debería seguir estando en la misma categoría legal que drogas como la heroína y el LSD.
Un cambio de 360 grados en la respuesta de Estados Unidos a una droga que ha estado sobrevolando la ley durante más de medio siglo.
Pero no es de extrañar, dado que las elecciones legislativas de medio término están a la vuelta de la esquina y la legalización de la marihuana en todas sus vertientes despierta gran interés social en cualquier rincón del mundo. Sobre todo, entre jóvenes y comunidades minoritarias, un voto prioritario para los demócratas.
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