El otrora poderoso presidente de la Cámara brasileña de Diputados se convirtió el lunes en el último político que pierde su puesto por los enormes escándalos de corrupción que han causado un descontento generalizado entre los brasileños.
En una votación por 450 a 10 el lunes por la noche, la cámara baja despojó de su escaño a Eduardo Cunha, quien ha sido acusado de corrupción y obstrucción a la justicia. Nueve legisladores se abstuvieron.
Fiscales brasileños lo han acusado de recibir millones de dólares en sobornos vinculados al escándalo de corrupción en la paraestatal Petrobras. Pero sus colegas legisladores sólo consideraron en la votación si mintió acerca de cuentas bancarias secretas que tendría en Suiza. Él ha dicho que las cuentas pertenecen a un fideicomiso.
El parlamentario se vio presionado para que renunciara a la presidencia de la cámara tras conocerse la existencia de las cuentas, pero se había negado a dejar su escaño. Estaba en su cuarta legislatura y se le consideraba como uno de los hombres más poderosos de Brasil.
Como presidente de la Cámara de Diputados hasta que surgieron las acusaciones, fue el principal impulsor del proceso de juicio político que derivó en la salida de la izquierdista Dilma Rousseff de la presidencia de Brasil. Rousseff fue acusada de incumplir las normas fiscales para ocultar problemas en el presupuesto del gobierno.
Cunha ha sido un aliado clave del nuevo presidente, Michel Temer, que era el vicepresidente de Rousseff. Pero tras la votación acusó al gobierno de Temer de sumarse a la campaña por castigarlo por la destitución de Rousseff.
“Todo esto es porque yo abrí el proceso de juicio político. El Partido de los Trabajadores desea un trofeo para decir que esto fue un golpe de Estado”, afirmó Cunha, en referencia al partido de Rousseff. “Este gobierno delincuente ya se ha ido gracias a mí”.
Cunha dijo que tiene previsto publicar un libro contando los acuerdos en la sombra que llevaron a la impugnación de la expresidenta.
Al perder su escaño, Cunha pierde la inmunidad parcial que lo protegía de ser enjuiciado. En Brasil, sólo el máximo tribunal del país puede decidir si acusa y juzga a legisladores federales. Ahora las acusaciones en su contra se investigarán en un tribunal menor considerado como más duro que el supremo, que gestionaba los casos hasta ahora.
La fiscalía acusa a Cunha de estar implicado en el escándalo de Petrobras, por supuestamente negociar contratos para barcos de prospección y recibir un pago ilegal de cinco millones de dólares.
Por su parte, los fiscales suizos lo acusan de tener cuentas secretas en Julius Baer Bank por un valor que los medios estimaron el pasado diciembre en 2,4 millones francos suizos (2,5 millones de dólares). Los investigadores brasileños creen que también tuvo cuentas no declaradas en Estados Unidos desde 1990 que supondrían más de 20 millones de dólares. Cunha ha negado cualquier mala práctica.
En medio de la peor recesión que sufre Brasil en décadas, el escándalo de Petrobras ha golpeado a algunos de los legisladores y empresarios más poderosos del país. La fiscalía cree que se pagaron más de 2.000 millones de dólares en soborno para obtener contratos inflados para la firma de energía.
Si hubiera conservado el puesto de presidente de la cámara, Cunha hubiera sido el primero en la fila ocupar la presidencia si algo le ocurriera a Temer.
El legislador llegó a la política en la década de 1990 como recaudador de fondos para Fernando Collor de Melli, el primer presidente brasileño elegido de forma democrática tras el fin de la dictadura militar en 1985. Cunha empezó a perder poder a mediados del año pasado, desde que se vio relacionado con cuentas multimillonarias en Suiza.
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